Largos cuatro meses transcurrieron. El tiempo volaba cuando nadie en tu vida lo hacía detenerse, por lo que ese no es el caso de nuestro Peter.
Pobre Peter, sufriendo por un amor que no es amor; sufriendo por una espina que no era suya. Por hay si nunca hubiera intentado observar la rosa, el no hubiera caído en tal hechizo; si tan solo no se hubiese encantado con aquella chica.
Pero las dudas, las incertidumbres quedarían en el pasado, después de todo, ¿de qué sirven? Tal vez, si él hubiese dudado, nada hubiera ocurrido. La chica hubiera abandonado su estudio, nunca hubieran llegado al bar, y nada hubiera... prosperado. ¿Prosperado? Creo que es demasiado, pero no existe otra palabra.
De igual forma, Peter envidiaba a su prima. ¿Envidiaba? ¡Por favor! ¡Se encontraba más celoso que nunca! ¿Por qué no él? ¿Qué tiene su prima que él no tenga? ¡Pudieron haber sido solo amigos! Se torturaba Peter siempre. Las preguntas matan en esta historia... en serio lo hacen...
-¡Peter!—El chico de lunares volvió a la realidad, encontrándose una agitada Eugenia en frente suyo. Por sus ojos verdes caían lágrimas. Frunció su ceño, ¿quién le había hecho daño a SU prima?—
-¿¡Qué te sucedió!? ¿¡Qué te hicieron!? ¿¡Quién te lo hizo!?—Las preguntas no tardaron ni un solo segundo en salir por sus labios. Los celos siempre estarían, pero su amor por ella era aún más grande que cualquier otro sentimiento. Ella aún era su pequeña prima que necesitaba ayuda en la escuela con los chicos que la molestaban.—
-Lali, ella...—El corazón del chico dio un vuelco. ¿Ella la hirió? O esperen... ¿¡ella se encontraba herida!? ¿¡Y si necesitaba ayuda en algo!? ¿¡Y si algo le sucedió a la morocha!? ¡Oh Dios! ¿¡Qué sucedió con la chica!?—
-¿¡Qué pasó con Lali!?—Agitó a su prima en busca de palabras robadas por sollozos y veloces lágrimas.—
-Está en el hospital.—El ojiverde no esperó demasiado para salir corriendo fuera de su trabajo e ir al hospital. Ella debía encontrarse en aquel. Él lo podía sentir, él lo sabía. ¿Cómo? Pues... ¿conexión? No sabía, solo lo sentía y debía ser así.—¡Peter, espérame!—Pero hizo caso omiso al sonido de la voz de su prima. La chica con la que no hablaba hacia meses ya, y la cual había tocado su corazón, o mejor dicho, clavado una espina en él, se encontraba una vez más en el hospital. ¿Cómo esperaría? ¿Cómo frenaría? No, en la cabeza de Pedro no habían más opciones. Él llegaría hasta ella, y esta vez, no dudaría en entrar. Las dudas matan. Las preguntas lo hacen.—
-Perdone...—Murmuró y empujó al hombre que, meses atrás, había sido el encargado de dar a conocer los deseos de la morocha al estar internada. ¿Qué si esta vez ella tampoco lo quisiera allí? Esta vez, no importaría. Lo lamento, Lali.—Lali...—Su voz pareció un susurro cargado en dolor, o desesperación, u horror. Tal vez tristeza, no había certeza, solo un millón de pensamientos y sentimientos corriendo dentro suyo al ver a la joven. Por Dios, pensó. Sus manos atadas a la camilla en la que se encontraba tendida. Por primera vez, no vio negro sobre su piel, solo una pulsera extraña que no había conocido anteriormente. No es que no la recordara, porque él recordaba todo de Lali. Todo lo que ella le permitió conocer, y todo lo que pudo apreciar, lo recordaba a la perfección; como si tan solo hubiese sucedido ayer.—Lali.—Caminó hasta la de ojos oscuros, buscando alguna respuesta, alguna señal, pero Lali no ayudaba. No es como si pudiera tampoco; sus manos atadas firmemente a la camilla, sus pies también, una mascarilla de oxígeno, cables y tubos saliendo directo de ella y de máquinas. No era una bonita imagen, realmente.—
El chico sintió su corazón estrujarse bajo su pecho. Sintió sus piernas rendirse ante tal imagen, y fallaron haciendo que el joven terminara de rodillas a unos pocos pasos de la morocha. Sus manos cayeron a sus costados, sin fuerza. Ni siquiera consiguió fuerza para formular alguna palabra, o para conseguir levantarse y llegar hasta la pobre chica.
Un gran moretón se apreciaba en su ojo. Morado y rojizo, como si de vino se tratara. Otro igual se encontraba en su mejilla. En su boca se encontraba un corte que atravesaba ambos labios, como si hubieran dibujado una línea vertical entre ellos. Una fina cinta oblicua cruzaba y cubría parte de su sien y su frente; un corte perfectamente cubierto. Entre los tubos que salían de sus brazos, algunas otras cintas cubrían más cortes, mientras que algunos moretones más se tomaban el lujo de decorar la piel de la morocha.
-Peter...—Su prima habló cerca suyo, tomando su hombro.—
-¿Qué le sucedió?—Preguntó en su lugar. Se mantenía atónito, con su corazón destrozado al verla tan... destrozada.—
-Debemos salir, Peter.—Sin embargo respondió. El de lunares asintió, y, con ayuda de la rubia, salió. No podía seguir observando aquella terrible imagen.—
-Aquí estás...—El doctor le sonrió, sin importar el fuerte empujón que había recibido de su parte para entrar en la habitación. Si algo había aprendido con el pasar de los años, era el amor de jóvenes. Cuantas veces habrá recibido empujones de niños y niñas, como él los llamaba, para poder buscar a su "amado" o "amada". Amaba aquellas cosas, en serio lo hacía.—
-Lo lamento.—Se disculpó al notar su presencia. En serio lo hacía, no había querido golpearlo, pero la chica... él había necesitado verla, aunque nunca se haya esperado ver aquello.—
-No tienes que.—Aseguró sonriente. Una sonrisa impecable, a decir verdad.—
-Ella...—Rascó su nuca. Eugenia siendo testigo de toda interacción entre los hombres.—
-No es la primera vez que llega así, chico.—Sonrió apenado y suspiró. Este hombre sabía mucho más de lo que podía parecer, y Peter simplemente no lo notó.—
-¿Cómo es eso?—Habló la rubia. Sus lágrimas aún presentes.—
-La pobre suele llegar siempre herida. Me sorprende que esta vez fueran mayormente en su rostro las heridas.—Observó unos papeles.—¿Con quién se encontraba cuando sucedió?
-Ella y yo habíamos estado caminando por un parque.—Explicó Eugenia captando toda la atención.—Y habían unos hombres que comenzaron a seguirnos... Ella tomó mi mano, y me jaló lejos, intentando ponernos a salvo; pero uno corrió e intentó alejarme de ella. Lali simplemente saltó encima suyo y el hombre devolvió los golpes.—Extraño comportamiento de la morocha. Peter nunca se hubiese esperado que, alguien como Lali, hiciera tal cosa. ¿Cómo es que se animó a saltar así y defender a alguien? ¿Cómo es que golpeó a alguien? Nada encajaba en su mente, pero él no la conocía. Aunque Peter creyera eso, no lo hacía. No conocía ni un cuarto de lo que Lali era. Por ahora solo sabía que ella se había instalado en él y, por bastante tiempo, no saldría de allí.—
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El rastro del picaflor {Laliter}
FanfictionÉl era Peter Lanzani, un hombre que hacía tatuajes en un pequeño local. Solía dibujar cuando era niño, y tomó la primera oportunidad para no dejar de hacerlo. Pero entonces, apareció una chica. Una chica de negro, que iba siempre con la cabeza en a...