-Debemos hablar...
-¿Qué hiciste ahora? No pienso ayudarte esta vez, me esperan a las cinco, y ya son las cuatro y media. Debería ir yéndome, en realidad, no sé qué hago aquí aún...
-Euge...—La rubia frenó a mirar a su primo, que se veía serio, frío, traumatizado.—Debemos hablar...
Habían transcurrido dos semanas, en las que Peter había decidido alejarse un tiempo de todo para intentar borrar la escena de su cabeza, para intentar vivir la vida como si nada hubiese pasado. Como si nada pasara, y todo lo que vio en lo de la joven, hubiese sido falso.
Sí, un nato negador, y lo peor de todo, un nato negador consciente. Creo que eso es lo peor, ser consciente que quieres abandonar un recuerdo por ser... cobarde. Cobarde para no enfrentar una situación así.
Sí, Peter es un cobarde, que a veces muere de coraje, pero cobarde al fin.
Pero, al mismo tiempo, él la amaba. Sí, de una manera extraña, de una manera, tal vez, sin ofender, obsesiva, pero la ama aún, y saber eso, lo hiere. Él no quiere creer que eso sucede, en su propia casa, con el doctor que la ayuda.
No, él no lo iba a aceptar, y menos que su familia estuviera cerca. No cerca de una joven así, porque ella era masoquista, ¿cierto? Ella se hacía eso, ella se hería, aún si ella no sostenía el látigo, aún si ella no era la que se golpeaba, la que se azotaba. Ella lo decidía, ella era culpable.
-¿Hablarás o debo seguir esperando?—Peter asintió y pasó sus manos por su cabellera, estresado, preocupado, dolido, y mucho más... Pero Lali no le debía explicaciones, ¿cierto?—¿Qué sucede, Peter?
-Lali...—Los ojos de su prima se llenaron de preocupación y de confusión, de repente. ¿Qué había ocurrido con su amiga que ella no se había enterado? Lali era su hermana de alguna forma, era su mejor amiga, una que nunca había tenido. Ella no había sido tan afortunada como su primo de conseguirse una mejor amiga.—
-¿Qué sucedió con ella? ¿Está en el hospital otra vez? ¡Habla, Peter! ¿¡Qué ocurrió!?—La desesperación apoderándose de su voz, de sus ojos, de su corazón al sentir que podría perder a su amiga... otra vez. Digamos que era lo que sentía al verla en el hospital. Cada vez que la veía tendida ahí, cada vez que veía sus ojos cerrados, su rostro más pálido que nunca. Ella lo odiaba. Odiaba verla así.—
-¡No está en el hospital, Euge, tranquila!—Su prima lo golpeó.—
-¡Me asustaste, idiota!—Peter tomó sus manos para que dejara de golpearlo. La rubia tenía manos pesadas.—Tengo que irme, Peter, ¿puedes decirme qué ocurre de una vez por todas?
-¡Lali se azota!—Su prima hizo silencio. No era el silencio que él esperaba. Era un silencio que nunca esperó, en realidad.—¿¡Qué ocurre contigo, Eugenia!? ¡Tu amiga, la que traes a esta casa, la que alzó a tu sobrina, la que te abraza, se azota! ¡Eugenia, reacciona!—Su prima, sin embargo, se levantó y comenzó a irse, pero Peter no se lo permitió. Estaba enojado, lleno de ira.—
-¡Cierra la boca, Peter!—Su primo rió, sin gracia, con lagrimas acumuladas en sus ojos.—
-¿¡Qué cierre la boca!? ¿¡Es en serio!?—Otra risa amarga, sin gracia, salió por sus labios. No la comprendía. No entendía cómo era tan ciega para pedirle que se calle. Para callarlo, y negarlo todo; y Peter es negador, pero no con esto. Aunque lo intentó, él no lo va a negar.—¡Eugenia...!
-¡Basta, Peter!—Ambos hicieron silencio. Nunca se habían gritado. No una vez. No cuando ambos se enojaban. No nunca.—
-Lo sabías...—Eugenia se soltó de la mano de Peter. Sus ojos verdes, parecidos a los de su primo, se llenaron de lágrimas.—
-Cállate, Peter.—Negó, incrédulo. Eugenia había perdido su cabeza. Era increíble que le pidiera que se callara, cuando sabía sobre Lali y sus "azotes" en su espalda. Sobre su "doctor".—
-¡Te has vuelto loca!—Exclamó, irritado.—¿¡Eres idiota, Eugenia!?—Y su prima frunció su ceño. Ninguno de los dos lo soportó, y ambos explotaron.—
-¿¡Yo soy la idiota, Pedro!? ¿¡Yo!? ¡Tú eres el idiota aquí!—Golpeó su pecho.—¡Tú te metes en asuntos que no te involucran! ¡Eres un imbécil!
-¡Tú eres la imbécil aquí, Eugenia! ¡Tu "amiga" es masoquista, y no te importa! ¡La traes acá, dejas que Sofía se le acerque, que los demás! ¡Que tu sobrina lo haga! ¿¡No piensas, idiota!?
-¡No te metas en algo que no entiendes! ¿¡Acaso no aprendiste!? ¡No es tu asunto!
-¡Sí es mi asunto!
-¡No lo es! ¡No es tu amiga, no es tu novia, no es nada tuyo! ¿¡No lo ves!? ¡A ella no le importas, Pedro! ¡A ella no le gustas! ¡Eres impulsivo, te acercas a ella como si tuvieras el derecho de hacerlo! ¿¡Sabes qué tan mal eso le hace!? ¿¡Qué tanto le afecta que gente desconocida se acerque a ella!? ¡No hables como si la conocieras! ¡No tienes ni idea!
-¡Entonces dime que le sucede! ¡Dime porqué demonios deja que la lastimen!
-¡Porque ella lo pidió!—Ambos se callaron. Ella negó con su cabeza, limpió sus lágrimas y tomó su bolso.—Olvídalo, no es tu problema.—Peter tomó su mano.—
-¿Ella lo pidió?—Eugenia volvió a soltarse de su primo. Se sentía dolida, y él también. Ambos se miraron, y desviaron sus miradas. El silencio los separaba aún más que los cuatro pasos que la rubia decidió dar. La tensión se sentía en el aire, y ahora que Peter lo recordaba, agradecía que nadie estuviera en la casa a estas horas.—
-No te metas.—Salió, finalmente de la habitación, y el ojiverde bufó. Golpeó su frente y decidió ir por algo que comer, cruzándose con su prima ex embarazada.—
-Nunca se habían gritado.—El ojiverde abrió su boca para decir algo, pero nada salió. Él no sabía qué decir, porque ya había dicho demasiado con su prima. Ya se habían herido demasiado.—Peter...
-No, nunca había ocurrido...—Limpió el rastro de sus lágrimas.—
-¿Fue por... Lali?—Peter asintió... pero luego negó con su cabeza, sentándose en el suelo. Su prima se sentó a su lado.—
-En parte lo fue...—Bufó enterrando su rostro entre sus piernas.—Pero soy yo, Ro... No puedo evitarlo, y no puedo callarlo...—Su prima besó su sien.—
-Hay veces que las cosas no nos gustan, Peter...
-¿Y qué haces al respecto?
-Mira, las rosas tienen espinas, ¿no?—Su primo asintió.—Y a muchos nos gustan, sin importar las espinas.
-¿Y qué tiene que ver que tengan espinas con lo que te pregunté?
-Que no haces nada al respecto, porque nunca podrás evitar que las rosas florezcan sin espinas. Hay cosas que nos gustan que no les podemos dar solución, esta es una. Lali no tiene una solución, para ti; es una rosa, y nunca la harás nacer sin espinas... Simplemente, no lo intentes...
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El rastro del picaflor {Laliter}
FanficÉl era Peter Lanzani, un hombre que hacía tatuajes en un pequeño local. Solía dibujar cuando era niño, y tomó la primera oportunidad para no dejar de hacerlo. Pero entonces, apareció una chica. Una chica de negro, que iba siempre con la cabeza en a...