XX. Es verdad

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—Padre —lo llamó en un tono impropio de él: tristeza.

—Vegeta —dijo el monarca—, sé que he sido un mal padre. Y no puedo decirte que está en mi naturaleza porque evidentemente no eres así. No puedo justificar mi actitud con respecto a mí trato pero sé algo... amas a esa terrícola como yo amé a tu madre. Porque lo creas o no —el hombre longevo sonrió—, la amaba. Y nunca me perdonaré haberla matado.

Su hijo aún seguía ahí parado a su lado, mirándolo directamente a los ojos y escuchando sus palabras atentamente con el rostro firme y la postura que le había inculcado su padre, la postura de un rey.

—Nosotros los saiyajines no sentimos tal cosa llamada amor. Pero, ¿qué puedo decir? Sucedió —sonrió nostálgico recordando a su reina—. Joder —exclamó cerrando sus ojos—. A lo que quiero decir es que... soy tu padre y aunque no lo parezca te quiero, hijo. Y como mi última voluntad quiero hacerte rey y que busques a tu reina —le hizo una seña para que se acercara más—. Sabes a lo que me refiero —le susurro y Vegeta hijo volvió a su anterior lugar asintiendo con la cabeza—. Bueno —se acomodó en su gran cama y cerró los ojos, tosiendo—, puedo irme en paz —abrió los ojos de golpe antes de que su hijo se retirara—. Ah, y de paso... no menciones a nadie de esto —con su dedo índice señaló su pecho y a su hijo—. Que me recuerden como el rey Vegeta: un mandón, gruñón y papanatas.

Vegeta sonrío y abandonó la habitación.

—Así será, padre —se dijo a sí mismo, yendo a su habitación.

Los días pasaron y finalmente el rey falleció. No hubo luto ni funeral. Pues la muerte era algo común en su raza y no detendrían el trabajo diario. Incluso si el fallecido era el rey.

Días después, el próximo rey, se encontraba caminando por los pasillos del enorme castillo. Su paso era decidió y sus palabras sin rodeos. Tenía dos soldados a su lado e iba directo a abordar su nave.

—Mi señor, ¿está usted seguro de su sorpresivo viaje?

—Por supuesto —afirmó entrando a la cabina—. Jamás había estado tan seguro de algo en mi vida. Además —le dijo a el subordinado que se acercara—, ¿me conoces? Soy el príncipe Vegeta, por favor.

—Futuro rey —lo corrigió—. Muy pronto, ¿cierto?

—Así es, Nappa —cerró la compuerta—. Así es.

Una vez que Vegeta despegó. Ambos soldados se miraron mutuamente, confundidos.

—¿Se estará volviendo loco?

—No. Solo está...
Extraño.

—Yo iba decir algo así como enamorado, pero eso también tiene sentido —exclamó uno de ellos, cruzándose de brazos.

—¿Y a dónde dijo que iba?

—A el planeta Tierra.

Mientras estos acontecimientos tenían lugar en el planeta Vegita. Una joven peli azul se encontraba en el jardín de su hogar tomando el té junto con su madre y su mejor amiga, Louise.

—¿Cómo vas con tu investigación, Bulma? —preguntó la pelirroja dejando la pequeña taza en una mesita frente a ella.

—Excelente, diría yo.

—¿Y has vuelto a ver a Yamcha?

—No —dijo Bulma, restándole importancia.

—Hija —intervino la madre—, te he notado angustiada, triste y... preocupada estas semanas después de tu regreso —concluye su madre—. ¿Qué sucede, Bulmita? —la rubia puso su mano sobre la de su hija y la miró sonriéndole en apoyo.

"Esclavitud u Orgullo" Vegebul [EDITANDO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora