2- Monumento

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Y así, comencé mi negocio...

Aquella tarde al salir de la boutique con todo mi nuevo guarda ropa, me decidí a hacer reservación en otro de los antros más codiciados de la ciudad; no me fue difícil pues solo tuve que coquetear un poco con el chico de las reservaciones...

En fin; por la noche, llegué al establecimiento y entré sin problema alguno, mi pequeña mesa ya estaba lista, esperando mi llegada. Cuando reservé mi mesa, me aseguré de que fuera mesa para dos. Obviamente estaría al acecho de mi próximo... ¿cliente? ¿victima?, no se siquiera como llamarlo, pero estaba sedienta de otra noche de pasión, y obvio sedienta de dinero.

Unos minutos después de haber llegado fui a la barra por algo de beber.

-Un vodka por favor...- le ordené al tipo de la barra.

-¿Vodka? ¿No es un poco fuerte para una dama como usted?-

Una voz proveniente de un costado mío, hizo girar mi cuerpo para contemplar al joven que tenía al frente. Al girar, sonrió y tomó un pequeño sorbo de su bebida.

-Puede que sea algo fuerte, pero... a cada mujer le va una bebida ¿no?-

Sonrió de oreja a oreja. -¡Alan! Mucho gusto- Me tendió la mano.

Le tendí la mano pero me acerqué un poco más para poder besarle la mejilla.

-¡Ana! El gusto es mío. Mi mesa está por allá ¿quieres venir?- exclamé, después de que me habían servido mi bebida.

Hablamos un par de horas, y, a decir verdad el tipo no estaba nada mal. Era alto, apuesto, piel blanca, ojos grisáceos; era un tipo con porte, dominante, y, olía riquísimo. Bebimos unas cuantas copas y bailamos unas cuantas canciones.

-Eres sumamente sexy- me dijo al oído, con un tono algo ebrio.-¿te molesta si vamos a un lugar más privado?-

¡Por fin! El momento que había estado esperando toda la noche...

-¡Claro! Pero, me vas a tener que dar algo a cambio.-

Me miro un poco asombrado; resultó ser también un tipo inteligente, pues de inmediato captó lo que trataba de decir.

-Acepto el trato, pero si va a ser así entonces será bajo mis reglas ¿de acuerdo?-

No supe que decir así que solo me limité  a asentir.

Salimos de aquel establecimiento y pidió un taxi, el cual nos llevó a una hora de distancia lejos de aquel lugar. No dijimos nada en todo el camino. Cuando por fin llegamos, se acercó a la recepcionista y pidió una habitación.

Al llegar a la recamara, me quité los tacones, mientras el entró al sanitario. No había caído en cuenta de que aquel hombre traía un maletín; cuando salió del baño, traía la camisa desabotonada, y pude notar que tenía tatuajes, uno en las costillas y uno en cada clavícula.

-Quítate el vestido...- me ordenó, bastante serio.

Hice lo que me pidió y me senté en la cama, apoyando mis manos en ella. El abrió el maletín y sacó unas esposas; las dejó sobre el tocador, y luego sacó una clase de mordaza, saco también una mascara de noche, de esas que te tapan los ojos para que puedas dormir, finalizó sacando una bebida alcoholizada llamada "perlas negras".

Me asusté un poco al principio, pero no dije nada.  

-Si quieres mi dinero, tendrás que jugar bajo mis reglas- dijo mientras se desabrochaba el cinturón.- ¡Párate y date la vuelta!-

Me esposó, puso la mordaza en mi boca y me aventó a la cama; caí en posición de cuatro, comenzó a acariciar mi rostro y a olfatear mi cuello, para después hacerme una cola de caballo en el cabello.

Comenzamos con la penetración, y a decir verdad me empezaba a gustar la sensación de estar esposada, me gustaba que jalara de mi cabello, y, ¡Dios! las nalgadas que me daba me llevaban al cielo. El dolor se hizo placentero y mientras más lo hacia, más me gustaba. Cubrió mis ojos con la mascara,tomó la bebida y la dejó caer desde mi cuello hasta mi abdomen y comenzó a lamer mi cuerpo. Fue la experiencia más placentera que había tenido sin la necesidad de la penetración.

Mientras todo el acto ocurría, noté que tenía más tatuajes; en los brazos y en una pantorrilla. Por fuera se veía un hombre "decente", pero en realidad era un tipo rebelde, rudo y tenaz, y como me encantó eso de el. Al terminar con la acción, decidí tomar un baño mientras el "descansaba"; apenas había pasado un minuto de haber entrado en la ducha y el entro para demostrar que su trabajo aun no había terminado. Lo hicimos en la ducha; recargó mi cuerpo en la cortina de cristal del baño y me penetro una y otra vez mientras jalaba mi cabello. Me cargo y apoyó mi espalda contra la pared, y lo hacia una y otra vez, cada vez más rápido.

Salimos de el baño, y mojados, nos metimos a la cama. El acto ocurrió por tercera vez; y al fin nos quedamos dormidos.

Al amanecer vi la luz entrar por la ventana del cuarto, me giré y el no estaba en la cama, pero sus cosas seguían en aquel tocador. Me senté en la cama y escuché la regadera del baño abrirse; me enredé una toalla en el cuerpo y entré al baño.

-Buenos días primor- dijo.

Lo vi desnudo en la ducha, pude haber quitado la toalla de mi cuerpo para ducharme con él; pero no lo hice, sólo pude contemplar cada parte de su cuerpo, admirar sus tatuajes, y como cada músculo se movia a la perfección, como si bailara, y sus pasos estuvieran perfectamente marcados; me di cuenta, que no sólo miraba a un hombre, estaba presenciando a la mayor obra de arte...un monumento.


Un millón de hombresWhere stories live. Discover now