8-Contrato final

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....temo romper tu corazón, o desilusionarte, pero a estas horas salen tipos que no me dan buena espina, la mayoría viciosos o tal vez delincuentes; deberías regresar a casa.- se volvió a recargar en la pared y continuó fumando.

-Soy Ana, vivo a dos calles, no tiene mucho que me mude aquí,  y no te preocupes se lidiar con tipos así.- fumé de mi cigarrillo y empecé a caminar.

-¡Espera!.- gritó y empezó a caminar hacia mi.- ¿Acaso no escuchaste lo que dije? Esos hombres podrían hacerte algo o quitarte alguna pertenencia, si te lo digo es por tu bien, regresa a casa.-

-Gracias, pero no gracias. Quiero caminar y pensar, todo estará bien ¿de acuerdo?.- comencé a caminar un poco más rápido.

-¡Joder! ¡Que terca e imprudente eres!.- empezó a caminar a mi lado.

-¡Y tu que insistente! No recuerdo haberte pedido que me acompañaras.-

-No te estoy preguntando, te voy a acompañar, si quieres no hablo en el camino para que puedas pensar, pero no dejaré que camines entre calles sola.-

Caminé con el a mi lado aproximadamente seis calles, pero odiaba la sensación de saber que iba acompañada y que hubiese un silencio de muerte, silencio profundo. Me atraía aquel hombre, pero no sabía si era correcto sacar tema de conversación, o más bien era que no sabía que tema tocar con aquel chico del que apenas y sabía su nombre.

-¿Te gusta el sexo?- me preguntó muy seguro de si mismo.

No sabía realmente que era lo que debía responder, no sabía si quiera por que o con que intención lo había preguntado, no quería que supiera al instante a que me dedicaba yo, no quería verme demasiado... puta.

-¿A quien no?.- me limité a asentir con la cabeza. Pude notar que me miraba, no pude disimular y nuestras miradas se encontraron; no se que tenían aquellos ojos redondos, me transmitían cierto sentimiento, esa mirada ya la había visto antes, la veía todos los días en el espejo. Una mirada opaca, triste, pero con brillo propio.

Platicamos el resto de la noche caminando en círculos por toda la manzana; fue una de las charlas más profundas que había tenido en un largo tiempo. Supongo que después de todo fue un buen tema para romper el hielo. 

-Nos vemos luego Ana, debo irme.- dijo entre un suspiro, dejándome en la entrada de mi casa.

-¿Mañana en la noche?-le dije mordiéndome el labio inferior de mi boca.

-Por supuesto...-sonrió y se marchó.

¿Qué clase de sensación era esa? ¿Amor a primera vista? ¡Joder! no sabía que rayos pasaba conmigo, ¿Cómo podía aclarar mis ideas, si ese chico no dejaba de dar vueltas en mi cabeza?; ¿Cómo poner los pies en la tierra, si ese chico me movía todo el piso? Probablemente estaba perdiendo la cabeza, quizá realmente no sabía que era lo que quería y mi necesidad por dejar de estar sola me impulsó a ese tipo.


15 de Diciembre del 2015

Tenía dinero de sobra ahorrado en mi cuenta bancaria, así que decidí volver a tomarme el día libre e ir a darme algún gusto. Fui al centro comercial y entre a mas de cinco boutiques; debo confesar que tengo un serio problema con la ropa, soy toda una adicta a la moda, siempre procuro verme bien al salir, y tener mi armario recargado de ropa para diferentes ocasiones, de todos los estilos y colores. También tengo una maldita obsesión con el maquillaje, sobre todo con los labiales, tenía más de treinta, la mayoría en tonalidades rojizas pero siempre distintos; diferentes texturas, distintas marcas, en diferente presentación. Nunca fui apasionada a los zapatos, pero siempre compraba aquellos que quedaran con la mayoría de mis atuendos.

Al salir del centro comercial, pasé a un restaurante para poder comer algo y relajarme. Justo cuando tomaba la orden, algo llamó mi tención fuera del restaurante, sentía que alguien me miraba y que no me quitaba la vista de encima. Giré la cabeza hacia la ventana, y, afuera, sentado en una pequeña banca mirándome fijamente, estaba quien menos esperaba, Alan.

Se levantó de aquella banca, cruzó la avenida, entró al establecimiento y se dirigió a mi.

-¿Ana?- preguntó sin quitar sus malditos ojos grises de mi.

-Creí que teníamos un trato, Alan.-

-Pues ese trato acaba de expirar, ¿Por qué no vamos a otro lugar?- dijo, pasando su lengua entre sus labios.

-Pues, lo siento, pero voy a comer, y debo ir a dejar todas mis bolsas a casa, y ya tengo planes para la noche.-

-¡Maldita sea Ana! ¡Eres un dolor de cabeza!- gruñó.

-¡Yo no fui quien decidió poner las reglas esa noche! ¡Pudo haber pasado en alguna otra ocasión y no lo quisiste así!-

-Te he buscado durante meses, te necesito, pagaría lo que fuera por una maldita noche mas contigo.-

Sus manos temblaban, el sudor comenzaba a escurrir por su frente, y no dejaba de morderse los labios. Si algo teníamos en común Alan y yo, era que éramos unos jodidos adictos al sexo. Su necesidad, se transmitió a mi cuerpo en cuestión de segundos, pero no podía dejar que las cosas solo pasaran porque si, debía sacarle el máximo provecho.

-¿Vienes en auto?- pregunté.

-Si, está estacionado a una cuadra.-

-Dile a la mesera que se cancela la orden, y trae todas esas bolsas contigo.- me levanté de mi mesa y me dirigí a la salida.

-Vas a llevarme a mi casa, me esperaras mientras me ducho e iremos a algún hotel.- le ordené una vez dentro del coche.

-No te preocupes por el hotel, ya había hecho una reservación.- arrancó el auto.

Vestido entallado gris Oxford, tacones altos con correa negros, saco negro, labios rojos en terminación mate. Salí de mi casa al caer la noche, Alan me esperaba dentro del auto del otro lado de la calle.

-Creí que te vería esta noche....- Dijo Miguel que se dirigía a la misma esquina donde lo encontré una noche anterior.

-Bueno, los planes cambiaron. Debo irme...-

Me vio subir al coche, y por el retrovisor pude notar que seguía de pie a media calle, viendo alejarme en el automóvil. Camino al hotel, mi mente no dejaba de dar vueltas, ¿Qué era lo que estaba haciendo? Me gustaba Miguel ¿pero iba a acostarme con alguien mas?

Lamentablemente, era de cuerpo débil, al menos yo no podía resistirme a una personalidad como la de Alan.

Toda la jodida noche, hizo de mi lo que le dio en gana; literalmente, jugó conmigo encerrados en esas cuatro paredes, había espejos en toda la habitación, me excitaba poder ver todo lo que me hacia, y lo acelerado que se encontraba. Hizo estremecer mis piernas, y me dejó temblando hasta el alma; dejamos la habitación de cabeza, y al amanecer, ni siquiera supe como es que había pasado. Encontré un sobre sobre la mesita de noche, por la parte trasera tenia un mensaje:

"Tuve que irme, esta mañana salía mi vuelo a España, y quiero asegurarme que tendrás lo suficiente para vivir sin ninguna necesidad por un largo tiempo. Dentro del sobre esta el contrato final; esta vez si, no volverás a saber de mi.

Hasta nunca, Ana."




Un millón de hombresWhere stories live. Discover now