9- Comodidad

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Llegué a casa para el medio día, y seguía preguntándome como es que un hombre puede derrochar el dinero de ese modo; la cantidad que Alan me había dejado como pago, realmente era muy ostentosa, era una suma más grande de cuando cogí con el por primera vez, y seguía creyendo de algún modo, que más que tomarlo como un pago debía tomarlo como una ayuda para que no continuara con mis negocios por un tiempo.

Descanse el resto del día en casa, tirada en el sofá viendo un programa basura de la T.V, tenía la sensación de que me habían consumido hasta el alma, pero independientemente de eso, no me sentía del todo satisfecha. Dieron las diez, y tenía inquietud por saber si Miguel estaría por ahí afuera, fumando; tomé una sudadera, las llaves, un cigarrillo y salí de casa.

Ahí estaba, bajo la penumbra de un poste de luz; llevaba puesta una chaqueta negra una playera blanca, un pants color gris y una gorra roja; fumando.

-Imaginé que estarías aquí...- le dije mientras encendía mi cigarrillo.

Me miró con indiferencia -Siempre estoy aquí...- dijo, apartando la mirada de mi y llevándose su cigarrillo a la boca.

-Siento lo de ayer, pero en serio debía irme...-

-Entiendo, tenías un compromiso, pero jamás vuelvas a quedar conmigo si después me vas a quedar mal...-

Suspiré hondo. -Bueno...creo que estas molesto, así que mejor me voy-  le di la espalda y comencé a caminar.

-Ana...-

Me giré para verlo; arrojó la colilla al piso, metió las manos a su chaqueta y comenzó a caminar hacia mi.

-¿Cuanto debo pagarte para que te quedes una noche conmigo?-

¿Lo sabía? ¿Sabia a que me dedicaba? ¿O solo lo dijo por crear alguna clase de metáfora?  Mi respiración se detuvo por un momento, mis latidos se aceleraron, me quedé muda, odiaba la sensación.

-¿A que te refieres...?- pregunté, con temor a la respuesta.

-Quiero conocerte un poco, creo que eres una chica interesante, me bastaría si solo camináramos entre calles como hace unos días.

Mi temor a su respuesta, se convirtió en un estado de shock.

-Caminemos entonces...-

Y así fue, caminamos muchísimo, en realidad recuerdo haber recorrido casi media ciudad. Las horas, el tiempo, dejó de existir cuando nos adentramos entre platicas; me sentía tranquila, feliz, pero sobre todo cómoda. Sentía tanta comodidad, que aunque caminamos por horas, ni siquiera sentía dolor en los pies, podía seguir caminando mucho tiempo más, me sentía repleta de energía ¿Cómo era posible?

Decidimos regresar a casa; para cuando llegamos, comenzaba el amanecer, y a pesar de que no había dormido nada,  no tenía ni una pizca de sueño.

-¡Vaya! El tiempo se me ha ido de las manos, deberías ir a descansar...- dijo, mientras miraba su reloj.

-Tu también deberías ir a dormir un poco, te vez cansado.-

-Eso haré...- se giró y comenzó a caminar. Me quedé contemplándolo como una toda idiota mientras abría la puerta de mi casa.

Cruzó la avenida, y antes de entrar a mi casa grito...

-¡Por favor no llegues tarde esta noche!-  

Tomé un baño de burbujas con sales relajantes, mientras escuchaba una de mis playlist favoritas. Al salir, preparé mi desayuno, para finalmente tirarme en el sofá de la sala. Caí en un sueño profundo  antes de que pudiera darme cuenta, y comencé a soñar; me soñé a mi misma, dentro de un cuarto oscuro, las luces comenzaban a encenderse tenuemente, y rostros comenzaban a alumbrarse. De la mayoría medio reconocía sus caras, pero no sus nombres; Alan estaba ahí y Dustin también. De pronto el cuarto comenzó a llenarse de hombres, comenzaba a sentirme realmente asustada, todos me miraban y ninguno decía nada; y, ahí en una esquina al fondo, estaba el, con su ridícula gorra, fumando un cigarrillo. Comencé a caminar hacia el, y a medida que avanzaba, los otros hombres comenzaban a desaparecer; al llegar a el, quise tocarlo, pero antes de hacerlo desapareció y las luces se apagaron.

¿Qué mierda fue eso? ...

Un millón de hombresWhere stories live. Discover now