5- Que estúpida Ana

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Salí a comprar la despensa del mes, ya sabes, papel higiénico, insumos, mis cosas de aseo personal y algunas cosas para Dustin.  Le compre unas playeras,  pantalones y un par de tenis. Se estaba comportando de una manera sumamente rara; es decir, sabía que era un prófugo, y que estaba agradecido por haberlo acogido en mi casa, pero, ¿era necesario que hiciera todo el aseo de mi pequeño departamento? Estaba herido y aun así estaba haciendo mucho esfuerzo.

-¡Señorita! ¡Hey! ¡Alto!- Gritaba un hombre tras de mi, que al poco tiempo me alcanzó.

-Si ¿dime?-

-Olvidaste una bolsa en la caja de la tienda y bueno, yo, corrí para alcanzarte...- sonrió y lanzó un suspiro de agotamiento.


-Bueno gracias- sonreí- pero debo irme.-


-Oye espera...me preguntaba si tenias algún plan, no se podemos ir a tomar un café- se mordió el labio y metió las manos a los bolsillos de su pantalón.

-Mira, me encantaría pero no te conozco, y además no soy el tipo de chica con el que quieras salir.- le di la espalda y comencé a caminar.

-¿Cuanto debo de pagar para que salgas conmigo?- gritó.-

Me giré y caminé hacia el. -¿Que dijiste?.-

-Bueno una chica tan linda como tu no debe ser fácil, si quieres podemos ir a un restaurante o no se tal vez el cine...-

-¿Cual es tu nombre?.- lo interrumpí-

-Edgar, pero dime Ed.- me tendió la mano-

-¡Ana! Emmm... mira la situación es así, vamos a salir, a las 8, te veo en parque central, iremos a cenar y tendrás toda la noche para saber que hacer conmigo, por la mañana quiero mi paga cerca y donde yo pueda verla, no volveremos a vernos, no volverá a repetirse, y será como si jamás nos hubiéramos conocido ¿de acuerdo?-

Me miró desconcertado- No pensé que fueras esa clase de mujer-

-¡Bah! vaya hombre tonto...adiós.- comencé a caminar


-¡Nunca dije que no! ¡Te veo esta noche! - gritó.-


Al fin llegué a casa y apenas abrí la puerta, Dustin me estaba esperando para ayudarme a meter las bolsas. En menos de media hora preparó algo para comer y mientras lo hacía, me obligó a tomar un ducha. Cuando salí ya tenía todo listo en la mesa.

-Esta noche saldré, regreso hasta mañana, solo lo digo para que no me esperes...- le dije un poco tímida.

- ¿A donde irás?-

-Es....son cosas de trabajo...-

Soltó su tenedor y me miró fijamente. ¡Maldita sea! ¡Su maldita mirada aterradora!

-Tal vez no lo mencioné pero detesto tu "trabajo".... tienes todas las posibilidades y comodidades del mundo como para que te dediques a eso. Además eres como un desperdicio de mujer, siendo de todos pero de ninguno, es por eso que te sientes tan vacía...-

Solté un golpe a la mesa.- Bueno, tu no eres nadie para juzgar a que decido dedicarme; tu haz sido un mendigo toda tu vida.....-

-¡Pero al menos conseguí trabajos honrados! Y todo lo hice para poder comer algo no por despecho de que me rompieron el corazón ¡ridícula!-

-JAJAJAJA ¿es de horados robar un maldito banco? No solo robaste el dinero de otras personas, robaste mi dinero, acababa de depositar una gran cantidad de dinero que iba a evitar por un tiempo que me dedicara a esto...- no pude contener mis lagrimas de coraje e impotencia.- mi vida tampoco ha sido fácil ¿de acuerdo?...- me levanté y fui directo a mi habitación-

¿Qué fue eso? Ni siquiera sosteníamos una relación y acabábamos de pelear como si la tuviéramos. Dije cosas que no debí y estaba arrepentida pero mi orgullo podía más que mi culpa. Demoré un par de horas en arreglarme, y cuando por fin estuve lista, salí de mi habitación. Dustin estaba parado a un lado de la ventana de la sala que daba hacia la calle, tomé mi bolso de la mesa de centro junto con mis llaves, ni siquiera volteó a verme; me dirigí a la puerta y justo antes de salir dijo: -Te ves hermosa, Ana- cerré la puerta.

Salí del edificio y cruce la calle, sentía su mirada, sabía que me miraba desde la ventana del departamento, sabía que me veía con esos ojos opacos llenos de tristeza, pero fui demasiado cobarde como para dirigir mi mirada hacia arriba, y continúe caminando.

Llegué en punto de las ocho al parque central, Ed estaba sentado en una banca cerca de un umbral.

-Vaya, si que eres puntual.- le dije intentando ser sarcástica.

-Es una de muchas virtudes...- sonrió

El joven Edgar era un tipo bastante ordinario, algo aburrido, no tenia misterios; era un chico transparente. Era de estatura promedio, apenas mas alto que yo, ojos pequeños pero pestañas largas, tenía los labios suaves y bien definidos. No hizo nada que no esperara, todo fue muy normal. Terminamos de cenar, y me llevó a un hotel que no quedaba muy lejos de mi departamento, todo el acto sexual fue bastante rápido y sin chiste alguno; se quedó dormido y yo me mantuve despierta hasta las cinco de la mañana, no dejaba de pensar en Dustin, en lo mal que había actuado con el, en las palabras que dijo antes de que saliera de casa. Cuando logré conciliar el sueño, pasaron unos minutos cuando escuche la puerta del cuarto cerrarse; en la almohada donde el había dormido dejó unos billetes, la cantidad no fue lo que me importó, yo solo quería salir de ese lugar.

Cuando llegué a casa no vi a Dustin por ningún lado, el sillón en el que dormía seguía igual que un día antes, no había preparado nada de comer  y no estaba tomando una ducha, comencé  a preocuparme y mi sentimiento de culpa superó mi orgullo, creí que se había ido, me inundé de miedo al pensar que si estaba en la calle podían reconocerlo, iría a la cárcel, no podría verlo más. Comencé a llorar y a lamentarme en voz alta.

-No seas mariquita, no iría a ningún lado sin antes saber que haz llegado bien...-

Quité las manos de mi cara y miré por mi hombro que el estaba parado justo atrás de mi.

-¡Eres un imbécil! ¿En donde carajo estabas escondido?- lo golpee varias veces en el pecho.

Sostuvo mis manos con fuerza ý me abrazó...

-Estaba preparando la única cama que te hace sentir bien, vamos, tienes que descansar.- me besó la frente.



Un millón de hombresWhere stories live. Discover now