"Lejos"

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Y justo cuando comenzaba a creerme fuerte él rondaba por ahí para recordarme que era una simple mortal sin las facultades para enamorarse de quién no suponía un poco de riesgo. La adrenalina había corrido por mi torrente sanguíneo luego de subir al avión con dirección a Estados Unidos. No sabía a dónde me dirigía, de hecho apenas podía creer estar en ese avión.

Lo odiaba, lo amaba como si fuera el único ser humano en el planeta con las facultades de enamorarme, era magnético, te hacía desear quedarte a su alrededor, te miraba sonriendo y importaba nada más, él siempre lograba tener a quien quería a su lado y alejar a todo aquel dispuesto a discutir sus métodos.
Ese era Michael Jackson, era la sonrisa de cada día, los ojos seductores de cada noche, era el hombre de mi vida, sin embargo no podía retroceder, librarme de su encanto me había costado toda una vida, ahora tenía de nuevo una familia, dos hermosas hijas, ellas merecían crecer dentro de un hogar funcional, con dos padres para atender sus necesidades, no sabía cuanta estabilidad podría tener con Michael, mientras L me demostraba poder conservarnos de manera segura, su sonrisa no era la misma, no había forma de asemejarla, era impensable siquiera compararlo, hacía falta ser Jackson para tener esa sonrisa.

Debía poder olvidar de alguna manera, debía poder mirarle a los ojos sin el deseo de besar sus labios o lanzarme a sus brazos.

¿Cómo logré volverme tan vulnerable a él? ¿Por qué no podía olvidarlo? ¿Cuándo lograría recuperarme de su presencia en mi vida?

No tenía respuesta a ninguna de esas preguntas, no era capaz de mirarme al espejo y fijarme la meta de olvidar todo, de olvidar cada uno de nuestros días juntos, esos años de amor infinito, de pasión... de compresión.

Los carteles, las canciones, los días despertando a su lado, las rosas, pero a la par venían las lágrimas y la rabia esa que ya había desaparecido.

—Llegamos, Señora Presley —la azafata me tendió una maleta.

—Gracias.

Bajé del avión con dos opciones, salir corriendo, refugiarme en donde no iba a encontrarme o seguir con nuestros planes, verlo en algún lugar, estar tentada a dormir entre sus brazos... despedirme, era hora de poder decir adiós.

Una vez más ese cartel en manos de un desconocido me hizo saber en que él ya estaba esperando por mí.

"Lisa, Michael está esperándote"

—Hola, soy Lisa.

—Lo sé —me sonrió el chófer retirando su gorra con cortesía, luego de ver su sonrisa los ojos se me llenaron de lágrimas. Me hizo una señal para guardar silencio-. No quería esperar más.

Tomó mi muñeca. No cabía duda, él era el maestro del disfraz, y aún así no podía ocultarse de si mismo. Caminamos hasta encontrarnos con una limusina blanca, como aquellos modelos en donde le gustaba viajar con glamour, me agradaba la idea de recordar cuantas veces  nos encontramos en esas puertas estrechar provocando el estremecimiento del otro. 

— ¿Qué ocurrió con pasar desapercibido?

—No lo necesitaré cuando lleguemos a nuestro destino. 

— ¿A dónde iremos?

—Es una sorpresa, me costo mucho encontrar un lugar en donde poder pasar todo el fin de semana sin ser interrumpidos por nada, ni nadie, ahora mismo me agrada mucho la idea de estar a solas contigo. 

Un suspiro nació desde mi pecho, no pude sostenerle la mirada y me centre en mis zapatos, el frió de octubre inundaba Los Ángeles con un poco de neblina, al parecer había estado lloviendo un par de horas antes, el olor a tierra mojada era inigualable. 

—Por favor, no me odies mientras estemos juntos —me tomó la mano con delicadeza—. Quiero tener la oportunidad de convencerte. 

Negué un par de veces. No había manera de hacerme cambiar de opinión, mi familia era importante, mis hijas eran importantes y a pesar de amar o no a L con la misma intensidad estaba convencida de volver a esa vida en Londres. 

—No quiero hablar de eso. 

—Es necesario, has venido para darme la oportunidad de hablar con la verdad. Lo hago para poder estar contigo el resto de mi vida, no planeo una vida en la cual no pueda volver a verte, te quiero a mi lado, participe de cada atardecer, quiero verte cada mañana, quiero tocarte, besarte, sin remordimiento alguno. 

— ¿Quieres causar otro divorcio? —intenté reír con su semblante serio apuntando la limusina. 

—Ya hablaremos sobre eso. 

El tema no le había causado ningún tipo de gracia, tampoco esperaba a verlo partirse de la risa, pero luego de todo cuanto pasamos no me lo imaginaba reaccionando de esa manera.

—No quise hacerte sentir mal.

—Hablaremos después.

Me abrió la puerta, una vez dentro lo esperé a verlo sentarse a mi lado, pero en lugar de eso ocupó el asiento del copiloto.

Me volví minúscula, ya podía sentirme culpable, no era buena para hacerle saber cómo me sentía, pero no podía darle muchas esperanzas de quedarme a su lado, ni darme esperanzas a mí.

—Lo siento —hablé en voz alta sin preocuparme por el chófer de la limusina—. No soy buena hablando, lo sabes. No quiero lastimarte, quiero olvidarme de todo y pasar estos tres días únicamente pensando en ti.

El automóvil paro, él decendió, me abrace a mi misma. Un extraño frío me recorrió todo el cuerpo, estaba arruinando mi oportunidad para estar con él, de hecho la había terminado, así de idiota me comportaba a veces.

—No digas nada —me besó, no era capaz de resistirme, era él, sus delicados labios, su aliento y su lengua, debía ser tomado como una arma mortal.

—Realmente lo siento —susurré cuando nos detuvimos a tomar un poco de aire.

—Yo lo siento —puso mi mano sobre su pecho, podía sentir su corazón latiendo.

—Estás muy delgado.

Negó un par de veces, me sonrió entrando al vehículo y cerró la puerta, me abrazó, me sostuvo entre sus brazos, adoraba estar entre sus brazos, el frío desaparecía, él era sin duda todo aquello que deseaba, el problema era estar tan lejos de él, lejos de casa y tan lejos de poder unir a ambos. 

QuédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora