"Verdad"

437 24 14
                                    

Habíamos llegado a una cabaña en las afueras de Neverland, el lugar que alguna vez había sido su hogar, ahora se encontraba cerrado.

– ¿Nunca volviste?

Me atreví a preguntar cuando lo descubrí mirando por la ventana.

–No. Mi valor se perdió luego de tanto tiempo, no soy tan fuerte como lo imaginaba.

–Yo siempre te creí fuerte.

–Únicamente tenía a mis hijos en ese entonces, ellos me necesitaban fuerte y justo en esos momentos fue cuando perdí el suelo, no volví a tocarlo hasta hace un par de semanas.

Se dió la vuelta, su perfil me continuaba sorprendiendo, estaba realmente muy delgado, se podía ver su mandíbula.

–Esos años dejaron secuelas, ¿no?

–Bastantes en realidad –recorrió la sala con mirada, había una pequeña chimenea dos sofás y un sillón para cuatro personas de color marrón a juego con la madera de las paredes–. Quiero dejar algo en claro –carraspeo caminando directo al sillón–. No planeaba despertar e ir directo a tu casa para pedirte una nueva oportunidad, mis planes no incluían pasar por esto.

– ¿Debo alegrarme? –pasé del umbral dividiendo la sala de la cocina a sentarme junto a él.

–Antes de pedir ser inducido al coma pensé en ti, en cuántas veces te había complicado la vida totalmente consciente de mis acciones, deseando más mi felicidad a la tuya –fue hasta ese momento cuando logramos hacer contacto visual sin soportarlo más de unos segundos–, fui muy egoísta contigo, pero aun así estás aquí.

Puse un mechón de cabello detrás de mi oreja, respiré profundo las palabras correctas para contestar.

–También estuve reflexionando sobre nuestra última llamada. No fue una pelea pero... por primera vez me sentí capaz de ganarte, de acusarte daño sin piedad alguna. Yo no estaba molesta contigo, estaba furiosa, intenté olvidarte de mil maneras posibles.

– ¿Casarte fue uno de tus métodos?

Lo miré de nuevo a la cara con seguridad.

–No, casarme fue parte de reconstruir mi vida –me encogí en los hombros antes de suspirar–. Necesitaba intentarlo una vez más, y como siempre apareciste tú.

–Lo siento mucho.

–No fue enteramente tu culpa, debí haber tenido la fuerza de voluntad para no caer en tus brazos.

–Es mi culpa porque yo sabía de esa debilidad.

–Ya no importa, lo importante debería ser no volver a pasar por lo mismo.

Asintió apenas moviendo un poco la cabeza. No importaba cuantas veces quisiéramos ocultar la verdad, esta siempre iba a volver hasta nosotros únicamente para recordarnos los errores del pasado.

– ¿No quisieras repetir nada de eso?

–Le hicimos daño a muchas personas, mis hijos incluidos, no debió suceder.

–Lamento haber arruinado tus matrimonios.

–Te dejé hacerlo, debemos compartir la culpa.

– ¿Sucederá lo mismo esta vez?

–No.

–Necesitamos hablar sobre las niñas Lisa.

–Lo sé.

Tenía miedo a tocar ese tema con él, sus preguntas realmente me aterraban y quizá no tanto como las respuestas.

–Tienen dos años, ¿no?

QuédateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora