"Pérdida"

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Vi sus ojos perdidos en la ventanilla del avión, me asusté, me asustaba poder despertar en mi cama junto a L sin haber podido pasar por ese maravilloso fin de semana. No sabía cómo iba a poder sobrevivir sin él.

Mi teléfono comenzó a sonar despejando mi mente, el avión estaba a punto de despegar, en cuanto vislumbre el nombre de mi pequeña niña rubia.

Mamá, escucha.

—Riley, cariño por ahora no puedo hablar, te devolveré la llamada en cuanto esté en Londres.

El teléfono se quedó dentro de mi equipaje y para cuando volví la mirada al cabello rizado de Michael él ya tenía la mirada humedecida sobre mí.

— ¿Riley?

—Sí, necesitaba hablar conmigo, pero estamos a punto de despegar, no puedo hacerlo.

—Claro.

El viaje había terminado, las cosas a partir de ese momento iban a limitarse a pasar tiempo con nuestras hijas para intentar recuperar un poco del tiempo perdido.

—Lo siento, por no poder ir contigo.

—Tú puedes ir conmigo, simplemente no lo deseas, es entendible luego de todo cuanto pasó.

—No es como crees.

—Sí lo es, tu buscas darle a tus hijas algún tipo de estabilidad, porque al parecer esa palabra se volvió muy importante para ti, también porque te lastimé —su voz comenzó a romperse prácticamente en el mismo segundo en el cual mis ojos comenzaron a llenarse de lágrimas—, no importa cuantas veces te pida perdón, no importa si lo hice de manera estúpida e irracional, te lastimé con la suficiente fuerza como para lograr esto, pero tú también me lastimaste, te alejaste de mí justo cuando más te necesitaba.

— ¿Por qué haces esto?

—Perdona si no puedo concentrarme en aliviar tu culpa —comento con sarcasmo.

—Yo no quería abandonarte, no pretendía dejarte a un lado, pero era necesario para cuidar de mí y de mis hijos.

—Podías hacerlo a mi lado.

—No, tú no lo entiendes, siempre fuiste la víctima, el mundo siempre estuvo pendiente de ti y los tiranos asechando, ¿Sabes cuántas veces me llamaron zorra en las calles? No eso no es relevante para ti, el único dolor dentro de tu mundo es el tuyo. Y ahora estamos discutiendo de nuevo, es lo mejor para comenzar el día.

—Únicamente deseo tenerte conmigo.

—Esta no es un buena manera de conseguirlo.

—Lo sé —suspiró—. Voy a extrañarte como un loco, quizá eso es más importante a todo lo pasado.

—Por favor, perdóname. Nada me gustaría tanto como poder vivir una larga vida a tu lado, ese era el plan inicial, ¿recuerdas?

—Jamás lo olvidaría.

—No importa sí no estoy contigo mañana o si no puedo volver a verte, te amo, con cada resquicio de mi alma, pasaré el resto de mi vida amándote como te lo prometí.

Al menos esta vez podía estar segura de no terminar con el corazón más roto que antes, sus ojos probablemente no estaban brillando por esas promesas inconclusas, en su lugar eran lágrimas dispuestas a depurar su dolor, ambos nos quedamos en silencio incapaces de continuar hablando para lastimar al otro.

— ¿Esto hacíamos todo el tiempo? —le pregunté con ingenuidad.

—A veces, no siempre hablábamos del los defectos del otro, a veces solíamos no hablar —reconocí  ese tono de picardía envolviendo su voz.

—Recuerdo bien eso.

Levantó la mano en mi dirección para pedirme ocupar el lugar a lado de él, dejé mi lugar a lado de la ventanilla para sentarme a su lado, en esos momentos únicamente deseaba perderme en sus ojos sin pensar en nada más, justo como había escrito en el cuento, quería caer de nuevo a su lado, justo como cuando nos conocimos, cuando éramos el uno para el otro, cuando nada podía estar mal y el mundo era de nosotros, antes de perder todas mis ilusiones.

—Te amo tanto —sus labios se unieron con los míos luego de haber susurrando aquellas palabras, me agradaba el silencio a nuestro alrededor, como su aliento me invadía sin reserva alguna recordándome cuanto había logrado conocerme, la sangre me invadió las mejillas, sus brazos me aprisionaron mientras nuestras lenguas se encontraban una a la otra sin mucha demora, nuestra urgencia era equivalente a nuestro tiempo separados.

Mi cuerpo abandonó el frío, mis brazos se aferraron a él, tan irreal como perfecto. Y así es como pasamos las últimas 10 hora del vuelo, acariciando al otro intentando concebir la idea de un verdadero adiós justo como no habíamos sido capaces de hacer desde hace tiempo.

En cuanto el avión llegó a su destino me sentí afortunada de ser quién era, afortunada de haber tenido a alguien como Michael Jackson en mi vida porque cuando personas como él están a tu lado puedes estar segura de que eres parte de algo especial. Tomar nuestro equipaje no fue exactamente la peor parte de terminar nuestro viaje, sino llegar hasta el aeropuerto para toparnos con los ojos azulados de mi hija mayor, Michael soltó mi mano escondiendo la mirada de quien parecía mi dragón protector, ella al instante me abrazó, tomó la mano de Michael y nos llevó al interior de una camioneta negra, nadie emitió palabra alguna, pero algo no estaba bien y eso podía asegurarlo.

— ¿Riley? —la llamó Michael tímidamente—. Este no es el camino a casa.

—No —le respondió en un susurró—, no podemos ir a casa aún.

La tesitura de su voz logró erizar mi piel completamente.

—Necesito darles una noticia, pero por favor mantengan la calma.

¿Cómo era posible mantener la calma? ¿Cómo podía ignorar ese tono de alarma pidiéndome salir del auto sin importar la velocidad.

— ¿Ocurrió algo?

Apenas logre vislumbrar el color blanco del edificio mi respiración comenzó a descontrolarse, cuando la palabra "Hospital" se revelo antes mis ojos esto ya se habían llenado de lágrimas a punto de ser desbordadas.

—Paris tuvo un accidente.

La mano de Michael se aferro a la mía, intenté cerrar los ojos imaginando no estar pasando por esa situación, el automóvil llegó hasta la parte inferior del edificio en donde se encontraba el estacionamiento, no me intereso soltar la mano de Michael, no me importo casi caer al bajar del vehículo por la desesperación de salir corriendo, necesitaba verla, esa era mi prioridad, vislumbrar de nuevo esos ojos verdes tan claros como lo había soñado alguna vez, no podía perderla, no podría soportar perder a otro de mis hijos.

CONTINUARÁ...

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