Mañanas como esas no se podían tener dos veces en la vida, continuaba anudando mi corbata con las manos temblorosas por la cita con el médico, después de haber escuchado el corazón de mi hijo latir ya nada me hacía sentir mejor.
—... Michael —la escuché susurrar aún recostada en la cama.
—Ya voy cariño.
—... Michael —repitió la misma línea esta vez casi sollozando.
Salí del baño sin más demora y en cuanto vi sus ojos verdes derramando lágrimas corrí hasta ella.
— ¿Qué ocurre?
No hicieron falta palabras, su mirada aterrada y la sangre inundando la sabanas me hicieron reaccionar rápido.
—Tranquila, amor. Intenta mantener la calma —no sabía de donde habían salido las malditas agallas para poder pronunciar esas palabras, pero ahí me encontraba sonriendo, intentando mantener la calma mientras ella se desangraba.
Tomé el teléfono marcando de una manera torpe pero efectiva y en cuanto me contacte con alguien casi le grite que llamará a una ambulancia. Todo paso muy rápido, pero también tan lento, sentía que la sirena no tenía sonido, veía a Lisa intentar mantener despierta mientras sostenía mi mano con debilidad.
Abrí los ojos de golpe, miré a mi alrededor buscando su cuerpo, sus ojos, el consuelo de su tacto, pero pronto me di por vencido, ella no estaba ahí, no iba a estarlo nunca más porque había cometido la idiotez de estar con otra mujer, de abandonar a quien amaba con toda mi alma para conseguir uno de mis grandes anhelos, tenía un hijo a quien ya amaba sin antes ver su rostro, pero no tenía a la madre de mi hijo, ella se había escapado de entre mis manos como el agua y sin importar cuantos hijos pudiera tener, ella no iba a regresar a mí con ninguno de ellos. Me cubrí la cara con ambas manos deseando morir en ese instante, estaba casado, así eran las cosas, podía salir corriendo tras ella y todo el mundo estaría esperando a escuchar como el extraño Jackson salió a engañar a su esposa embarazada con su ex esposa a quien había dejado luego de dos años de matrimonio.
—Maldito imbécil —solté al aire molesto conmigo, con mis actitudes y decisiones.
— ¿Estás bien? ¿Michael?
Levanté la cara, le mire, tan irreal desde el otro lado de la habitación con una expresión de confusión en los ojos, tarde apenas un par de segundos en ponerme en pie para poder caminar hasta donde se encontraba y sostenerla entre mis brazos, aferrarme a ella como una nueva realidad lejos de todas esas penumbras que tantas veces amenazaban con asfixiarnos sin piedad alguna.
Se quedó muy quieta, respirando con tranquilidad, sin prisa alguna por alejarme de ella y finalmente puso ambas manos en mi espalda recordándome que era humano, capaz de sentir, de dar así como recibir amor. Me rodeo el cuerpo con sus brazos, en ese momento pude sentir como se ceñía a mí sin tener la intención de alejarse en ningún momento. Le di un beso en la frente apenas sopesando mi respiración de unos instantes antes, parecía haber retrocedido en el tiempo, sentí todos nuestros años separados como una simple pesadillas desapareciendo entre los rayos de luz penetrando las cortinas de su habitación.
—Lo siento mucho, no tienes idea de cómo me he lamentado a lo largo de los años por todo, golpeaba mi cabeza contra la pared, de una manera casi literal.
—Escucha, el pasado no puede cambiarse y sin importar cuántas veces desees será siempre el mismo. No te odio, pero es difícil pensar en cuántas cosas pudimos tener juntos y como todo se fue a la basura, ¿Sabes cuánto lloré luego de saber que Debbie estaba embarazada? No, ¿Sabes cómo me sentí cuando Paris nació? ¿o cuando el pequeño Blanket lo hizo? No. Es complicado superar la clase de cosas por las cuales no debería estar aquí contigo en mi primer lugar —suspiró—. Estoy pidiendo tu ayuda, después de esto únicamente quiero estar en paz contigo, mirar una fotografía de nosotros sin arrepentirme, sin sentir odio, molestia, únicamente sonreír por los buenos recuerdos, Michael... estoy cansada de huir de mis sentimientos.
—Entonces no huyas de ellos.
—Es fácil para ti decirlo, por alguna razón siempre son menos complicadas para ti.
—Lisa.
—Escucha, por favor —me interrumpió comenzando a poner distancia entre nosotros—. Entendí cuando Prince nació, me conforme con hacer oídos sordos a todo el mundo, escuché a un sin fin de personas hablar mal de mí por estar contigo mientras tú esposa estaba embarazada, intenté quedarme contigo aún cuando ocurrió lo de Paris, busque la manera de convencerme para creer en tus promesas, pero un día simplemente no pude más. Tú olvidaste todas esas promesas, pero yo aún las tengo en la mente.
Había cometido muchos errores a lo largo de mi vida, me atreví a faltar a mis propios principios con tal de salirme con la mía, le falté a mis seres queridos, amigos y me alejé a todos aquellos cuya preocupación era una "una molestia" para mí. De alguna manera debía pagar por cada decisión.
— ¿Cómo puedo ayudarte? ¿Cómo logró remediar mis errores contigo? —dejé caer mis brazos caer a los costados y ella tomo mi mano para llevarme hasta la cocina en donde había preparado el desayuno.
—Dejame pasar contigo este fin de semana, déjame estar a tu lado sin hablar sobre los malos recuerdos, en realidad quiero aprovechar estos momentos contigo, porque ahora sé que talvez después de esto no te volveré a ver.
¿Realmente era hora de dejarla ir? No tenerla cerca era como una muerte lenta, dolorosa, pero lastimarle no podía ser lo contrario, tal vez después de todo era hora de asumir el fin de nuestros días, dejar de atormentarla y atormentarme, vivir nuestro final con una sonrisa en el rostro. Sin embargo había renunciado a ella una vez, le había dado la oportunidad de buscar a quien la amara con la misma intensidad, y no lo encuentro, no pudo encontrarlo, porque era yo quien estaba destinado a estar a su lado, por última vez me convencí de no dejarla ir.
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Quédate
FanfictionVen, toma mi mano, recuerda nuestra vida juntos. Ya no habrá secretos, es una promesa. Te amaré por el resto de mi vida, como lo prometí por primera vez, me quedaré contigo cada puesta de sol y seré él primero que esperé a ver tus ojos cada amanecer...