— ¿Hay una razón?
—Sí, y entiendo tu miedo por hablar sobre Harper y Finley porque yo sentí miedo de hablar de Paris.
—Se más claro por favor.
—Cuando perdiste al niño —su voz se fue apagando, se sentó en el suelo dejando a un lado el contacto visual—. El doctor hablaba y hablaba sobre todo lo ocurrido, él intentaba explicarme como terminaste en una cama de hospital sangrando, tan pálida, tan indefensa. Intentaba escuchar, estaba tratando saber cómo de un momento a otro lo habíamos perdido todo, dijo algo sobre tu matriz y fue cuando comencé a escuchar de verdad. Mencionó la posibilidad de quedar estéril, me hizo firmar un par de formas para conservar algunos de tus óvulos en buen estado.
Hizo una pausa para dejarme analizar sus palabras. El silencio no fue en realidad la mejor banda sonora. Tal vez parecía demasiado fácil entender a dónde se dirigía, pero mi cerebro apenas entendía sus palabras, recordar esas escenas no me hacían reaccionar.
—Los conservé luego del divorcio, e intenté experimentar con ayuda de Debbie.
Ese nombre me causaba un sentimiento de molestia, rabia y tristeza, la culpa de lo ocurrido no era suya, mi rabia no debía ser contra ella.
—Siempre a las órdenes de Michael Jackson su majestad -me reí un poco. Si él fuera rey dentro de una dinastía obviamente ella sería su súbdita más leal.
Suspiró haciendo caso omiso de mis palabras.
—En la clínica de fertilidad me dejaron usar tus óvulos, Debbie fue quien prestó el vientre. Yo esperaba, realmente esperaba fracasar con esto, deseaba quedarme con el intento, y no sucedió. El bebé creció fuerte y sano dentro de ella, yo deseaba decírtelo, quería gritarlo a los cuatro vientos, sin embargo me quedé callado. Tenía miedo de cada pequeño problema con ella, deseaba mantenerla en una fortaleza por ser mi mejor recuerdo de ti.
— ¿Ella lo sabe?
—Se lo dije hace poco, justo cuando ella fue a visitarte en Londres.
Había mencionado algo de necesitar mi presencia en su vida, sus lágrimas, su cuerpo tembloroso me llamaba a consolarla, ella no tenía los ojos de hijo, era mi hija, era el sueño anhelado de ambos, un sueño verdaderamente irreal.
—Bien —me levanté de nuevo, ubique la puerta sin problema alguno y pasé sobre él deseando llegar a mi cama lo antes posible.
— ¿Lisa?
— ¿Sí? —giré sobre mis talones.
— ¿Estás bien?
—Perdiste dos años de la vida de tus hijas, yo perdí 12 años de la vida sin mi hija, no vamos a recuperar esos años, no hay nada por hacer.
Asintió con inseguridad aún en el suelo, ahora él parecía un niño indefenso.
— ¿No estás molesta?
—Si eso me ayudará a recuperar el tiempo perdido entonces estaría furiosa como en años pasados.
— ¿Cuándo dejaste de estar molesta?
—Luego de saber sobre tu muerte, todos esos sentimientos desaparecieron, muchos recuerdos me golpearon de un instante a otro y comprendí un poco mi forma de sentir —di un par de pasos al frente—. Yo deseaba ser el centro de tu mundo, quería tenerte a mi lado, quizá para mí era más importante porque sin importar cuántas veces lo intenté tú eras el único terremoto en mi vida, podías presentarte con descaro frente a mi casa y me gustaba sentir toda esa adrenalina corriendo por mi cuerpo hasta calentarme las mejillas. A veces me consolaba diciendo que eras únicamente un entretenimiento sexual, ya sabes, algo casual de una noche, la mejor compañía bajo las sábanas, pero —me puse ambas manos en la cabeza—, ¡Mierda! Te amo. Me tomó mucho tiempo ignorar ese sentimiento, y ahora estoy asimilando como continuar con mi vida.
—Yo también te amo, te amo de una manera inhumana.
—Lo sé, y escucharte decirlo me llena de una satisfacción inexplicable.
—Entonces quédate conmigo, prometo decirlo cada mañana y cada tarde... necesito otra oportunidad.
— ¿Podemos hablar de eso después? Estoy cansada y me gustaría poder dormir un poco.
No sabía la hora, pero el cansancio realmente era mucho, toda esa carga emocional sobre mis hombros debía desaparecer al menos por unas horas. No era tiempo de pensar, debía disfrutar de nuestros días juntos y al abordar ese avión imaginar que todo fue un sueño. No había otra manera.
—Tenemos tres días —reiteró.
—Prometí olvidarme de todo, y aún necesito dormir, ¿tú no?
Bajo la mirada de nuevo, al parecer sus problemas para conciliar el sueño aún se encontraban vigentes.
—Puedes dormir conmigo si quieres.
— ¿En serio?
—Únicamente vamos a dormir, no es nada de otro mundo, lo hemos hecho cientos de veces —extendí la mano en su dirección, se levantó de suelo con cuidado y caminó vacilante hasta donde me encontraba, aún era alto, todavía parecía mi protector y sus ojos continuaban siendo preciosos. Dejó caer el peso de su mirada en mí apenas tocando mi mano, cuando menos lo noté ya estaba entre sus brazos preguntándome si todo eso era real o mi mente me jugaba una buena broma.
—Lo lamento. Perdón por alejarte de Paris por tanto tiempo, perdón por hacerte odiarme por tanto tiempo.
No dude en ceñir mi cuerpo al suyo, su aroma natural me invadió de un segundo a otro penetrando cada uno de mis sentidos, deseaba poder conservar ese abrazo como el mejor recuerdo de nosotros.
—Vamos a dormir.
Caminamos hasta la habitación en donde había dejado mis cosas, la cama era individual lo cual no obligó a dormir uno muy cerca del otro como en los viejos tiempos cuando no queríamos estar separados en ningún momento, me quedé despierta mirando sus facciones relajadas, se había quedado dormido sin mucho problema, al parecer había dejado el mundo de las pastillas para dormir optando por el sueño natural, verlo así me recordó a nuestro primer aniversario y todas esas noches en las cuales me encargaba de velar por sus sueños, sus respiración lenta me hizo perderme de un segundo a otro y desperté con el propósito de robarle un beso antes de sumergirme entre la oscuridad de mis sueños. Me acomodé en su pecho y guiada por su respiración comencé a soñar.
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Quédate
FanfictionVen, toma mi mano, recuerda nuestra vida juntos. Ya no habrá secretos, es una promesa. Te amaré por el resto de mi vida, como lo prometí por primera vez, me quedaré contigo cada puesta de sol y seré él primero que esperé a ver tus ojos cada amanecer...