Contra el día

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Se detienen las palabras desde el holocausto que profesé una noche donde -no sé- si se despega la cordura, la soltura de ideas, o el miedo de no soportar que la luna me castigue de soberbia. Dormir es casi una decena de infinitos extraviados de mí misma. No hay aparente disfunción ni trabas para seguir en los abismos, o en el arrastre de un caracol doblegado de intuición.Solo es tedio, repito, de no aguantar, de vaciarme demasiado, de tener mis carpetas desordenadas como hizo profecía el siquiatra que no entendía mi paralela o meridiana forma de ahogarme sobre la nada, de los espejismos baratos que la insolencia me deja.Harta de no seguir el siguiente paso de la monotonía, dispar, transeúnte del desvarío y el sofoque para decir, a veces: -"soga, que te deseo".

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