Capítulo 2

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Llegué solamente cinco minutos tarde y debía de avisar al hijo de mi jefe de que al fin llegué.

Toqué la puerta del despacho con las manos sudorosas.

- Adelante -la voz grave del hijo del jefe se escuchó desde el interior.

Me adentré en el despacho despacio.

El estaba sentado de espaldas mirando a través del ventanal que llegaba desde el suelo al techo.

Tenía la ventaja de que el hijo de mi jefe estaba enamorado de mi y de las veces que había llegado tarde nunca me ha regañado.

- Siento llegar tarde -me justifiqué-. No volverá a pasar.

- No te preocupes -me dijo sin quitar la vista del ventanal-. Mi padre aún no ha despertado -se dio la vuelta y me sonrió.

Le sonreí de vuelta y asentí con la cabeza para después salir del despacho.

- Espera... -me detuvo-. Mientras se despierta, me gustaría hablar a solas contigo -miró hacia el escritorio, se le notaba avergonzado.

Alcé una ceja y le sonreí confusa.

- De acuerdo -respondí-. Es lo menos que puedo hacer después debllegar tarde.

- Salgamos al jardín, pues -me respondió contento.

Me ayudé a subir a su silla de ruedas. Empujé la silla hasta el jardín amplio que había delante de la casa.

Paró la silla en seco.

- Aquí está bien.

- Si... -sonreí nerviosa y me senté en el pequeño banco.

Una pequela farola era lo único que nos alumbraba.

Jegueteé con mis dedos enredandolos entre ellos. Miré directamente a los ojos del hijo de mi jefe, quién parecia nervioso. El, por su parte, mordia su labio y golpeaba el brazo de la silla de ruedas con sus largos dedos.

- ¿De que querías hablar? -mi voz cortó el incómodo silencio.

- Solo entiendeme, ¿vales? -giró su cabeza para mirarla.

¿Vales?, ¿que quiere que le conteste a eso?

- ¿Que si valgo? -pregunté confundida.

- Si -asintió-. Dentro de nada, me quitarán la venda de la pierna y volveré a andar y estaré al cuidado de mi padre -me miró.

-  -sonreí nerviosa.

- Oh perdón -sonrió-. No lo habré dicho bien.

- Que... Cuando me recupere, no hará falta que vuelvas. Yo me ocuparé de ese viejo cascarrabias.

- Enserio, no hace falta que te ocupes de el, es mejor que vuelvas a la universidad Henry. Estaré bien, no te preocupes por mi.

El negó.

- El es mi padre, debo ocuparme de el. No quiero que parezca que te esté echando, al contrario, puedes venir de visita, pero no ha trabajar.

- Te vuelvo a decir, Henry -fruncí el ceño y respiré profundamente para no ser demasiado borde y no perder los nervios-. Me gusta trabajar en esto... -le sonreí y jugueteé con mi pelo.

¿Como iba a decirle que si no trabajaba en esto no tendría nada? Si era con el sueldo qud me daban por estar aquí y me costaba pagar el alquiler del piso, sin trabajo debería volver a vivir con mi abuela, y no me gustaría volver a meterme con esa vieja cascarrabias.

- Además, aunque te quiten las vendas deberás ir con cuidado -lo miré directamente a los ojos azules y sonreí. Justo cuando iba a replicar salté de mi sitio y me coloqué delante suya con los brazos en jarra-. ¿Y qué hacemos aquí parados? Tu tendrás cosas que hacer, y tu padre me estará esperando -comencé a empujar la silla de ruedas de camino a la casa.

- Eres muy cabezona Sam... Ya hablaremos sobre éste tema -colocó las manos en su regazo y casi pude ver como puso los ojos en blanco.

Lo dejé en la puerta de su dormitorio puesto que nunca me había dejado entrar.

- Descansa -le dije besando su cabeza y volviendo por donde vine para ir al cuarto acondicionado de Thom, el padre de Henry.

Entré sin llamar y encendí la luz para verlo sentado en su sillón, con los mismos cables y tubos que tenia el dia anterior.

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