CAPÍTULO 8

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—¿Está hecho?
Maris levantó la vista de los pedidos que estaba revisando para mirar a Ture de

pie en la puerta del despacho.
—Casi... ¿Realmente piensas encargar doscientos rábanos? Una sonrisa maliciosa se dibujó en su hermoso rostro. —Así es. ¿Tienes algo en contra del poderoso rábano? Maris levantó las manos en señal de rendición.

—No del cocinero, pero ¡qué asco! Sin embargo, si alguien posiblemente puede preparar algo sabroso con algo tan repugnante, tengo toda mi fe puesta en tus capacidades.

Sonriendo, Ture se movió para colocarse detrás de la silla de Maris y poder revisar los pedidos que tramitaba por él.

—Todavía no puedo creer que hagas esto por mí sin quejarte. Detesto esta parte del negocio.

Maris se encogió de hombros mientras se recostaba en la silla.

—El papeleo no me molesta en lo más mínimo. Y me hace sentir más útil que arruinar la noche de Hauk cuando le gano en línea. Por no hablar de la verdadera razón por la que lo hago...

—¿Y cuál es?
Hizo girar la silla y puso a Ture en su regazo.
—Cuanto antes llegues a casa, más pronto puedo follarte.

Mordiéndose el labio, Ture puso los brazos alrededor del cuello de Maris.

—Definitivamente me gusta esa idea.

Maris lo besó hasta que alguien se aclaró la garganta. Miraron hacia la puerta para ver a Anachelle allí de pie imperturbable.

—¿Chicos? Realmente odio entrometerme, pero he roto aguas.

Con un grito ahogado, Ture se puso en pie. En total pánico, caminó hacia a Anachelle, luego se volvió hacia Maris, luego la rodeó de nuevo. Sería gracioso, si Ana no tuviera necesidad de ir al hospital.

Maris lo sujetó por los brazos.

—Respira, cariño. Está bien. Yo termino, cierro... y limpio el agua del suelo. Puedes llevarla al hospital, yo te veré allí.

—Está bien. —Él se asustó aún más.
—Ture —dijo Maris con calma—. Mírame, cariño. Él obedeció.

—Cálmate. No va a tener el bebé encima de ti. Te lo prometo. Conduce con cuidado. Está a sólo cinco calles de distancia. La dejas en la puerta de la sala de urgencias, aparcas y luego entras. ¿De acuerdo?

—Dios, te quiero, Mari. —Le dio un rápido beso y después fue hacia Anachelle para sacarla del restaurante.

Ana y Darling eran las razones por las que siempre iban a trabajar en dos vehículos. En caso de que uno de ellos tuviera que salir, el otro tenía un medio para volver a casa.

Encubierto y silencioso - 7o de la LigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora