CAPÍTULO 10

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Una y otra vez, la advertencia de Darling se reproducía en la cabeza de Maris sentado en el transportador público que estaba bloqueado en el tráfico. Nunca había sido paciente con este tipo de cosas, pero hoy...

Frunció el ceño mientras barría el paisaje que los rodeaba y una mala sensación lo recorría. Cuando te cazan, el atasco era una cosa peligrosa. Era otra de las razones por las que normalmente se movía con motocicleta aérea. Era prácticamente imposible caer en una emboscada.

Pero con el equipaje, había necesitado un maletero. Y un transportador hacía de él un blanco fácil.

Cada onza de entrenamiento militar se disparó.

—Voy a salir aquí —le dijo al conductor antes de pasarle la tarjeta—. Entregue mi equipaje en el destino, y me aseguraré de que sea bien recompensado.

—Sí, mi Lord.

Dos segundos después Maris golpeaba la tarjeta, abatido por su desenfrenada estupidez. Maldita sea, llevaba demasiado tiempo viviendo como un civil. Si la Liga estaba vigilándolos, acababa de dar su ubicación. Estúpido imbécil.

Maldiciéndose, Maris salió del transportador y aseguró la bolsa más pequeña a través del cuerpo de modo que ambos brazos estuvieran libres. No se detuvo ni vaciló mientras maniobraba a través de la calle atestada de gente a pie. Asegurándose de mantener una mano sobre el arma oculta, permaneció vigilante, odiando cada segundo de esto.

A pesar de que le fue inculcado durante horas y horas de entrenamiento y ejercicios, este grado de alerta máxima lo lanzaba de nuevo a un tiempo y lugar que no quería volver a visitar.

"¿Qué eres, un maricón patético? ¡Mantén la guardia! Sólo los maricones dependen de sus amigas para protegerlos. Eres un soldado, no un afeminado cobarde".

En aquel entonces, había vivido en un estado de perpetuo cabreo. Había sido lo suficientemente fuerte para ser insultado, pero oír el desprecio abierto y hostil hacia una preferencia que había hecho todo lo posible por negar y "curar" sólo había empeorado las cosas. Lo había intentado todo para ser como los demás hombres de su familia, de la academia y de la armada. Diciéndose a sí mismo que no era realmente homosexual. Que era desconcierto o curiosidad. O lo que fuera necesario menos lo que realmente era.

Sólo su prometida, Tams, había hecho que fuera soportable. Como ella no era Phrixian, había asumido que el comportamiento extraño y la renuncia a tocarla era su propio nerviosismo por ser de una raza diferente.

Lo mejor de todo, le había proporcionado una excusa fácil para mantenerse célibe. Le había dicho que no quería deshonrarla antes de la boda. Tams habían pensado que eso era muy dulce, aunque su padre había hecho rodar los ojos ante algo que consideraba nada viril. Los hombres Phrixian eran esclavos de sus identidades. La integridad estaba establecida sólo cuando te abalanzabas sobre alguien al que patear el culo. Por lo demás, el universo era tu patio de recreo y tú hacías lo que te venía en gana.

Encubierto y silencioso - 7o de la LigaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora