CAPÍTULO 3 p-2

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  —Bueno, Curley es muy pendenciero —repitió escépticamente el barrendero—. Nunca me pareció justo. Supongamos que Curley se pelea con un grandullón y le da una paliza. Todo el mundo dice que Curley es muy valiente. Y supongamos que vuelve a hacer lo mismo y el grandullón le da una paliza. Entonces todo el mundo dice que el grandullón debería pelearse con alguien de su tamaño y tal vez incluso lo vapulean entre todos. Nunca me pareció bien. Escomo si Curley llevara siempre las de ganar.

George estaba vigilando la puerta. Con el tono de quien formula un presagio, dijo:

—Bueno, que se guarde de Lennie. Lennie no es un boxeador, pero es fuerte y rápido y no conoce leyes.

Se acercó a la mesa cuadrada y se sentó en uno de los cajones. Recogió algunos naipes y los barajó.

El viejo se sentó en otro cajón.

—No vayas a decirle a Curley nada de esto. Me mataría. A él no le importa nada. Nunca le van a pegar, porque su padre es el patrón.

George cortó el mazo de naipes y empezó a girar las cartas mirando cada una y arrojándola después en una pila.

—Este Curley —opinó— parece un buen hijo de perra. No me gustan los hombrecitos malos.

—Me parece que últimamente se ha puesto peor —añadió el barrendero—. Se casó hace un par de semanas. Su mujer vive en la casa del patrón.Parece que Curley es más gallito desde que se casó.

—Tal vez quiere lucirse ante su mujer.

El barrendero continuó hablando, una vez encontrado el gusto a sus chismes.

—¿Viste ese guante que tenía en la mano izquierda?

—Sí, lo vi.—Bueno, ese guante está lleno de vaselina.

—¿Vaselina? ¿Por qué?

—Bueno, te diré... Curley dice que quiere tener esa mano suave para su mujer.

George estudió las cartas como absorto en ellas.

—Es una vergüenza que ande diciendo esas cosas —sentenció.

El viejo quedó tranquilo. Había obtenido de George una afirmación despectiva. Se sintió seguro ahora, y habló con mayor confianza.

—Espera a conocer a la mujer.

George cortó una y otra vez los naipes, y extendió un solitario, lentamente, con cuidado.

—¿Bonita? —preguntó como por casualidad.

—Sí. Bonita... pero...

George estudió sus naipes.

—Pero, ¿qué?

—Bueno..., anda buscando la ocasión.

—¿Sí? ¿Dos semanas de casada y anda buscando? Tal vez sea por eso que Curley está tan inquieto.

—Yo la he visto buscar a Slim. Slim es un mulero. Muy buen tipo. Slim no necesita botas de tacón alto para manejar mulas. Yo la he visto buscar a Slim. Curley no lo sabe. Y la he visto buscar a Carlson.

George fingió falta de interés.El barrendero se incorporó de su asiento.

—¿Sabes qué creo? —George no respondió—. Bueno, creo que Curley se ha casado con una... una cualquiera.

—No es el primero —comentó George—. Muchos se han visto en la misma situación.

El anciano se movió hacia la puerta; su pobre perro levantó la cabeza y espió a su alrededor, y por fin se puso dolorosamente de pie para seguir al amo.

De ratones y hombres→John SteinbeckDonde viven las historias. Descúbrelo ahora