—Óyeme, Lennie. He estado haciendo cuentas con esos conejos.
Crooks interrumpió irritado:
—Puede entrar, si quiere.
Candy parecía incómodo.
—No sé. Claro, que si tú quieres...
—Vamos, entre. Si todo el mundo se mete aquí también puede entrar usted. —Le eradifícil ocultar su placer con muestras de ira.
Candy entró, pero seguía sintiéndose incómodo.
—Es un bonito cuartito éste —ponderó—. Debe de ser agradable tener un cuarto parauno solo, como éste.
—Naturalmente —afirmó Crooks con ironía—. Y un montón de estiércol bajo la ventana.Claro, es muy agradable.
Lennie intervino:
—¿Qué decías de los conejos?
Candy se apoyó contra la pared, junto al collarín roto, y siguió rascándose el muñón.
—Hace muchos años que estoy aquí. Y Crooks también está aquí hace mucho. Ésta es laprimera vez que entro en su cuarto.
—No son muchos los hombres —dijo sombríamente Crooks— que entran en el cuarto deun hombre de color. Aquí no ha entrado nadie más que Slim. Slim y el patrón.
Candy cambió rápidamente de tema.
—Slim es el mejor mulero que he conocido.
Lennie se inclinó hacia el viejo barrendero.
—Esos conejos... —insistió.
—Ya lo tengo calculado —sonrió Candy—. Podemos ganar algo de dinero con esosconejos si sabemos hacer las cosas.
—Pero yo tengo que cuidarlos —interrumpió Lennie—. George dice que yo los voy acuidar. Me lo prometió.
Crooks los interrumpió brutalmente.
—Ustedes no hacen más que engañarse. No hacen más que hablar y hablar, pero no vana tener nunca esa tierra. Usted va a seguir barriendo aquí hasta que lo saquen en un cajón conlos pies por delante. Diablos, he visto ya a muchos como ustedes. Lennie, éste, se irá delrancho y volverá al camino dentro de dos, tres semanas. Parece como si todos tuvieran unterreno en la cabeza.
Candy se frotó iracundo la mejilla.
—Bien sabe Dios que es cierto. George dice que lo podemos hacer. Ya tenemos el dinero;lo tenemos ahora.
—¿Sí? —dijo Crooks—. Y ¿dónde está George? En el pueblo, con mujeres. Allí es dondeva a dar ese dinero. Jesús, muchas veces he visto lo mismo. He visto demasiados hombres consus tierras en la cabeza. Pero nunca llegan a poner las manos en la tierra.
—Claro que todos quieren lo mismo —exclamó Candy—. Todos quieren un terrenito, nomucho. Sólo algo que sea de uno. Un lugar en donde uno pueda vivir sin que lo echen. Yonunca he tenido un campo. He sembrado para casi todos los dueños de tierra en este estado,pero no eran mías esas siembras y, cuando las cosechas estaban listas, yo mismo las recogía,tampoco eran mías. Pero ahora es distinto, y tienes que creernos. George no se ha llevado eldinero. El dinero está en el banco. Yo y Lennie y George. Vamos a tener un cuarto paradormir. Vamos a tener un perro, y conejos, y gallinas. Vamos a plantar maíz, y tal veztengamos una vaca o una cabra.
Se detuvo, abrumado por su pintura.
—¿Dice que ya tienen el dinero?
—Claro que sí. Casi todo. No nos falta más que un poco. Dentro de un mes lo tendremostodo. Y George ya ha elegido el terreno, también.
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De ratones y hombres→John Steinbeck
RandomDos grandes amigos, Lennie y George se encuentran en paro, en plena era de la depresión norteamericana, y con pocas posibilidades de conseguir trabajo debido al retraso mental de Lennie. Cuando son contratados en una granja ven como su vida progresa...