11. Final. La tormenta que lo destruyó todo. Adiós, familia

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Antes de leer el cap, quiero aclarar lo siguiente:
Es injusto, no encuentro otra palabra para describirlo. Injusto en muchas formas. Lo que parece iniciar con el ambiente humorístico conocido, parece cambiar directo a la acción, seguido de un poco de drama y finalmente...
Mejor, descúbranlo por su cuenta

...



En una mansión, se encontraba sentada una pareja en la sala. Ambos con su pequeño, que todavía no nacía.

─Soy tu papá ¿Puedes escucharme? –habló el futuro padre, cerca del vientre de su pareja.

─Pateó, creo que puede hacerlo –se sorprendió la futura madre.

Canna y Nakeli se habían dado el día para ellos dos, acompañados de su pequeño de casi nueve meses. Canna al igual que otras ocasiones, acariciaba el lugar donde se encontraba su hijo. Siempre le hablaba con cariño, contándole algunas historias y diciendole muchos cumplidos.
Mientras tanto, Nakeli observaba con cariño los mimos que su esposo le daba a su vientre, sintiendo las fuertes pataditas con las que su bebé respondía.

─Será un niño con mucha energía –dijo la peli-azul, sintiendo que el pequeño se agitaba dentro de ella.

─Y apuesto que será muy alto –aseguró, viendo el gran tamaño de su vientre.

─Quisiera que tenga tus ojos.

─Yo quiero que tenga tu cabello –expresó sonriente.

─Jaja ¿cómo va a tener mi cabello? Va a ser un niño.

─Ya lo sé, pero quisiera que su pelo fuera azul como el tuyo –dijo oliendo sus mechones–, y quiero que sonría como tú.

─Basta ¡Me haces cosquillas! –exclamó risueña.

De pronto un dolor interrumpió su risa. Canna la miró y comenzó a preocuparse al ver como respiraba con dificultad. Ella se alarmó un poco pero sonrió mientras pronunciaba.
─Ya es la hora.

....

Canna condujo hasta el hospital tranquilizando a su pareja, quien daba ligeros gemidos de dolor y respiraba agitadamente. Ambos preocupados pero felices de saber que su bebé ya iba a nacer.
Al llegar, Nakeli fue puesta en camilla y Canna la acompañó hasta el quirófano, después de todo era el hospital en donde trabajaba.

Dentro de la sala, a la peli-azul se le informó que el canal vaginal no estaba dilatado aún, por lo que tendría que esperar al menos una hora.
Fue así que el doctor salió dejando sola a la pareja.

─Al menos no fue una falsa alarma –suspiró el peli-negro.

─Pero sigo teniendo contracciones –comentó ella con dolor.

─Y las tendrás hasta que sea la hora, amor –dijo burlonamente.

Había una ventana en sala, que dejaba ver a las grises nubes cubriendo el cielo.

─Este mes ha habido fuertes vientos –observó Canna–. Será una suerte si su nombre coincide con el clima.

─Si pasa eso, lo consideraré un milagro.

Canna sonrió, después miró nuevamente el cielo a través de la ventana─. A veces creo, que un mejor nombre hubiese sido Solecito.

Recibió un ligero zape por eso.


...

En una mansión de Inglaterra, Anabel comía junto a su hijo. Nuevamente, sin la compañía de su padre.
Akihiko iba perdiendo el afecto hacia su papá. Aún estando pequeño y sin entender muchas cosas, sabía que su padre "siempre estaba ocupado". No sabía si era su mente la que le jugaba malas bromas, pero se había dado cuenta de que la mayor parte del tiempo se encontraba con su madre, solos ellos dos.
Se esforzaba por ser feliz, pues sabía que mientras su madre estuviese a su lado, todo estaría bien.

El teléfono sonó repentinamente. Tanaka atendió la llamada y se acercó hasta el comedor con el teléfono en mano.
─Nakeli-sama

...

─¿En serio estás a punto de dar a luz?

─Sí, pero dijeron algo sobre la dilatación y que no podría tenerlo ahora.

─¿Cuánto llevas esperando?

─Estoy aquí desde hace casi una hora... ¡auch! Y me sigue doliendo.

─Pero todo valdrá la pena cuando nazca.

─Sí, lo sé.

En el consultorio, el doctor irrumpió para checar el estado de Nakeli, pero fue su sorpresa al verla hablando por teléfono.

─Nakeli –susurró su esposo.

─Qué suce... Ah, hola –saludó al doctor.

─Necesito checar su estado, ¿cómo se encuentra?

─Estoy... –una punzada la calló. Las contracciones volvieron más intensidad que nunca.

─¿Nakeli? –se escuchó a Anabel por el teléfono.

─Ya es la hora. Debo irme –colgó con dificultad, preparándose para lo que venía.

...



Las horas pasaron, el pequeño no podía nacer y los médicos comenzaban a desesperarse. A pesar de todo, su esposo no soltó su mano en ningún momento y le hacía saber que estaba ahí.
En un dado momento Nakeli casi pierde la consciencia, pero reuniendo fuerzas, siguió pujando. Luego de unos últimos intentos, Nowaki Kusama nació.


─Su esposa está débil por el momento, pero es algo normal. Hizo mucho esfuerzo –habló el médico con su bebé en brazos–, si quiere, puede...

─No se preocupe, démelo a mi –dijo Canna, recibiendo a su hijo en brazos. Salió del cuarto y buscó un asiento. Estaba feliz de poder cargar a su bebé, luego de varias horas tras el parto.
En cuanto estuvo más cómodo, sacó de la mochila que había dejado afuera, una pequeña cobija. Con mucho cuidado, envolvió al pequeño en ella. La cobija tenía bordado su apellido, el cual fue hecho para que siempre supieran a quien le pertenecía.

Lo observó con mucho cariño. A pesar del trabajo que costó, había valido la pena. El bebé tenía la piel cálida, sus ojos estaban cerrados y su cabello era de color azul muy oscuro. Acarició un poco su mejilla y este comenzó a reír.

─Nowaki, ese es tu nombre, risueño –le dijo con suavidad–, sabía que ibas a sonreír como tu madre. Ella está muy cansada ahora, pero ya te conocerá después.
Dejando de sonreír, el pequeño comenzó a soltar pequeños sollozos. Canna, de inmediato intento consolarlo–. Shh, no llores. Vamos, sigue sonriendo por favor.

Nowaki se calmó un poco, entrando en un estado de sueño. Su padre decidió que era mejor dejarlo descansar.
Entrando a la sala, le pidió a una enfermera que se llevara a Nowaki. Esta lo tomó con gentileza y lo llevó a otra sala.

Canna lo dudó por un momento pero decidió ir a casa. Tan solo necesitaba un descanso y nada más. Antes de salir, se acercó a Nakeli y le dio un beso en los labios susurrando–: Te amo, regreso al rato.
Cruzó por el pasillo en donde se podían ver a los bebés desde el cristal. Susurró un adiós para su pequeño, quien dormía plácidamente, y se marchó en su auto.

¿Cómo podía saber, que esa sería la última vez que los vería?

...

Entrando silenciosamente a la casa, el peli-negro dejó su abrigo y mochila, dispuesto a descansar un poco. No había dado ni un par de pasos cuando una mano lo tomó por el hombro, jalándolo y tirándolo al suelo. El hombre de aquella mano le soltó una patada y lo inmovilizó en el piso.
Completamente inmóvil, Canna intentó gritar pero fue callado.

─Shhh –calló aquel hombre, cubriéndole la boca con una cinta.

Por las escaleras, un hombre con el rostro cubierto bajó y corrió hasta la sala.
─¿Eres Canna Kusama? –preguntó con odio.

El peli-negro se negó a hacer cualquier movimiento con su cabeza, pero el hombre que tenía encima le alzó, acercando peligrosamente un cuchillo a su cuello.
─¡Responde! –le ordenó con rabia. El amenazado continuó sin hacer nada, algo que desesperó a su atacante. A punto de rajarle la piel, una voz le detuvo.

─Claro que es él, par de idiotas –habló un hombre peli-rojo. Este parecía no temer que descubrieran su identidad, pues vestía un traje muy elegante y nada le cubría el rostro.
El líder de ellos, se agachó hasta quedar cara a cara con Canna, viéndolo con sumo desprecio–. ¿Sabes qué es lo que busco? –El otro negó con la cabeza–. VEN-GAN-ZA

El cómplice le quitó la venda que cubría su boca–. ¿Y yo qué tengo que ver en esto?

El peli-rojo soltó una risa aterradora.
─Que tiene que ver USTEDES, querrás decir –corrigió–. No sé si tu linda esposa te lo habrá mencionado, pero tu suegrito tiene algunas deudas conmigo.

Canna abrió sus ojos con horror. Recordó aquel entonces en la universidad, cuando Nakeli le contó un poco de sus problema. Recordando sus amenazas, sus deudas, las cartas...

"Tu familia lo pagará caro, y será contigo"

─¡No! Por favor no la lastimen...

─Lo siento tanto –interrumpió con un tono fingido de compasión–, pero su padre me hizo daño, ahora yo debo devolverle el favor ¿no?

─Eres un bastardo, investigué lo que puede sobre ti. Sé lo que eres –aseguró con desesperación.

─¿Y qué soy?

─El líder de un asqueroso grupo dedicado a asesinar y violar niños pequeños; también los prostituyes. Todo un enfermo, ¡eres una mierda! –escupió aparentando enojo, pero por dentro, comenzaba a angustiarse.

─Que lindos cumplidos –fingió agradecimiento y se levantó–. Bien, su esposa está en hospital donde trabaja –dijo a sus cómplices lanzando una credencial–. No fue difícil encontrar su credencial de doctor, ahí está la dirección. Vayan por ella.

─¡¡No te atrevas a tocarlos!! –gritó Canna con desesperación, quien fue amarrado y puesto en el suelo.

─¿Tocarlos? Espera, ¿ya nació el pequeño? –insinuó el peli-rojo. Al ver su rostro, supo que era cierto–. Excelente, vayan por ambos –ordenó con alegría.

Los dos hombres salieron de inmediato, dejando al peli-rojo a solas con Canna. El peli-negro se desesperó tanto por no poder hacer nada, que comenzó a llorar de la frustración.

─Si les llegas a tocar un solo pelo...

─No me importa lo que pase –interrumpió con firmeza–, no me importa si me encuentran, si voy a prisión o incluso si muero. No me importa nada de eso, yo solo busco vengarme ¿sabes?

─¡Nosotros no tenemos la culpa de nada! –chilló con furia.

─¡Siempre que alguien hace algo, los demás terminan pagando por los platos rotos! ¡¡Necesito que alguien sufra las consecuencias, y esos "alguien" serán ustedes!! –gritó abalanzándose sobre él. Sacando un cuchillo, lo alzó firmemente dispuesto a enterrarlo sobre su espalda.

Canna vio una oportunidad, y gracias al giro que dio, logró zafarse de las cuerdas. Sin perder el tiempo, soltó una patada directo a la cara del peli-rojo, quien al recibirla le soltó.

Intentó correr hacia la entrada lo más rápido posible. Tenía que proteger a sus dos amores y eso haría, o eso intentó...
En un solo segundo, recibió el impacto del cuhillo en su espalda, el cual había sido lanzado por el atacante. Canna escupió sangre y cayó al suelo, deslizándose por la puerta. Su espalda comenzó a dar enorme punzadas de dolor y estaba perdiendo la respiración; el arma dio directo al pulmón.
Con la poca fuerza que logró reunir, trató de sacar su celular del pantalón.

El peli-rojo se acercó lentamente a su cuerpo, sonriendo por el acto cometido. Vio a su víctima tratando de sacar su celular e inmediatamente lo aplastó con su zapato. Se acercó hasta su rostro y le susurró con tanta maldad–: Lo siento, pero alguien tiene que pagar.
Dicho eso, le dio varias apuñaladas en la espalda, acabando rápidamente con su vida.

Se cambió el traje manchado de sangre por uno en perfecto estado. Salió por la puerta sin molestarse en limpiar la escena del crimen, dejando el cuerpo de Canna tirado en la entrada, sosteniendo en su mano un celular que marcaba "Policía".

...


En el hospital, Nakeli, quien había despertado hace unas horas, cargaba con alegría a su bebé.
─Eres tan hermoso –le decía una y otra vez–. Que malo es tu papá, el te vio antes que yo.

Nowaki alzó una de sus manitas, sonriendo nuevamente. Por fin había abierto sus pequeños ojos, dejando ver un brillo azul oscuro. Nakeli estaba feliz por su apariencia, el color de sus cabellitos parecía la combinación del pelo de ambos padres, pues parecía negro pero solo era de un azul muy oscuro.

─Tienes los ojos de tu padre, espero que heredes su inteligencia también –susurró con una risita.

De improviso, una enfermera entró con mala cara. Lamentó mucho tener que interrumpir el momento de madre de hijo pero sabía que tenía que darle las malas noticias.
─Kusama-san.

─¿Sí? –preguntó alejándose de su bebé.

─Yo... le tenemos malas noticias.

─¿Tienen? –preguntó con angustia. Unos hombres, al parecer policías, entraron a la habitación y se acercaron a ella.

─¿Kusama Nakeli? –preguntaron ambos.

─S-Sí soy yo, ¿qué ocurre?

El hombre bajó sus lentes y respiró profundamente–. Lamento decirle, que su esposo fue asesinado hace tan solo unas horas. El mismo culpable hizo la llamada.

Nakeli se quedó en shock. No pudo pronunciar nada, su mirada estaba en blanco y solo se limitó a soltar lágrimas que descendieron por sus mejillas. El pequeño sintió la angustia de su madre y comenzó a llorar. La enfermera lo tomó y se lo llevó de la habitación.

─¿P-Pero qué? ¡¿Cómo?! –chilló con el nudo en la garganta.

─Un hombre llamó a la policía, diciendo que había asesinado a su esposo y nos dio la dirección. Llegamos a la escena y era cierto, su cuerpo estaba en la entrada totalmente desangrado. Ya no había nada por hacer. El responsable ni siquiera se molestó en limpiar algo. Con todas las evidencias, huellas en el arma y en el cuerpo, pudimos saber de quién se trataba.

Nakeli no decía nada, solo escuchaba con atención y tristeza.

─El hombre es un asesino buscado en Estados Unidos, conocido por la trata de niños y asesinatos crueles. Ahora sabemos que está en el país, no se preocupe, lo encontraremos.

Llorando con fuerza, Nakeli asintió. Los hombres salieron y la dejaron sola. En cuanto se fueron, Nakeli abrazó como pudo sus rodillas, soltando todo tipo de maldiciones y odio. No podía hacerse la idea del tipo de persona que lo mató. Canna era un hombre que no tenía problemas con nadie, ¿por qué le harían eso?
De un momento a otro dejó de llorar. Pensó un poco y luego lo entendió.

"Tú pagarás por los daños, tú y las personas a las que amas. Si tienes hijos o esposo, cuídate muñeca"

Ahora comprendía. Podía tratarse de aquellos hombres con quien su padre tuvo problemas, podía ser eso. Y si era así, significaba que Nowaki estaba en peligro también.
─Te prometo que nadie te hará daño –dijo con cansancio. Seguía un poco agotada por el esfuerzo, por lo que decidió dormir.

Eran cerca de las 2:00 am cuando abrió sus ojos lentamente, sintiendo como alguien trataba de despertarla. Al observar claramente, el hombre le apuntó con un arma.
─Buenos días princesa, hoy será un gran día –pronunció una voz conocida.

Amenazada, Nakeli casi grita cuando el hombre le cubrió la boca–. Shh, si gritas ahora te volaré los sesos. Harás lo que te pida si no quieres ver el cuerpo de tu hijo en una bolsa de basura.

Esto le heló la sangre, su hijo, su bebé estaba en peligro.
Asintió con la cabeza y el hombre la soltó. Le ordenó levantarse con cuidado y seguirlo hasta las afueras del edificio. Tuvo que seguir su orden, a pesar de que no estaba en condición para hacerlo. Con la bata del hospital y unas pantuflas, siguió al atacante que en ningún momento dejó de apuntarle con la pistola. Lo que él no sabía, era que ella había tomado su celular del bolso al lado de la cama.

Por muy mala suerte, el hospital estaba vacío de los pasillos, pues casi ningún médico estaba en guardia y si había algunos, se encontraban al otro lado del edificio.

Nakeli fue llevada hasta un auto. Cuando el hombre la metió con fuerza, descubrió que ahí estaba sentado otro hombre, que tenía en brazos a su pequeño Nowaki.
─No querrás despertar a tu bebé.

El hombre que le apuntaba subió al asiento del copiloto. En cuanto estuvo ahí continuó apuntándole, tomando al bebé que sostenía el conductor.

Las calles estaban solas y un tifón se aproximaba. La madrugada perfecta para que nadie note un secuestro.

El auto arrancó con fuerza, saliendo de las calles y yendo a las más oscuras. Nakeli hubiera sido capaz de lanzarse por la puerta, pero al estar amenazada con la pistola y sabiendo que ellos tenían a su hijo, no pudo ni moverse.

En cuanto vio sus rostros por el espejo retrovisor, reconoció a ambos. Después de todo, ello eran los tipos que la llevaron con aquel hombre cuando su padre la vendió.
─Guau, veo que al fin nos reconoces.

─Esperábamos a que lo hicieras nena, ya no eres aquella mocosa que solías ser.

Nakeli sabía que nada bueno saldría de eso. Tenía que buscar la forma de salir de ahí, junto a Nowaki.
─¿Qué quieren de mi? –preguntó con miedo.

─Que quiere el jefe querrás decir –le corrigió el conductor con burla–. Nosotros no queremos nada, el jefe sí, pero te puedo decir que tú y tu hijo desearán no haber existido.

Cuando los dos empezaron a reír burlonamente, Nakeli vio una oportunidad. Se alzó del asiento e intentó tomar el volante, haciendo que el conductor perdiera el control y maniobrara hasta chocar con un poste.
El carro se estrelló. Nakeli, quien por suerte pudo ponerse el cinturón, se lo quitó y bajó del vehículo. Rápidamente fue al frente y encontró a los dos hombres inconscientes. El copiloto, quien tenía al bebé, recibió menor daño pero si un fuerte golpe.

Ella abrió la puerta con desesperación y encontró a Nowaki sano y salvo, a excepción de unos rasguños. El pequeño lloraba con tanta fuerza que le partiría el corazón a cualquiera.
Feliz de que esté a salvo, lo tomó y consoló. Después, corrió con todas las fuerzas que tenía.

Esa mañana un fuerte tifón comenzaba a manifestarse. En medio de este, Nakeli corría por las calles, llevando al niño en sus brazos. Buscaba ayuda desesperadamente pero no la encontró en ningún lado. La calle estaba vacía, en las pocas casas que encontró nadie le abrió la puerta y lo peor era que estaba perdida.
Perdiendo todas sus fuerzas, se deslizó en el suelo y comenzó a sollozar. Vio que Nowaki hacía lo mismo y lloró con intensidad. Creyendo que nada podría empeorar la situación, escuchó a lo lejos el motor de un auto. Entró en pánico.

Con su última esperanza, sacó el celular. Afortunadamente estaba en buen estado y tenía señal.
Marcó el primer número de sus contactos, "Anabel".

...

La historia antes de nuestro cuento (Precuela de Junjou Romantica)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora