5 capítulo.- Reúne fuerzas y levántate.

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¿Qué hora es? ¿Cuánto tiempo he pasado durmiendo? No tengo idea alguna, ni una pizca de luz mañanera asoma bajo mis blancas sábanas. Desperezándome y estirando todos mis miembros, decido levantarme de aquella cama. Tras alzar la vista, caigo en la cuenta de que me encuentro sola. ¿Dónde está el resto de personas? ¿Y mi móvil? ¡Mejor dejar la tanda de preguntas! Busco con la mirada el aparato electrónico, pero mi búsqueda resulta ser fallida. Me dirijo hacia la puerta, intentando ejercer la mayor fuerza para mover esta. ¿Por qué tan rígidas? Me cuelo por los desiertos pasillos, vigilando si alguien más se anima a caminar por ellos. Nada, ni un alma hay allí. Dicha palabra "alma" resuena repetidas veces en mi interior. ¡Ahora no, por favor! 

Después de dar mil vueltas, me encuentro en el comedor. Creí escuchar voces, casi inaudibles, pero las había escuchado. Me adentro en el interior, encontrándome allí con un gran número de adolescentes. Algunos charlan, casi susurrando. Otros simplemente parecen estar concentrados en sus desayunos. Pero otros chicos captan mi atención. ¿Están clavando los afilados y puntiagudos cuchillos en sus brazos? Oh Dios, sangre... Alejo mi mirada de ellos, centrándome nuevamente en el resto de personas. ¡Allí están! Marcos y su tropa se encuentran en una de las esquinas más próximas a las ventanas. Aquí sí que hay, quizá algo más grandes, lo suficiente para que la sala quede medianamente iluminada. Me aproximo hacia el grupo de amigos, saludándoles con una sonrisa. ¿Desde cuándo yo me alegro de ver a nadie? 

— ¡Bryanna! Te estábamos esperando. Toma asiento, anda. - Acompañó Marcos con una agradable sonrisa.—

Eso hago, me siento junto a ellos, aún con las manos vacías pues  mis ganas de comer habían disminuido en cuánto pude observar la sangre caer en forma de hilo... 

— ¿Bryanna? 

Creí recibir un toque por parte de alguien. Giro mi cabeza y me encuentro el rostro de Simon muy cercano al mío, lo cual me desconcierta totalmente.

— Eh.. ¿Sí? - Respondo fugazmente, intentando aparentar estar lo más segura de mí misma posible.—

— Comentábamos que hoy iremos a visitar a nuestros vecinos. Ya sabes, al resto de estudiantes que se encuentran al otro lado del psiquiátrico. ¿Te vienes? 

Me quedo en blanco, ¿están locos? Bueno, francamente sí, pero... Una voz en mi interior se anticipa a mi inocente respuesta. 

— Sí, claro, iremos.

Todos quedaron sorprendidos, y yo sabía muy bien el por qué de ello. No puedo hacer nada para evitarlo, y ellos deben entenderlo. Siempre contestaría en plural, por lo menos cuando ellas se apoderasen de mis respuestas. Por eso mismo detesto estar aquí, odio mantener conversaciones, odio sentirme vulnerable, detesto a mis almas, ¡odio ser quién soy! Vale, estoy pensando de una manera un tanto retorcida, tampoco soy tan pesimista. Yo no había sido la encargada de tales pensamientos. 

— Bien, estáte preparada en media hora. Luego, salimos. Ah, pero no vistas de colorines, céntrate en el blanco, y... Recógete el pelo. — Me recomendó Rose.— 

Tragué saliva tras escuchar su recomendación, pero eso haría. Todos los chicos parecen comportarse de una manera normal, no tengo ninguna sospecha acerca de ninguno de ellos. Excepto de Marcos y también de Simon, debo averiguar algo más sobre ambos, sí, eso debo hacer. 

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— Alexander, ¡joder, venga ya! — Gritó a las mil y una voces Simon, daba a parecer que era el más espabilado.—

— Aquí estoy, cuánta impaciencia. — Protestó el aludido.—

Al fin nos encontramos ante nuestro destino, ¿quién me había metido en un lugar como este? ¡Ah, ya sé! Mis retorcidas voces. Recibí un fuerte golpe, alguien acaba de abrir la puerta y dudaba de mi presencia. Karma.

 No hagan demasiado escándalo, pueden estar durmiendo, o concentrados en cualquier otra actividad. — Advirtió Alexander con seriedad.— 

Al parecer será el guía de nuestra excursión, pues se acabó de colocar en el principio de la fila y no dejó de recordarnos las normas acordadas. Ahora entiendo mi pesimismo hacia casi todo. 

Sin más dilación, caminamos hasta introducirnos en el interior del mismo psiquiátrico. Resultó complicado acceder, las puertas eran aún más difíciles de abrir que las otras. Además, había demasiada oscuridad o claridad por cada lugar que pisamos. Y allí se encuentran nuestros "vecinos". Muchos nos miran curiosos, comenzando a acercarse cautelosos hacia nosotros. Otros golpean las paredes e intentan escalar éstas, me imagino que para escaparse de allí; yo también lo haría. Algunos se comportan como animales, literalmente, mientras que otros se hieren inconscientemente. 

Se me ponen los pelos de punta tras poseer ante mí tales escenas. Y aún más, al sentir como varios "estudiantes" comienzan a tocarme con lentitud. Analizan mi cuerpo con las yemas de sus dedos, clavando sus largas uñas en mi anatomía. Sin poder evitarlo, un  grito ahogado se escapa  de mis rojizos labios. Uno de los jóvenes más robustos me sujeta con mayor fuerza, haciendo que me desplome sobre el mismo suelo. Otros más se unen a su juego, lanzándose sobre mí como si de una piscina tratase.  Otro grito pudo resonar en aquellas cuatro paredes, ¿nadie va a pararles?

Totalmente inmovilizada, intento pedir auxilio a base de asustadizas miradas. Nadie parece estar pendiente del dolor que en este mismo instante comienza a apoderarse de mí. Cuando creí que desaparecería de aquel lugar en cuestión de segundos, una alarmada mirada cruzó con la mía: Angelique. Sus vendajes se encontraban como la noche anterior: rotos y cubiertos de sangre, sus brazos marcados con numerosas cicatrices y profundas heridas, al igual que ahora mi cuerpo mostraba. La niña trae varios monitores consigo, gracias a Dios. Me ofrece su mano, y yo iba a corresponderle con la mía cuando otro chico se abalanza sobre mí. No puedo más, mi cuerpo apenas responde. Pero mis almas sí, lo cual me impulsaron a no cerrarme en banda. 

 Bryanna, no puedes quedarte aquí tirada en este triste y frío suelo por mucho tiempo más. Reúne fuerzas y levántate.

Era tanta dulzura dedicada en esa pequeña frase, que reúne todas las fuerzas posibles. Mis voces no resultaron ser tan malignas, me habían ayudado. Deposito mi frágil y delgada mano sobre la que Angelique aún me tiende. Su rostro no ha cambiado desde ayer, tan risueño y aniñado. Rozo sus dedos con los míos propios, agradeciéndole todo en forma de suaves caricias. Mi cuerpo cada vez pesa aún menos, y es que, tras fijarme correctamente, las personas que anteriormente no dejaban de herirme habían desaparecido.

Mis ojos comenzaron a cerrarse débilmente, y nadie impidió que así fuese. Escucho alaridos, susurros, algún sollozo, y mi nombre repetirse constantemente por parte de unas voces familiares. Pero ninguna se encuentra al alcance de mi mano. ¿Por qué las escucho ahora? ¿No había sido herida hacía unos minutos? El silencio reinó en mi interior.

— Aunque no por mucho tiempo. 

Se referían al silencio, mis almas deseaban acabar con este cuánto antes.  En cambio yo deseaba mantenerlo conmigo,  acabar con aquella agonía para siempre... Aunque, sobre todo, necesitaba acabar con aquellas  dos almas.

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¡Hola! ¿Qué les está pareciendo? ¿Algo o alguien que capten su atención?

¡Espero que estén disfrutando de dicha novela y se animen a dar su opinión acerca de ella! Me serviría de gran ayuda lo último nombrado, que soy novata y tengo que aprender muuuchas cosas. (Sobre todo narrar en primera persona y en presente). Dejo de dar la lata, ¡anímense y muchas gracias por leerme!

Mis tres almas - Bryanna  Anné Robinson ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora