Poco a poco, voy consiguiendo despertar de mi trance, e intento abrir mis ojos con la mayor delicadeza existente. El frío se apodera de mí en cuestión de segundos, así que realizo el ademán de taparme con alguna manta, pero me es imposible, pues apenas moverme, siento un doloroso tirón a lo largo de la espalda. Aún siguen las pestañas de mis ojos enredadas unas con otras, sin querer separarse. De pronto, pequeños destellos de luz comienzan a aclararse entre la oscuridad.
Al fin puedo distinguir de qué se trata, estoy comenzando a recordar lo sucedido la tarde anterior. El temor vuelve a visitarme, como ayer, y no quiero que esa sensación tan horrible regrese. Así que, intento imaginar pensamientos mejores, hasta divisar a mamá. Hacía días que no sabía de ella, ¿habrá leído ya mi carta? Ciertamente la echo de menos... Nunca fuimos de intercambiar demasiadas palabras, nos entendíamos mejor cruzando miradas, pero aún así... La necesito. Negué con la cabeza al sentir como una diminuta lágrima amenazaba con deslizarse y empapar gran parte de mi rostro. Dejé por un momento la mente totalmente en blanco.
Tras abrir mis ojos, la luz intenta cegarme, pero su juego resulta fallido. Mi corazón casi sale corriendo de mi mismo pecho en cuánto diviso una mascarilla de oxígeno. Por eso me cuesta tanto respirar, ¡y da gracias a que tengo este objeto ayudándome a hacerlo! Pero... ¿Tanto daño me habían producido aquellos chicos? Deslizo la yema de mis dedos por cada brazo para descubrirlo. Estos muestran diferentes moretones, profundas heridas, etc. A decir verdad, apenas siento dolor alguno, posiblemente no me hirieron demasiado. Una voz algo ronca resuena en el otro extremo de la habitación, me resulta verdaderamente familiar.
— ¡Bryanna! Al fin estás despierta. Eres una marmota en cuánto a dormir se trata. —Él rió a carcajadas tras nombrar su comentario, a mí en cambio no me hizo gracia alguna.—
— Sí... ¿Qué haces tú aquí? —Pregunto extrañada.—
Su visita no me la esperaba, es más, creía que en aquella gran sala únicamente me encontraba yo.
— ¿Recuerdas algo de lo ocurrido ayer?
— Sí, y no. Algunos recuerdos me invaden, pero no logro entenderlos demasiado.
¿Me habrá entendido? Dialogué demasiado rápido. Quizá la frase pudo sonar algo cortante por mi tono de voz, pero tanto él como yo sabemos que no estoy dada para tan largas conversaciones.
— Yo te los explico, así que atenta Bry. —¿Bry? Madre mía, no descarto la opción de que al nacer, pudo llevarse un fuerte impacto contra el duro y frío suelo del hospital. Él prosiguió a pesar de recibir mi fulminante mirada.— Imagino que recuerdas hasta que te golpearon, por lo que de ahí te sigo contando. Ninguno de nosotros se había fijado que te encontrabas en el suelo hasta que escuchamos un grito por tu parte, perdónanos, pero cada vez que entramos allí el miedo nos invade. —Yo asentí con indiferencia hacia su humilde disculpa.— Entonces, llamamos a todos los monitores posibles antes de que acabases más dañada. Y bueno, te trajeron hasta el hospital Williams North 36.
Vaya, resultaba ser demasiado invisible para las personas. Nunca antes algo así me había importado, pero justamente en este momento, me molesta tanto saberlo que sigo la conversación, en vez de acabar con ella. ¿Y Angelique? Allí no estaba, tampoco la nombró en ningún momento. Me alegraría más que estuviese ella en lugar que Marcos, esa niña sí que me ayudó, y se preocupó rápidamente de mi salud.
— Entiendo. Y mi pregunta sigue siendo exactamente la misma; ¿qué haces aquí? —Sonreí con arrogancia tras acabar la frase.—
— Cuidar de ti. No estás en un buen estado, así que.
— ¿Y los enfermeros? Ellos saben como cuidar de mí perfectamente, tú no me haces falta. —Suspiro por mi torpeza. Debería de haberme callado, o haberla pronunciado con mayor delicadez.—
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Mis tres almas - Bryanna Anné Robinson ©
Teen FictionA sus tres años, Bryanna Robinson comenzó a escuchar diferentes voces entorno al interior de su mente. Su extraño comportamiento levanta sospechas entre sus seres queridos y el resto de la sociedad. A medida que transcurren los años, el inaguantable...