— Tendremos que probar con esto... — Pareció decirlo uno de los enfermeros de la sala.—
Apenas puedo percibir ningún tipo de sonido, tan sólo son vaivenes de voces transformados en susurros. De un momento a otro, una mano atrapa la mía, arrimando esta junto a su vientre. La aprieta con fuerza, como si yo fuese a alejarme de allí. Sinceramente, es una sensación reconfortante. Puedo decir desvergonzada, y si de verdad tuviese las fuerzas necesarias, que me siento realmente protegida. Desconozco quién se esconde bajo esas suaves y grandes manos, únicamente aseguro, que me encuentro bien.
Me percato de una fuerte presión en la zona del pecho, entrelazada por muchas más. Cada vez esta es mayor, pero llega un momento que dejo de percibirla.
Ahora me encuentro en un lugar muy diferente al que estoy acostumbrada; un bosque. El frío clima que este presenta me hace tiritar, a la vez que sus impresionantes vistas consiguen dibujarme una fugaz sonrisa. La arboleada es impresionante, y el precioso verde que muestra; los ríos corren divertidos bajo la falda de las montañas; la variedad de fauna también consigue sorprenderme. ¿Cómo he llegado hasta aquí? Prefiero dejar, por una vez, que mi mente se libere.
Recorro el gran bosque con paso firme, sin perderme ningún detalle. Nunca había estado en ningún otro lugar como este. Siempre viví en la ciudad, y nunca salí de esta. Desde pequeña estuve acostumbrada a realizar todo con prisas, con nerviosismo... Apenas me fijaba en nada. Imité al resto de personas. Me convertí en una más.
Hoy en cambio, puedo gritar que soy la dueña de mi propio mundo, y de mí misma. Aunque... ¿Y las voces? ¿Habrán sido ellas quiénes hayan provocado que esté aquí?
Una corriente de aire revuelve mi anaranjada melena, provocando también que las hojas de los árboles emitan una bonita melodía. Una presencia se hace notar, y no se trata de ningún animal. Una figura espigada, con aires juveniles, de cabello curiosamente largo -rozando su cintura-, tan blanco como el color de la luna, y lasio; cubierto además, por una cinta trenzada alrededor de su frente; se sitúa frente a mí. Su complexión escuálida se esconde bajo una inmensa manta blanquecina. Además, muestra unos increíbles y cristalinos ojos verdes. Esta joven parece el mismo ángel traído del cielo. ¿Quién es ella?
— Byranna, ¿por qué no regresas? Si te paras a escuchar, hay un gran número de personas rezando por tu regreso; intentando hacer milagros con un desfibrilador... Cuando en realidad, quién único puede traerte de vuelta eres tú misma. —Su lenguaje es pausado, apacible, al igual que su trato.—
Aunque apenas tenga idea de quién es esta mujer y por qué me ha dicho todas esas palabras, quedo en silencio, esperando obtener alguna respuesta.
Mi nombre es repetido por diferentes personas una y otra vez. Un sollozo familiar me deja totalmente desconcertada. ¿Debería regresar? No. Deseé perderme y eso he hecho, no tengo idea del lugar en el que estoy, pero es acogedor. Me he sentido bien durante unos minutos, en cambio, si vuelvo, ¿llegaré a conocer el significado de la felicidad? Lo dudo. Pero... Otro sollozo irrumpe el silencio, este también me resulta familiar, y hace que me sienta culpable. Además, el remordimiento por lo ocurrido en la sala me hace despertar. Tengo que volver.
La mujer sigue colocada en el mismo lugar, inmóvil. Su mirada está perdida, al igual que lo estuve yo por momentos. Ella ha conseguido que mis pensamientos diesen un giro de tresciento sesenta grados. No sé si he tomado la decisión correcta, aunque espero despertarme en mi verdadero hogar, encontrarme a la mujer que me crió, enterarme de que en realidad, todo lo sucedido únicamente ha sido una despiadada pesadilla.
Poco a poco, siento que mi cuerpo pesa más. Y cada vez, el bosque se encuentra más lejos de mis manos. Mi cabeza no para de dar vueltas.
Me levanto exageradamente de la camilla, intentando recuperar el oxígeno perdido. Respiro con fuerza al notar que me desvanezco, cuándo un brazo lo impide. Me sujeta con normalidad, e intenta tranquilizarme por medio de caricias, y sin duda, lo va consiguiendo. Los enfermeros comienzan a alejarse, y mi respiración actúa con algo más de normalidad. Al rozar mis manos con mi frente, estas se manchan de una intensa tinta roja. Grito, grito como si nunca antes hubiese visto sangre, pero no es eso lo que ha conseguido asustarme.
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Mis tres almas - Bryanna Anné Robinson ©
Teen FictionA sus tres años, Bryanna Robinson comenzó a escuchar diferentes voces entorno al interior de su mente. Su extraño comportamiento levanta sospechas entre sus seres queridos y el resto de la sociedad. A medida que transcurren los años, el inaguantable...