No pensaba quedarme con él; no después de lo que pasó. Un mínimo instante con su presencia era capaz de ponerme los pelos de punta.
-Nos quedamos solos. -le dije necia, como si no lo supiera.
-¿Qué insinuas con eso? -levantó una de sus cejas.
-Insinúo que mejor me voy. No te soporto.
-¿No me soportas o no soportas sentirte así?
Se me revolvió el estómago con aquella pregunta. Los segundos corrían y yo no pensaba responder. Estática y estupefacta me encontraba, esquivando sus miradas.
-El silencio lo dice todo. -habló el rubio, soltando un suspiro.
-No te soporto a vos. Eso es obvio.
-¿Vas a persistir en lo insoportable? ¿O te vas?
Mi corazón y alma, temblorosos, morían por un rato más. Pero la razón me advertía de unos riesgos y yo, perdida y desequilibrada, ya no sabía qué hacer ni qué camino seguir. Una vez más pasaba por la guerra entre el ángel y el diablo.
-¿Por qué querés que me quede?
-Porque no quiero estar solo y tu compañía me hace bien -respondió de forma sincera, dándome ganas de abrazarlo hasta dejarlo sin respiro.
-Bueno, me quedo porque me diste ternura. Imposible decirte que no -me resigné.
Guido esbozó una sonrisa triunfadora. Él tenía clara la fórmula perfecta para conseguir lo que quería. Con una mirada en llamas, me comunicó que el peligro se aproximaba.
-Si querés repetimos lo de antes, digo, ya que nos interrumpieron -mordió su labio inferior con seducción.
-Callate. -sentí la sangre subir a mis mejillas.
-Yo hablo en serio eh. -intentó acostarse sobre mí.
-Señor irresistible, deje de provocar. -lo empujé suavemente.
Si no la cortaba, ya me iba a enojar. No era tan divertido perder la cabeza con cada una de las palabras que salía de su boca; y más aún con sus actos. Entraba en desasosiego y me sentía hervir. Guido soltó una carcajada y se levantó del sillón de un imprevisto. Estiró sus brazos y abrió la boca para hablar.
-Voy a pedir empanadas. Tengo hambre.
-Vos vivís con hambre -solté una risa-. Dale, anda.
De igual forma, yo también me moría de hambre. Me quedé esperando su regreso mientras espiaba sus expresiones al hablar y su forma de mover las manos como si el chabon estuviera viéndolo. Me daba tanta ternura encontrarlo tan distraído, sin notar que lo estaba estudiando. Me gustaba analizarlo a escondidas; sé lo difícil que es cuando no está tan en la suya. Según había escuchado, tendrían aproximadamente veinte minutos de tardanza. Tan ciega por sus gestos estaba, que no me percaté cuando comenzó a acercarse a mí en grandes zancadas.
-Qué chusma que sos eh. -fingió enojo, señalándome con su dedo índice.
-No es lo que parece -intenté ocultar mi vergüenza-. Igual, usted se calla. No tiene derecho alguno para plantearme algo así. Los dos sabemos el nivel de chusma que tiene aunque se haga el que no. -me defendí.
-Yo no me callo nada -dejó salir su lado de fuego.
-Sí, te vas a callar.
Él me miró desafiante. Su ceño se encontraba fruncido y su mirada encandilaba. Lamió sus labios y soltó una sonrisa de costado, al mismo tiempo que me acorralaba contra la pared. ¿Tanto le gustaba jugar conmigo? Y engañándome con mentiras, me obligué a no caer en sus redes.
-No creo que quieras que te calle yo.
-No te da la sangre para hacerlo. -se la rematé.
Si de algo estaba segura, es que no iba a mostrarme tan dócil. Si no la gano, la empato; no soporto perder. Una risa irónica salió de su boca al oír mis palabras.
-¿Vos decís que no me da? -se acercó de forma peligrosa hacia mí.
-No, no digo eso. -me reí imitándolo-. Digo que me va a dar a mí antes que a vos.
Lo agarré fuerte de la camisa, atrayéndolo aún más. Pude notar un gesto de sorpresa de su parte; sé que no se esperaba la rebelión del contrincante. Sonreí con orgullo. Amaba tener el control en mis manos y no lo iba a dejar escapar. La sonrisa se borró de su rostro, transmutándose en un incendio reflejado en su mirada. Él sabía arder en llamas. Tiré una vez más de aquella tela y acerqué mis labios a los suyos. El corazón se me salía del pecho por nuestra cercanía. Noté su boca abrirse, buscando la mía con cierto deseo. Y no puedo explicar el fuego que sentía dentro. Anhelé sentirlo; tan imposible y fuera de mis casillas había sido el autocontrol. Mordí su labio inferior con delicadeza, disfrutando de tenerlo en mi poder. Al sentir sus labios -aunque sea a la mitad- lo solté, cortando nuestra distancia, dejándolo estático y completamente desentendido.
-Yo también sé jugar. -susurré de forma ganadora en su oído, deseando erizar su piel con el contacto de mi aliento.
Y luego de dar dos simples pasos, me agarró de la muñeca. Había jugado tanto con él que no me percaté de su disgusto. Yo no tenía terminos medios; era seguir en sus manos o pasar la línea. Y al chocar con su mirada, cierto frío corrió por mis venas; sus ojos, más oscuros de lo normal, me estaban destrozando. Mi respiración no tardó en acelerarse y yo no tardé en terminar acorralada en la pared otra vez.
-Vos no vas a jugar conmigo -habló como si eso fuera lo más obvio del mundo.
Su grave voz me producía terror. Ni siquiera sé por qué tal fragilidad de mi parte; supongo que me asustaba lo que podría pasar ahora mismo. Abrazó mi cintura con fuerza, clavando sus dedos en mi piel. Sentí el calor de su contacto. Hundió su rostro en mi cuello y su respiración caliente me hacía temblar. Empezó a depositar besos húmedos en él, divirtiéndose; haciendo arte sobre mi piel. Sentí lo que era volar y mis piernas comenzaban a pesarme. No quería ni podía decirle que se detenga. Dibujaba con su lengua y coloreaba con dulces mordidas. Casi que podía sentir su sonrisa al escuchar mis suspiros y mi entrecortada forma de respirar. El sonido del timbre lo hizo separarse en su totalidad. Quizá este juego duró unos minutos, pero yo lo sentí una eternidad. Me quedé boquiabierta, con los ojos cerrados y me desvanecí en el suelo. Con él no podía tener el control (ni autocontrol). Escuché un «chau, gracias» de su parte y la puerta cerrar. Era increíble la forma en que los latidos de mi corazón aún no se normalizaban. Casi al instante me obligué a recomponer, a revivir; no quería que disfrute ni un instante más de lo mucho que provoca en mí con sencillez. Solté un suspiro y me pregunté cómo sobrevivir el transcurso de la noche.
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Aún estás en mis sueños [Guido Sardelli y vos]
FanficSumergida en los sueños; así soy yo, Lucía Muñoz, una adolescente que con tan sólo diecisiete años de edad está perdida en el mundo de la imaginación, logrando casi sin querer odiar la realidad. Dicen que cuando deseas algo con todas tus fuerzas...