Clarke pasó el resto del día intentando procesar las palabras que había dirigido a los gladiadores. Por una parte, sabía que el aliento que les había dado sería de tremenda ayuda en los días venideros y que les daría esperanzas y un propósito para sobrevivir, pues sin dicho propósito nadie salía con vida de la arena. Pero por otro lado los había atado aún más a aquellos muros, asegurándoles que luchar y morir en la arena era la única forma que tendrían de ver sus sueños cumplirse, haciéndoles ver un futuro de libertad que probablemente no llegaría, pues ¿cuántos gladiadores eran liberados por su valor ante la plebe? ¿Cuántos lograban las monedas con las que pagar volver a ser hombres sin amo? Tal vez uno entre cien siendo muy optimista. Se sentía sucia, rastrera... vil como su padre.
Se encerró en su alcoba sin querer saber nada del mundo que la rodeaba, con la intención de perderse en las palabras de algún pergamino, pero ni los grandes autores la consolaban.
¿De qué servía cuestionarse el orden establecido en privado si luego lo acataba en público? Le faltaba el valor necesario para gritar que era suficiente, que los esclavos eran personas y debían ser tratados como tales, que las luchas de gladiadores eran una costumbre bárbara y arcaica, impropia de una sociedad tan avanzada como la romana. Una palabra alzada en alto para lograr tales fines seguramente la convertiría en una loca a ojos de los demás, pues ¿quién cuestionaba el sistema que le daba poder, que le volvía un ser de privilegios que no necesitaba ni estirar la mano para obtener lo que deseaba? Más de una, y que molestaran a alguien con poder, y ni los contactos de su familia podrían salvarla. Moriría de la forma más horrible por alentar un alzamiento de esclavos. Era una cobarde, pues esa posicion prominente la ataba y no se atrevía a forzar esos amarres.
Secretamente envidió a aquella mujer que yacía enca-denada en las profundidades del ludus, recuperándose de sus heridas. La vida había sido injusta con ella y su situación era precaria. Pero, pese a todas esas trabas, se había negado a hincar la rodilla y el cuerpo maltrecho y herido de Marcus era la mejor prueba de ello. Qué fuerza de espíritu debía poseer para seguir luchando pese a saberse vencida.
Octavia salía de las dependencias de Marcus cuando se topó con Raven, que cargaba con dos pesados cubos de agua, arrebatándole uno de inmediato y acompañándola al atrio, que estaba fregando con esmero.
—¿Cómo está dómine? —preguntó la hispana.
—Sigue dormido por las drogas que le dio el médicus. He cambiado sus vendajes y parece que las heridas cicatrizan bien.
—Lástima...
—¡Raven! Si te oyen decir algo así, acabarás en la cruz... —le advirtió Octavia, a su lado, para fregar el suelo hasta que brillara y después rellenar el impluvium , ya que últimamente no había llovido demasiado, pero el dómine exigía que siempre estuviera debidamente lleno como símbolo de prosperidad en la casa de los Vero.
—Tú también lo piensas.
—Sí, pero no dejo que mis labios se abran poniendo palabras a lo que pasa por mi cabeza cuando esta está en juego.
Siguieron limpiando un rato más en silencio hasta que la hispana paró unos segundos a descansar.
—¿Y Clarke? ¿Sigue encerrada?
—Creo que tener que decir lo que ha dicho la ha hundido, aunque personalmente opino que ha hecho algo muy noble que le traerá problemas cuando llegue a oídos de dómine.
—Se fustiga por lo que no debe. Nadie desde los tiempos de la revuelta de los esclavos se había atrevido a decir palabras semejantes. Exigirse más con su posición es una locura. Deberías ir con ella, Octavia, puedes consolarla mejor que nadie.
![](https://img.wattpad.com/cover/101851395-288-k164989.jpg)
ESTÁS LEYENDO
Sangre y Arena, Bajo el látigo de Roma
FanfictionEl emperador Caligula acaba de ascender al trono. Todos esperan con ilusión una nueva era de gloria para Roma donde la sangre en la arena del Coliseo jugará un importante papel. En el Ludus de los Vero se entrecruzaran las vidas de la Domina del lu...