Capítulo 1.

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''El principio del fin''

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''El principio del fin''. 



De nuevo, otro día más, mi vida se ve envuelta por este ridículo lugar. Pero, ¿dónde ir cuando no tienes una enseñanza digna, no sabes nada? A ningún lado. Si, al menos, tuviera algún que otro curso, podría trabajar de algo. Pero no hay nada. Las familias que me acogían eran unas de mala muerte, lo único por lo que me quería era para servirles. 

Terrible, ¿verdad?

Es peor si lo vives. 

Sí, iba al colegio. Pero poco más. No llegaba a terminar un curso, cuando ya estaba con otra familia diferente. ¿Qué tenían conmigo que nadie podía mantenerse a mi lado? ¿Alguna enfermedad? Que yo sepa, por los chequeos médicos a cada semana, no. Está todo normal. Entonces, ¿por qué me alejaban? 

  — Venus — Sergio, mi jefe o, mejor dicho, ''mi dueño''; como él prefiere que le llame. Otro gilipollas más a mi alrededor—, ¿tienes lista la coreografía de esta noche?

— Sí. 

Mi voz es más cortante que un cuchillo, no esperaba que sonara así. Uno de las tantas características que me rodean, es que soy una persona muy directa. Si hay algo que no me guste o no sea de mi agrado, se me nota enseguida en facciones faciales. Una característica negativa. Demasiado. Me puede traer serios problemas, como por ejemplo, ahora. 

— Escúchame bien, jovencita — en segundos lo tengo delante de mí, su respiración dando de lleno en mi cara, asfixiándome por completo y asqueada por tenerle cerca. Sus ojos marrones brillan de maldad, pequeñas arrugas se crean alrededor de sus ojos cuando sonríe— : te he dicho miles de veces cómo tienes que dirigirte a mí. ¿Quieres rectificar?

— Sí, señor —susurro—. Lo siento. 

— ¡No te he oído! — grita, sobresaltándome por completo. Su cabeza con forma de huevo y sin pelos, ahora tienes una vena por el lateral izquierdo. Causa de haber gritado, ocurre cuando se irrita. 

— Lo siento, señor. — hablo firme, decidida. 

— Así me gusta. Ahora, querida, puedes ir a cambiarte o prepararte, o lo que sea que haces antes de salir al escenario. Como si te quieres pajear, pero corre ya antes de que pierda mis estribos. 

Asiento. Bajo corriendo del escenario, mis piernas tiemblan tanto que temo por caer. En el último escalón, Sergio vuelve a hablar. 

— Preciosa — me giro, asustada de lo que pueda ser capaz—, que no vuelva a ocurrir. La próxima vez estás muerta. Me da exactamente igual que seas la mejor del club, si llegas a responder otra vez así, estás fuera del mapa. 

Una vez en mi vestuario, cojo el saco donde está la ropa guardada. Bajo la cremallera, dejo la túnica sobre el diminuto sofá y el conjunto. Echo la cortina en el cambiador, me coloco las bragas de encaje blancas, la falda con detalles dorados, larga hasta los tobillos con una abertura en la pierna derecha; el top blanco y un chocker dorado alrededor de mi cuello.

Monte de Venus © (McQueen Mens II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora