Capítulo 12

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Sola. Estoy sola. ¿Qué hacía esa mujer en el ático? Abandonó a Adam, lo dejó a merced de un extraño. ¿Y se cree que tiene derecho a volver, como si nada hubiera pasado? Obligo a mis ojos a no derramar las lágrimas que tanto estoy conteniendo, pero me es imposible. El frío da de lleno en mi rostro, abrasándolo. Puedo observar a través del cristal del scaparate de la tienda sobre la que estoy pasando, que la sangre se ha concentrado en mis mejillas y estoy roja: tanto del frío, como de haber llorado.

Retiro las lágrimas salientes en un solo y furioso movimiento. Adam no me merece. Al igual que su hijo. Va a ser padre... y ni siquiera lo sabe. Observo cómo las nubes se mueven, de una en una hasta juntarse y convertirse en una sola. El cielo está negro, avecinando una tormenta. Una larga y oscura tormenta.  Todo está oscuro, el tiempo ha cambiado de repente. Está asociado a mi estado de ánimo. 

¿Qué haría ahora? Estaba sola, sin trabajo y embarazada. Los gastos de la clínica ante el seguimiento del embarazo no podría pagarlos en el futuro. Espero bajo el seguro techo del supermercado, observando cómo se abre la tormenta y se destan las gotas de lluvia.

Suspiro.

Hace frío, a pesar de estar en el comienzo de septiembre, Londres es un lugar muy húmedo y lluvioso. Dejo caer mi cuerpo contra el helado cristal de las puertas magnéticas del supermercado, cierro los ojos y cruzo los brazos. Es increíble cómo de un segundo a otro, tu vida cambia.

Adam Junior...

El pequeño ahora estará con su familia. Su madre ha vuelto, aunque no se le puede llamar madre a alguien que te abandonó. Pero los niños a esa edad tienen vagos recuerdos, lo más seguro es que ni me recuerde en unos años. Yo sí lo recordaré. Siempre.

— ¿Necesita ayuda, señorita? — una señora mayor, rondanrá los sesenta o setenta, se acerca con su bastón en la mano y ajusta sus gafas.

— No, no se preocupe, señora.

— ¿Está usted embarazada?

Abro la boca, sorprendida. El sentimiento dura poco, la expresión de sorpresa se esfuma de mi rostro y pasa a uno de extrañez.

— ¿Por qué lo pregunta?

— Por la forma en la que protege su vientre — habla, señalando mi vientre. Bajo la mirada hasta esa zona plana donde está creciendo mi bebé, y me sorprendo al ver cómo sobreprotejo mi vientre con mis brazos —, sólo una madre haría tal gesto.

Monte de Venus © (McQueen Mens II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora