Capítulo 13

4.9K 383 17
                                    


Candela y Robert siguen insistiendo en que pruebe bocado, pero simplemente no tengo fuerzas para comer

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Candela y Robert siguen insistiendo en que pruebe bocado, pero simplemente no tengo fuerzas para comer. Las nauseas matutinas han aparecido, no puedo esperar a terminar el primer trimestre. Las próximas tres semanas serán las más largas de mi vida.

Como es costumbre en el último mes, mis ojos se abren y lo primero que nota mi cuerpo es la nausea que está en mi estómago. Mi cabeza me da vueltas, pero me las apaño para llegar al cuarto de baño y vaciar la poca cena ingerida anoche en el retrete.

Alguien enrrolla mi cabello en su mano, tirándolo hacia atrás en un moño deshecho seguido de unas palmadas de confor en mi espalda. Arriba, abajo. Robert, es quien pienso.

— Sólo te quedan tres semanas, Venus. Con suerte, todo terminará. A no ser que tengas mala suerte y las nauseas duren todo el embarazo. —bromea, aunque la mención de estar así durante seis meses más provoca en mí más arcadas.

Durante este mes ha descubierto a un Robert totalmente diferente al que conocí el día que Alice apareció, la cual no ha parado de venir cada dos días a ver cómo seguía. A petición mía, y con mucho insistir, conseguí que aceptara venir durante ese período de tiempo. Volviendo a Robert, se ha convertido en un gran apoyo en mi vida. Me lleva el embarazo, además que siempre está ahí cuando más lo necesito: como ahora, mientras sostiene mi cabello; o como ayer, que me trajo el desayuno a la cama, luego me sacó en brazos de ésta y me dejó en el cuarto de baño. Le faltó poco para querer lavarme él.

—Gracias, Robert —acepto cogiendo el trozo de papel higiénico que me ofrece con una sonrisa. Otra cualidad que he descubierto: cuando sonríe, mis sentidos tiemblan. Tiene una sonrisa preciosa—. ¿Dices que acabarán pronto? Eso espero.

Bajo la tapadera del WC, rastreo hasta encontrar la sisterna y tirar de ella. Dejo caer mi cabeza sobre la tapadera, suspirando y dejando que mi cuerpo se asiente. Más bien, asegurándome que en los próximos segundos no tendré que volver a enfrentarme a la misma situación de todas las semanas.

Agarra fuerte mi brazo, me alza y aprovecho para descansar mi cabeza sobre su fuerte pecho y olerlo. Mm, huele malditamente bien.

—¿Me estás oliendo, Venus? —pregunta, divertido. Me deja con cuidado (demasiado para mi gusto) junto al lavabo. Pero no se mueve, me deja en esa posición.

—La culpa son de mis hormonas revolucionadas, échale la culpa a ellas. Además, no puedes oler tan malditamente bien frente a una mujer embarazada la cual no tiene sexo desde un buen período de tiempo, y que tiene las hormonas locas.

Su cuerpo no tarda en vibrar bajo mi tacto por las carcajadas que suelta. Sonrío. Cuando me creo capaz de levantar la cabeza y no marearme, lo miro y veo que sus dos fosas oscuras tienen un brillo especial. Toma mi cepillo de dientes, lo moja, le pone pasta de dientes y lo coloca frente a mí.

—Abre.

Hago lo que me pide y me dejo. Dejo que me lave los dientes, porque me siento tan mal que no me importa en absoluto. Contento con sus movimientos, me baja del granito blanco y mis pies sienten el frío suelo. Me inclino hacia delante y tomo agua, la estiendo por toda en movimientos circulares y escupo. Repito la acción dos veces más y sonrío al espejo.

Monte de Venus © (McQueen Mens II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora