Capítulo 20

5.1K 341 11
                                    


Con cuidado, suelto a Leah en su cuna

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Con cuidado, suelto a Leah en su cuna. El chupete lo suelta. Y como pasa cuando está comiendo, llora por él. Al igual que hace con mi pezón. Riendo, le vuelvo a colocar el chupete. Una vez está segura, la admiro por lo que parecen horas. No me cansaré de decir que es perfecta. Puede que sea amor de madre, pero estoy totalmente enamorada de ella.

Cierro los ojos, me acerco a su cabeza y dejo un beso en ella. Ella gime algo, moviendo las manos, pero enseguida vuelve a su posición inicial. Sonrío. Vuelvo a dejar otro beso y me alejo de la cuna. Enciendo el monitor y la cámara que me permitirá ver cómo está mi bebé mientras me preparo la cena.

Salgo al pasillo, ato mi bata más fuerte y entro en la cocina. Miro fijamente la nevera por varios minutos, pensando qué me apetece. Al final, termino por bostezar y abrir la nevera con la esperanza de que, al mirar dentro, mi mente me dé una idea sobre qué puedo hacerme. Otro bostezo. Estoy cansada. Amo a mi pequeña, pero cuidar de una bebé recién nacida es una carencia de sueño y de vida. Por suerte, sólo se despierta una vez en la noche. Por mala suerte, tarda hora y media en comer más otra media hora en echar los gases y dormirse.

Tomo un cuenco con carne dentro. También, un poco de ensalada y el bote de zumo. Cierro la puerta de la nevera. Todas las cosas caen al suelo. Abro los ojos, aterrada ante el hombre que está ante mí.

— S-sergio

— El mismo. En persona. ¿Me echaste de menos, preciosura?

Intenta llegar a mí, tocar un mechón de mi cabello, pero no sé cómo, reacciono. Giro en la dirección opuesta, corro e intento salir de la habitación. Mi hija. ¡Mi hija! No alcanzo a dar dos pasos cuando ya estoy en sus fuertes brazos. Abro la boca dispuesta a gritar, pero su mano la cubre. Apenas soy consciente de la escasez de ropa que lleva.

Su torso, ahora cubierto de tatuajes y cicatrices recientes, está al aire libre. Tan sólo trae puesto unos pantalones de seda blancos. Vaya, ¿vas a matar a alguien y te pones de blanco? Ingenioso. Pataleo, intentando librarme de sus garras. Es imposible. El muy imbécil parece tener agilidad para estar cosas, como si ya lo hubiera hecho antes. Rastreo con mis manos su cuerpo, hasta que llevo a su cabeza careciente de cabello y presiono mis uñas en ella.

— ¡Ah! — grita. Con suerte, consigo librarme de él, intento correr pero de nuevo estoy encerrada entre sus asquerosos brazos—. ¡Perra! ¿Pensabas que ibas a librarte de mí, eh? ¡Pues no! Jamás debí dejarte ir con el imbécil de Adam. ¡Jamás! ¡Eres mía!

— No soy de nadie, idiota. ¿Me oíste? De nadie.

— ¡Cállate! — golpea con algo mi cabeza, enseguida me doy cuenta de que me ha empujado contra la pared.

Veo borroso. No logro enfocar qué está haciendo. Gimo, luchando contra él con la poca fuerza que me queda. Escucho su risa malvada, cómo toma el botón de mi pantalón e intenta desabrocharlo. ¡No! No, no, no. No de nuevo, por favor. No puedo contener más las lágrimas, así que dejo que hagan su camino y bajen por mis mejillas hasta mi cuello. El desgraciado vuelve a reír, busca mi cuello y chupa de él las lágrimas que el mismo ha provocado. Grito. Ojalá alguien me oiga. ¡Alguien tiene que oírme!

Monte de Venus © (McQueen Mens II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora