Capítulo 16

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Tienes que estar bromeando

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Tienes que estar bromeando.

Tienes que estar jodidamente bromeando.

Observo su rostro, ahora totalmente sonrojado gracias a la dura mirada que le dedico. Cuando abrí mis ojos esta mañana no pensé que terminaría el día de esta forma. Con cuatro meses y medio de embarazo, el cansancio cada vez es más real. No sé qué sera de mí cuando esté para dar a luz.

Mi vientre está más abultado. Ya sí que no hay duda alguna que una vida está creciendo en mi interior. Cuando salgo a la calle, los paparazzis me persiguen. Y todo por culpa de estar relacionada con el apellido McQueen. Rectifico: todo por estar enamorada de Adam McQueen.

No sabía en qué nivel de liderazgo se encontraba su empresa. Hasta ahora. No puedo poner un sólo pie fuera de casa cuando los paparazzis ya están sobre mí. A pesar de todos estos meses, ahora es cuando se han dado cuenta de que hay algo entre el mayor de los McQueen y yo.

Y lo confirmaron cuando nos vieron saliendo del ginecólogo hace dos semanas atrás, él besando mis labios y acariciando mi vientre fue portada de revistas.

— ¡Oh, Adam!  — digo, tapándome la boca con la mano y observando la habitación.

Hay cajas por todos lados. Un gran ejemplo de lo que Adam "Loco" McQueen — como lo he apodado durante estas semanas — puede hacer.

— Estás totalmente loco — añado, volviendo a observar la cantidad de cosas para bebé que ha comprado —. ¿De dónde has sacado todas estas cosas?

— De la tienda. ¿Muy lista no eres, no?

Río ante su ironía. Hace tres semanas que abandoné la casa de Robert y Candela para mudarme a un piso alquilado. Fue a petición de Adam. Acepté este piso porque, de otra forma, sería volver a su ático. Y allí no volveré. Jamás.

Candela viene a visitarme todos los días. Siempre río cada vez que pregunta cómo me siento o cómo está el bebé, a pesar de que su hijo lleve la gestación y pueda decirle. Y, también, trae un montón de comida.

— Adam, esto ha debido costarte una fortuna.

— Bueno... —rasca su nuca, con las mejillas sonrojadas y los ojos brillosos —, es mi bebé también. Es lo que menos puedo hacer.

Alzo una ceja y lo miro. Si piensa que diciendo esas palabras conseguirá que vuelva a su lado, está muy equivocado. Las cosas no son tan fáciles. En caso de que lo fuera, el mundo sería una mierda. Literalmente.

— Dejemos claro una cosa  —quedo a su altura, a pesar de que es más alto que yo y mi cabeza está a la altura de su hombros; y cruzo los brazos —: hacer todos estos regalos no me traerá de vuelta a tus brazos.

— Lo sé.

— Y otra cosa: ahora mismo, en esta etapa del embarazo, eres sólo el padre de mi bebé, con un gran pene que satisface mis hormonas de embarazada.

Monte de Venus © (McQueen Mens II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora