CAPÍTULO 7

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Schwerin, Mecklemburgo, Enero de 1943
-¡Seguro que no eres capaz de llegar corriendo a casa sin caerte ni una sola vez en la nieve!

-Claro que sí, tontito -dio un pico en los labios a Richard y echo a correr calle abajo.

Llevaba ya un año allí y se podría decir que había encauzado su vida. Echaba de menos a sus padres y pensaba en ellos a menudo. Se preguntaba qué habría sido de ellos, pero no podía negar que era feliz. Los Hübsch la querían y Richard siempre estaba allí para apoyarla, pasara lo que pasara.

-¿Sabes qué? -oyó a Richard decir por detrás de ella- ¡que esto es una carrera!

Echo a correr tras ella y acabo adelantandola.

Cuando se dieron cuenta era demasiado tarde y estaban demasiado cerca de la casa como para escapar.
Dos furgones de las SS estaban aparcados frente a la puerta principal, y en el interior se oían disparos y gritos.

-¡El hijo de los Hübsch y la sobrina! - exclamó alguien al verlos doblar la esquina de la calle.

Intentaron correr pero un disparo alcanzó de lleno a Richard, que se desplomó semiinconsciente sobre la nieve, comenzando a teñirla de rojo con su sangre.
Gretel debería haber corrido, pero en su lugar solo le salió arrodillarse junto a él.

-¡Rich! -Tenía una herida en el abdomen, la bala lo había atravesado.
Él la miró con ternura en sus ojos violetas.

-Gretel... -pudo articular con un hilo de voz. Aquel era su último aliento. - Te quiero, tú vive, nos vemos en en el cielo.

Acto seguido cerró los ojos, estaba muerto.

-¡No! -bramó ella con dolor- ¡no me dejes! -no oía ni veía nada a su alrededor, no podía pensar. Le habían vuelto arrebatar lo que más quería.
Se inclinó sobre el cuerpo inerte del que había sido su mejor amigo y su novio y beso sus labios por última vez.
-¿Pero que habéis hecho? -gritó con todas sus fuerzas mientras sentía que la agarraban y la arrastraban hacia la mansión -¡yo también te quiero, Richard! -exclamó mientras le alejaban del cuerpo, que se iba haciendo cada vez más pequeño por la distancia.

Al llegar a la casa pudo comprenderlo todo, los Hübsch escondían judíos. Por eso se oían aquellas voces todas las noches, no eran más que los judíos en su escondite. Miró con asco a Víktor, que estaba esposado y sujetado por dos guardias. Lo culpaba él por la muerte de Richard y por todo lo que estaba pasando. Su novio estaba muerto y ella no era libre por su culpa.

En un furgón había dos judíos, y en el suelo yacían los cadáveres de otros dos. No había rastro de Magda.
En silencio, la metieron en la furgoneta vacía junto con Víktor.

-¿Y Richard preguntó él? -ella se negó a responderle, no le volvería hablar. Se sentía decepcionada, ahora tenía que sufrir las consecuencias de su imprudencia. -Te he fallado- murmuró él- lo siento muchísimo, Liza Ziegler.

Ella cerró los ojos, tampoco quería verlo.
Estuvo horas o tal vez días con los ojos, cerrados, se negaba a ver nada bastante tenía con escuchar.
La habían metido en un calabozo en el que había pasado mucho tiempo. Le habían conducido andando hasta algún lugar, y en algún momento la habían arrojado un vehículo que había comenzado a moverse.
Por el traqueteo, parecía un tren.
Solo cuando comenzó a notar un olor putrefacto los abrió, estaba en un contenedor para ganado acompañada de cientos de personas, en su mayoría judíos.
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Y de pronto... ¡Hay un giro brutal en los acontecimientos!
Me hubiera gustado alargar más la parte de la casa Hübsch, son gente muy interesante, pero si no en conjunto la historia quedaría larguíiisima.
Siento mucho haberle hecho semejante cosa tan horrible a Richard, no soy muy de matar personas me caía muy bien, pero es necesario.... 😅 (Aunque tal vez no esté tan muerto después de todo, quién sabe, tal vez despertó de un coma en otro país o algo parecido)
¡Zafiros en el Barro comienza ahora!
Gracias por vuestra atención, y hasta el siguiente capítulo.
~S. V. Hohenberg.

Zafiros en el barro (Segunda Guerra Mundial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora