CAPÍTULO 1

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Cegada por las lágrimas, la ira, la tristeza y los nervios, se había adentrado varios cientos de metros en el bosque cuando chocó contra algo que la derribó. Miró hacia arriba para averiguar que la había hecho caer, haciéndola perder así varios segundos de ventaja que podían ser cruciales y descubrió con horror que se trataba de un Gestapo. No se molestó en levantarse, simplemente cerró los ojos con fuerza y tragó saliva esperando a que la atrapara o peor aún, la matara. Sin embargo, tras unos instantes que se le hicieron eternos solo sintió como la ayudaba a levantarse con delicadeza, poniéndola cara a cara con él. El agente le acarició el rostro, levantándolo y obligándola a toparse con sus ojos, que resultaron ser de un color verde intenso, parecidos a los de ella.

Gretel debería estar aterrorizada, debería intentar forcejear, pero la mirada de aquel hombre la había hechizado y no podía ni moverse, solo hundirse más y más en aquellos ojos que le transmitían una extraña sensación de calma.

-¿por qué corrías? -Preguntó él- ¿te has escapado de casa? -las palabras del Gestapo la trajeron de vuelta a la realidad. No tenía ni idea, al ser aria nadie creería realmente que estaba huyendo porque habían atrapado a sus padres por ser comunistas y también la querían a ella si la encontraban.

Era una situación muy favorecedora para ella, solo tenía que quitarse a los malditos policías de encima y luego tendría vía libre para comenzar otra vida en un lugar nuevo.

Decidió ignorar al soldado, a lo mejor estaba intentando ganarse su confianza para entregarla, y consideró que la mejor opción era seguir corriendo.

Con toda la fuerza que consiguó reunir, le golpeó en la entrepierna con la rodilla. Él quiso gritar, pero por alguna razón, se reprimió y soltó un grave gruñido. "Tal vez quisiera evitarse la humillación", pensó Gretel mientras se alejaba, descartando que no hubiera gritado para no delatarla. "No existe nazi bueno".

No se había recuperado completamente de la carrera anterior y lo estaba pasando realmente mal, pero tenía que hacer aquel esfuerzo si quería llegar lejos y empezar en otro lugar. En algún punto, tras un par de minutos que se habían sentido como horas, cuando se empezaba a marear de nuevo y el pecho le dolía a causa del aire frío, comenzó a oir pasos y ramas que se partían detrás de ella. Intentó acelerar pero su cuerpo no respondió.

Tenía miedo, su perseguidor era probablemente un guardia mucho más grande y fuerte que ella, y cuando ya estaba perdiendo la esperanza, la agarraron por detrás, deteniéndola y frustrando de nuevo su intento de escape. Ahí acabaría todo, había fallado a la promesa de vivir que les había hecho a sus padres. Se había aferrado a la vida durante diez minutos en los que solo había sufrido, iba a morir desprovista de dignidad. Jamás estudiaría en la universidad, jamás cumpliría su sueño de ser médico como su padre, jamás conocería a su media naranja ni tendría una hermosa boda e hijos a los que mirar. Tampoco daría jamás con Rick.

-Estás huyendo de la policía, no te has escapado de casa, ¿cierto? -susurró una voz en alemannisch a su oído. Era aquel maldito soldado de ojos verdes otra vez.- Creo que ya sé de que va todo esto. No te preocupes, ven conmigo.

El hombre la tomó de la mano y comenzó a guiarla, caminando a buen paso. No corría por la distancia que les llevaban a los demás guardias, cosa que ella agradeció, necesitaba recuperarse, no quería morir incómoda.

Tras un rato que bien había podido durar minutos o años, encontraron una vía de tren abandonada sobre la cual reposaba un antiguo vagón metálico en el que los años habían hecho mella. Todo había sido engullido por la maleza y aunque debía causar algo similar al miedo, bien iluminado por la luna llena a Gretel le pareció un hermoso lugar en que morir.

El soldado abrió la puerta de una patada y condujo a la muchacha al interior.

-Vas a pasar aquí la noche -susurró mirando nervioso a su alrededor- si quieres vivir, quédate en el interior, contra el suelo. Ni se te ocurra salir, no puedes levantarte siquiera.

Gretel ya no estaba segura de si aquel hombre era realmente malvado, la había conquistado y podía engañarla perfectamente. Lo observó con curiosidad mientras se agachaban. Era bastante alto pero no era corpulento por lo que su cuerpo tenía un aspecto alargado. A jugar por sus insignias, pertenecía a un rango intermedio. Sin embargo, no podía deducir su edad, que estaría comprendida entre los 20 y los 30.

Se quitó la gorra, revelando una mata de abundante pelo rojo y despeinado, era muy atractivo.

-¿Por qué haces esto? -preguntó Gretel, todavía con lágrimas en los ojos.

-Eres demasiado bonita como para dejarte morir -le secó las lágrimas con la llema de su pulgar- Ahora solo tranquilízate, todo saldrá bien -añadió en voz baja, atrayéndola hacia sí en un reconfortante abrazo.

Ambos quedaron sentados en silencio, Gretel con la mirada perdida en el infinito, todavía incapaz de poder comprender bien que estaba ocurriendo, y el soldado con la mirada perdida en ella. Era muy guapa pero parecía jovencísima. ¿Cuántos años tendría? ¿Qué habría hecho? Permanecieron así un par de minutos hasta que comenzaron a oir ruidos y voces en el exterior.

-Es hora de que me vaya -susurró él- prométeme que te esconderás aquí dentro hasta mañana por lo menos.

Ella asintió con la cabeza y se recostó en un rincón oscuro mientras el soldado abría la puerta del vagón y salía, cerrándola bien a su paso. Era muy detallista, realmente no quería que la encontraran.

-¡Ziegler! -oyó que excamaba otro guardia al ver a su compañero- te estabamos buscando.

Ziegler... ese debía ser su apellido, típico de la selva negra por lo que Gretel tenía entendido. Sonaba bien, se alegraba de saber que se apellidaba así.

-Lo siento, señor -la suave voz de Ziegler llegó a sus oídos a través del cristal roto- estaba inspeccionando el bosque y me he entretenido en el vagón, parece un buen escondite.

-Así me gusta -Respondió la otra voz, a juzgar por el trato entre ellos sería su superior, que te tomes en serio tu trabajo. ¿Has encontrado algo? A nosotros todavía nos falta Edelstein, lo hemos perdido tras la redada.

-No, señor -mintió Ziegler, y a pesar de la tristeza que sentía, Gretel no pudo evitar alegrarse, aquel hombre la estaba protegiendo.

Un nazi estaba haciendo algo bueno por ella.

Zafiros en el barro (Segunda Guerra Mundial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora