CAPÍTULO 16

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Las palabras del sargento la sorprendieron, estaba siendo muy sincero con ella. Nunca la había necesitado, o eso creía ella, pero se negaba a dejarla ir y no sabía qué opinión hacerse de ello, qué conclusión sacar. ¿Por qué decía aquello? ¿Y si la quería? Intentó disuadirse a sí misma, era imposible.

-¿Qué es Auschwitz? -preguntó para romper el silencio incómodo que se había creado

Él bajó la mirada, aún más avergonzado de lo que ya estaba. Era algo reservado y Gretel no se había percatado de ello hasta entonces.

-¿Realmente quieres saberlo? -con su mano derecha estrujaba con fuerza su servilleta, se había puesto nervioso. Parecía no aprobar aquello.

-Quiero saberlo todo, es un defecto mío ser curiosa.

Aquello consiguió sacarle una sonrisa a Alaric.

-Ser curioso no es un defecto, yo también lo soy. Auschwitz está en Polonia. Parece un lager pero no lo es, allí muy poca gente trabaja, la mayoría son exterminados, los gasean.

No daba crédito a lo que oía, pensaba que todo lo que había visto hasta entonces era suficiente, solo aquello ya era terrible. Pero lo que le acaban de contar trascendía lo terrible, le costaba creerlo, no podía entender como la raza humana estaba siendo capaz de aquello. De nuevo se preguntó qué pensaría el pueblo alemán si supiera sobre  aquello, vivían en la pestilente burbuja de la ignorancia. Solo veían la punta del iceberg.

-Yo no estoy de acuerdo con ello -dijo Edelstein tras una larga pausa- pero será mejor que cambiemos de tema... ¿Te gustan los Dampfnudeln?

No podía dormir, lo que había escuchado aquella noche era demasiado. Tenía que marcharse de ese lugar a una mucho peor y partía en tan solo tres días. Recordó horrorizada lo que el sargento le había contado sobre Auschwitz y se estremeció cuando recordó qué Müller había estado a punto de mandarle a que la gasearan. No hubiera creído a Müller capaz de aquello. Si le hubieran preguntado cuál de los tres era el peor, hubiera respondido que Edelstein, pero él quería protegerla, la había borrado de aquella lista.
Volvió acordarse de aquel "no podría soportarlo" ¿Por qué? ¿Por qué no podría soportar su muerte? Ella no era nada para él.
Llamaron a la puerta. Era él.

Como buen SS, entró sin ningún reparo y se sentó sobre la cama. Vestido como estaba con una camiseta blanca y un pantalón azul de pijama no parecía él. Ella se sentó también, dejando medio metro de distancia.

-¿Y Pierre? -preguntó Gretel.

-Adolf sí que lo quiere a él, le interesa seguir comiendo de lo que cocina.

-Lo que hace tener talento -se sentía amargada y miserable, no había lugar para ninguna emoción positiva.

Edelstein se acercó a ella y la tomó de las manos. Ella al principio quiso soltarse, pero tras unos instantes descubrió que aquello en realidad no era tan horrible.

-Pierre tiene talento, eso no te lo discuto -la miraba clavando sus ojos azules en los de ella con una intensidad arrolladora. Mirar en ellos era como ver en el Lago Constanza, era algo realmente hermoso- pero tú tienes personalidad y si a Müller no le gusta, él se la pierde. Yo tengo claro que alguien como tú debe vivir al menos 100 años.

Aquello era lo más bonito que le habían dicho en tiempo y estalló en lágrimas. Se sorprendió, hacía mucho tiempo que no lo hacía. Edelstein la atrajo hacia sí y la envolvió en sus brazos. Ella se recostó en su pecho y sintió su corazón latir a mil por hora, al parecer sí que tenía uno.
Tal vez sí que la quisiera, ya no parecía tan descabellado. Se sintió mal, a ella él le atraía, le causaba curiosidad, pero no se veía capaz de quererlo. No bajo esas condiciones.

Se dio cuenta de que estaba empapando la camiseta de Alaric y se apartó lentamente.

-Siento haberte mojado -de pronto se sentía avergonzada. ¿Qué había sido aquello? Edelstein seguía siendo un nazi.

-Es normal expresar emociones -su voz nunca había sonado tan humana- llora, grita, desahógate. No te vuelvas loca como yo. -Ella sonrió de nuevo.-  Venía decirte que si hay algo que quieres conservar tienes que dármelo, no lo lleves al Lager contigo o lo perderás.

Estaba en el lago, el agua le llegaba hasta los tobillos y hacía calor. A su lado, un niño de pelo dorado lanzaba piedras al agua intentando hacerlas rebotar y haciendo un ruido que a Gretel se le hacía extremadamente desagradable.

-¿Puedes no hacer eso, por favor? -no podía continuar escuchando aquello.

El niño la miró consternado. Era Rick, aunque su rostro estaba difuso, no distinguía sus rasgos.

-Tú eres Gretel -murmuró con el ceño fruncido.

-Así es, me alegra volver a verte, Rick -era verdad, se alegraba mucho, aunque era extraño que no hubiera crecido.

-Te has convertido en una vieja amargada, y con demasiada personalidad.

Gretel abrió los ojos como platos, no daba crédito a lo que oía. De pronto, el cielo se oscureció ,el lago comenzó a agitarse como un mar atormentado y la figura de Rick se desfiguro hasta convertirse en Müller.

Despertó. Había llegado el día. Mortificada, se dirigió hacia la casa.

Habían descolgado los cuadros de Alaric y el interior se veía vacío, muerto.

Ma Petite! -Pierre irrumpió corriendo en la escena. Se detuvo frente a ella y le dió un beso en cada mejilla. Muy francés.

-Pierre... -Incluso él estaba triste aquel día- te voy a echar de menos.

-Yo a tí también, seguro que la nueva criada no es ni la mitad de divertida. Pero no te preocupes ,estoy seguro de que la guerra la ganarán pronto los aliados y seremos felices. Je suis sûr qu'on se reverra tôt. Tu pourras te marier avec Ali, j'ouvrirai mon resto et on sera tous heureux.

-Entiendo francés... -Pierre se sonrojó.

-C'était une blague -guiñó el ojo- no te preocupes. -Sin embargo, sí que se preocupaba, Pierre era capaz de hacer que se casaran si quería.

Müller apareció en el umbral de la puerta de su habitación. Acababa de volver de la escapada con su mujer y era la primera vez que Gretel lo veía tras recibir aquellas noticias.
Lo miró de arriba abajo. Seguía midiendo un metro sesenta y ocho, su pelo seguía siendo del color del trigo y sus ojos eran del mismo verde pero de pronto todo en él la repugnaba.

-Hola, Gretel, me alegro mucho de verte -al escuchar su nombre de la boca de aquel hombre se le heló la sangre.

-¿Por qué conoces mi nombre? -intentó aparentar calma, no podía dejarlo ganar.

-Tu padre tiene primos en Weimar, ¿cierto? -ella asintió, sabía de su existencia aunque jamás los había visto.- Pues bien, resulta que yo soy el hijo de Maria, uno de ellos. -Sonrió excitado- yo fui quién delató a tu padre, siempre te he conocido.

Ella sintió cómo le bajaba la tensión, la bilis le subió a la garganta y se comenzó a marear. Su vida era peor que cualquier drama, Müller era su primo y tenía sentido, incluso había un parecid entre ellos.
Frunció el ceño, no iba a darle el placer de verle mal, al fin y al cabo, tenía personalidad.

-Tú y yo estaremos emparentados, Adolf -dijo despacio, intentando controlar sus emociones- pero nunca serás mi familia.

-No quiero ser familia de rojos, por eso acabé con tus padres. Y tú deberías haber muerto con ellos. -¿Cómo podía ser tan despiadado?-  Bueno, Gretel, espero que te siente bien el cambio de aires.

Zafiros en el barro (Segunda Guerra Mundial)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora