capítulo uno

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El día era demasiado caluroso, como casi todos en este mes. Él no era muy fan del verano ni mucho menos de exponer la piel de su cuerpo, pero era estar en la piscina que estaba en el patio trasero o morir de calor. Ahora mismo estaba sentado en el borde de la pileta, viendo a su hermano mayor; no podía quitar los ojos del cuerpo de éste. Apreciar la tinta que tenía en casi toda su piel tostada le revolvía el estómago, quizá porque él también quería llenar su piel pálida así.

La vista de Alan se vio afectada gracias a una mujer en bikini que el castaño había tomado de la cintura y comenzado a besar.

— Ew, heteros, qué asco —murmuró en voz alta, a lo que Austin, sin dejar de besar a su novia, le mostró el dedo del medio.

Bufó y, sin importarle que no estaría en la reconfortante sombra, se puso de pie al borde de la piscina y se tiró al agua con la intención de mojar a todos a su paso, incluyendo a su mejor amigo que había llegado.

— Joder, ¿apenas he llegado y ya me mojas? —preguntó con un tono para nada enojado; más bien, fingido.

— Ni que hiciera frío —habló el pelirrojo cuando salió del agua para sentarse en el borde, como antes, bajo la sombra del árbol.

El pelinegro rió y se sentó a su lado para luego saludarlo con un choque de puños. Él era Christopher Fronzak, un pelinegro de ojos celestes, cuerpo tatuado y con varios piercings en el rostro; él era uno de los más allegados a Alan. Notó que tenía la vista pegada hacia donde estaba su hermano... bueno, no precisamente a él.

— Deja de verle el culo a la novia de mi hermano, asqueroso —se quejó el menor, haciendo mueca de asco.

— No te enojes, mi amor, sabes que sólo tengo ojos para ti —sonrió él, abrazando a Alan por la cintura.

Alan y Chris acercaron sus rostros hasta que sus narices rozaron, manteniendo sus miradas fijas en los ojos del contrario, y cuando sus labios estaban a punto de rozarse, no resistieron más la actuación y comenzaron a reírse como estúpidos, aún más cuando vieron los rostros de estupefacción de la pareja.

— ¡Consíganse un cuarto, maricones! —exclamó el castaño.

— Vete a follar con tu oxigenada novia, Austin —murmuró Alan con una sonrisa burlona—. A lo mejor y te pega el SIDA —soltó una carcajada ante lo último y luego se puso de pie, haciéndole una seña a su amigo para que lo siga—. Mejor vámonos antes de que termine vomitando por verlos compartiendo saliva.

— Como si tú no lo hicieras —comentó el pelinegro.

El pelirrojo ignoró aquél comentario y se limitó a tomar su toalla que estaba tirada en el césped para después pasarla por todo su cuerpo, secándose lo más posible. Hizo lo mismo con su cabello y luego tomó su camiseta —que también estaba en el césped—, colocándosela para cubrir su torso pálido. Al terminar de colocarse las zapatillas, comenzó a caminar para ir al patio delantero, pasando por un costado de la casa y abriendo la verja, siendo seguido por Chris.

— ¿No te pondrás otro pantalón corto? —preguntó él luego de un rato. Alan lo miró de reojo y negó, sonriendo.

— Sé que quieres verme desnudo pero ahora no es el momento, cariño —guiñó un ojo y rió—. Además, éste se seca rápido. Ah, y debemos pasar a buscar a la cabeza de menstruación antes de que nos mate.

— ¿Por qué le dices cabeza de menstruación si tú también tienes el mismo color de cabello? Aunque, bueno, tu color es más bien de menstruación de zanahoria.

— Cállate, emito.

Cruzaron a la casa del frente y se acercaron hasta la puerta. Alan tocó el timbre varias veces, jugando, hasta que una adolescente abrió la puerta con gesto de enojo. El pelirrojo no se detuvo hasta que la chica lo golpeó en la mano.

fatal optimist [cashby ft. others shipps]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora