Capítulo 4.

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Ya ha pasado una semana desde que Sslib no vuelve a aparecer. ¡Pero si la semana anterior no faltó ni un sólo día!

Todo el primer mes, desde que comencé en el Instituto, ella ha estado aquí, ¿qué le ha pasado? Tampoco me avisó, o siquiera mandó un mensaje. ¿Estará bien?

Lo malo de todo, es que ni se me pasó por la cabeza preguntarle dónde vivía.

Qué cabezota la mía.

En fin... Sin ella ya me empiezo a aburrir. Y eso es lo que temí desde un principio.

La idea de que sea mi último año, y mi último instituto, me obligó a pensar en ya no hablar con nadie. Pero no sé qué me pasó cuando me acerqué a ella ese día... Y ¿cómo terminé? Quedándome de nuevo sola siendo que ya había tomado confianza en alguien.

Demonios, odio cuando me pasa algo así.

La antepenúltima campana antes de salir de esta cárcel se dignó a sonar al fin.

Junté todas las cosas desparramadas por la mesa y las tiré en el bolso.

Eché un suspiro cuando me acercaba a la puerta, pero claro que no todo podía ser perfecto.

-Señorita, Stahl.

-¿Um? - volteé sin ganas.

-¿No sabe nada de Bliss? - negué bajando la mirada - ¿Eso significa que no sabe si ya se ha ido? - fruncí el ceño.

-¿Ido? ¿Qué? - sacudí la cabeza.

-Oh... - se sacó los lentes gruesos - Usted no lo sabía...

-¿Saber qué?

-¿Por qué no mejor habla con el Señor Bieber?, que él se lo explica mejor.

-¿Quién es? - enarcó una ceja.

-Me extraña que no sepa el apellido del que usted y Bliss ayudaron.

-¡Ah! Justin..., ¿cierto? - asintió -¿Dónde puedo encontrarlo?

-En el otro edificio, supongo.

-¿Algún lugar en específico?

-Sé que él está en el laboratorio de química al terminar todo el periodo.

-Gracias...

-Y cuando sepas algo, ¿podrías avisarme?

-Claro... - rasqué mi cuello - Vale, me voy. Tengo que ir a clases - se despidió con un ademán de manos.

-Son libres - dos palabras, nada más y nada menos, bastaron para que saliera a toda máquina de esa clase, dirigiéndome al segundo edificio.

Abrí cada puerta hasta llegar a la mitad del pasillo, y luego se me ocurrió la idea de sólo mirar por las ventanas.

Como en la quinta ventana de lo que restaba el largo pasillo, lo vi sentado de espaldas con algo en frente que me fue imposible ver.

Entré, tratando de no hacer ruido.

La sala estaba desolada, a parte de él, y, claramente, yo.

Me acerqué lentamente hasta estar tras él. Hasta ahora no me ha notado.

-Justin - sus hombros se subieron sorpresivamente, echando casi todo el líquido que tenía en las manos.

-Maldición... - me tapé la boca con ambas manos y retrocedí hasta chocar con la otra mesa.

-Lo siento.

-Tendrás que ayudarme a limpiar - volteó.

Tenía esas gafas que normalmente uno podía ver en películas que tenían científicos y hacían experimentos.

-Lo siento - volví a decir.

Se sacó los lentes, pero en lugar de quedarse sin nada en el rostro, se puso otros, pero ya de esos comunes; los que se utilizan para leer y todo eso, pero los suyos eran algo gruesos y más cuadrados que los demás.

-No sabía que usas lentes.

-Creo que eres tú quién la necesita, entonces.

-Um...

-¿Buscas algo?

-No.

-Eh... ¿Entonces?

-Ah... Te iba a preguntar si sabes algo de Bliss.

-¿No quieres limpiar primero?

-No. No quiero nada de misterios. Ese ya es un cuento gastado. Cuéntame y luego hablamos - negó con la cabeza -. ¿Tan malo es? - bajó la mirada.

-Hablemos de otra cosa, por favor - dijo sin aún alzar la cabeza.

-¿Luego me cuentas? - suspiró.

-No dejarás de insistir hasta que te lo diga, ¿cierto? - levantó la mirada.

-No - dije explotando una P al final.

-Vale... Ponte los guantes que están en el estante de allá - señaló hacia la esquina -, y ven a ayudarme.

No sé cuánto tiempo exactamente, pero fueron como más de tres horas, sin exagerar, en la que nos quedamos ahí limpiando, haciendo más desastre aún debido a la torpeza, y limpiando de nuevo.

-¿Qué hora es?

-Al fin terminamos - soltó con un suspiro -. Como las ocho...

-¡¿Las ocho?! - asintió con tranquilidad - ¿Acaso que no le ponen seguro a todas las puertas después de las seis?

-Ajá...

-¡¿Estamos atrapados?! ¡ESTAMOS ATRAPADOS! ¡Atrapados, Justin! - miré por todos lados desesperadamente - ¡Las ventanas! Sí, ¡salgamos por ahí! - me acerqué corriendo a una y traté de abrirla - Está atorada... Oh, cielos.

-Tiene seguro.

-¡¿Qué?! - volteé para mirarlo con los ojos bien abiertos. Él tenía en el rostro una sonrisa enorme. ¡¿Pero qué demonios le causa gracia?! ¡¡Estamos atrapados!! - ¡¿De qué te ríes?! ¿Tengo cara de payaso? - soltó una risa bien audible.

-Cálmate, Dios mío - volvió a mirarme -. Adriana, abre la puerta.

-Pero la han puesto seguro.

-Dije que la abras - me crucé de brazos -. Oh, vamos. ¡Sólo ábrela!

Me acerqué trotando a la puerta. Puse una mano en la perilla, con una seguridad incomparable de que no se abriría.

Giré la mano. La puerta se abrió.

-¡Tienes magia! Y si dices "Ciérrate, sésamo", ¿se cierra? - volvió a reír.

-No le pusieron seguro - metió la mano en el bolsillo del pantalón, y luego sacó unas llaves -. Tengo la llave de esta sala...

-¿Cómo...?

-Negocié con el director... Y como soy el mejor alumno... - sonrió.

-¿De veras eres el mejor en todo? - asintió - Pero qué presumido.

-Hmm... - sonrió - Muy bien, ya terminamos... - bajó de la silla con un salto - Vamos.

Salí y me quedé unos segundos ahí parada esperándolo. No piensen que ya olvidé lo de Bliss.

Apagó las luces de la sala, para luego salir a ponerle seguro.

-Y bien... ¿Vas a contarme? - comenzamos a caminar hacia la salida.

-¿Qué te parece esto...? Mañana, en el almuerzo, antes de entrar a la cafetería te cuento todo, ¿vale?

-¿No vas a poner ninguna excusa? - hizo una mueca.

-No te prometo nada...

-Mañana será.

-Mañana será.

El último año.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora