Digimon Nueva Génesis Parte 7

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                                                    12.REENCUENTRO

Los esclavos estaban acercándose a las hordas arrodilladas de renamons, todas, con la cabeza gacha, mostraban respetos a la anciana.

-Gran Babamon- dijo la Renamon más próxima a ella- No tenía porqué ir usted al mercado, si nos lo hubiera ordenado habríamos ido súmamente rápido.

Babamon, con sus cariñosas manos, acarició la cabeza de esa Renamon y dijo con tono de abuelita amable- no te preocupes, quería dar un paseo y además, algo me decía que tenía que ir al Mercado Cristal.

-Nos lo hubiera avisado y le hubieran acopañado escoltas- le dijo la Renamon.

-Tranquila, ya soy suficientemente mayor como para cuidarme sola- dijo Babamon con una risa llena de sabiduría.

Renamon alzó la vista de una forma amable, como la de un dicípulo agradeciéndole a su maestro. Sus ojos se posaron sobre Babamon con una gran alegría y luego sobre el humano que poseía el pecho descubierto, lleno de heridas y con un símbolo en él.

Sus ojos entraron en shock, como si hubiese visto a un fantasma. Luego se levantó de golpe.

-Gran Babamon, cuídado, ese humano es...- dijo Renamon interrumpida.

-Sí, lo sé. Nos será... Útil.

-Sí, Gran Babamon- dijo y luego se puso de rodillas nuevamente.

Los tres sujetos entraron a la gran puerta doble, transitaban por un túnel de renamons, todos fijándose en el humano. Era como ser el niño nuevo en el colegio, entrar por primera vez a la clase con nervios, no sabiéndo si irías a ser aceptado, si te destruirían, si te reirías. Pero de algo podías estar seguro, todos te mirarían, vigilantes, monstruosos, como si esperaran que cometieras un error, un solo error y te destrozarían. Espectantes. Así se sentía Alan.

Dante y Alan observaban a sus vigilantes mientras caminaban, esos ojos clavados con furia. Detras de ellos, a lo lejos, parecían estar algunos Renamons practicando sin percatarse aún de su presencia o de la llegada de su maestra. Se acercaban a una velocidad sorprendente, chocaban sus garras y desaparecían, parecía un espejismo, sólo el estridente chasquido de las garras chocando confirmaba la escena.

Entre la pelea que ahí yacía, apareció un extraño digimon con un bastón y un Hakama de arriba blanco y abajo negro. Golpeaba una y otra vez, con gran sutileza y habilidad, desviaba ls golpes con su bastón y luego golpeaba a una velocidad sorprendente. Al poco tiempo, todos los Renamon estaban en el suelo, todos menos uno, que quedó parado frente a frente. Saltaron y se desvanecieron, pero se podía ver distintas machas de colores chocando una y otra vez, haciendo un chasquido metálico. Después de ese espectáculo, quedaron frente a frente, pero esta vez, el misterioso digimon quedó con la vista en el túnel de Renamons y Alan le vio el rostro. No era un digimon, era una humana y la conocía.

Sus ojos cayeron como aguja sobre ella, como un incrédulo frente a un oasis.

-¡Sol!- gritó desesperadamente y comenzó a correr hacia ella embistiendo a los Renamons a su paso y haciendo un camino entre ellos ¿o ellas? 

Al salir de esa aglomeración de zorros amarillos, un Renamon gritó- ¡artrápenlo, no dejen que escape! y pronto se vio una lluvia de manchas amarillas que cayó sobre el joven, aplastándolo contra el suelo. Quedo neutralizado, sin llegar siquiera a la mitad de distania entre ella y él.

-Tengo que llegar a ella, tiene que saber que estoy en este mundo también, ¡No estamos solos!- pensó mientras hacía un extraño ruido de furia, como si estuviera acumulando fuerzas. 

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