Trafalgar Law

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70 años han pasado desde que el nivel del mar subió, creando un solo y gran océano, dejando que los continentes se convirtieran en islas, los humanos fueron obligados a adaptarse a su nuevo mundo, todas las personas se transportan en barcos esperando no ser asesinados por el cruel océano o las criaturas que habitaban este, pues habían sirenas pero no de aquellas que seguramente desearías. No eran hermosas mujeres mitad pez que buscaban seducirte porque tuviese algún sentimiento o curiosidad por los humanos. Las sirenas eran embusteras, algunas poseían cánticos para hipnotizar a los marineros, haciendo que saltaran al agua por voluntad propia, ahí eran ahogados para después ser comidos, pero sin duda los más peligrosos eran los tritones y sus variedades. Estos no poseían cánticos o alguna cosa similar, simplemente eran hermosos y manipuladores. Los humanos intentaron resolver el "problema" pescando a las sirenas y tritones. Lograron reducir casi hasta su extinción a tan aterradoras criaturas, pero sin darse cuenta habían reducido el principal alimento de los tritones más peligrosos.









Eustass Kid era un joven audaz y de carácter fuerte con un gran deseo de ser libre navegando los mares, no había isla que pudiera retenerlo por demasiado tiempo ya que él amaba el agua, le gustaba la soledad que creaba estar en medio de nada, más que kilómetros de aquel liquido salado. Esa tarde era como cualquier otra, el sol brillaba en lo alto y el cielo no podría estar más despejado, algunas gaviotas se veían a la lejanía en señal de haber tierra firme, aunque eso no le importaba mucho al pelirrojo, tenía reservas necesarias para uno o dos meses. Su bote era pequeño y más de una persona se había ganado una paliza por burlarse o menospreciar su transporte, después de todo era algo que había construido él mismo y que le había salvado de incontables tormentas, era lo suficientemente fuerte como para atravesar todo el océano.

Se estiró al soltar la vela para que el viento decidiera su camino, la brisa golpeaba su rostro y pecho desnudo al haberse quitado la camisa para soportar el calor de aquel intenso sol. Podía relajarse pues nada daba señales de terminar mal, aunque le mantenía alerta la cantidad de tiburones que nadaban en esas aguas, esas criaturas ya habían probado la carne humana y sabían lo fácil que era comer personas por lo que caer sería ir a tu propia tumba.







En las profundidades de lo que antes era el mar atlántico se encontraba un tritón nadando lentamente, no tenía prisa por buscar comida al encontrarse en un banco de peces y tiburones blancos alrededor. Su aleta era de color negro con algunas franjas blancas a los lados y una aleta negra en la espalda seguida de pequeñas aletas a espaldas de su cola. Aunque parecía ser un tritón tipo ballena asesina su aleta se movía de un lado al otro como un tiburón. La mayoría de los tritones que habían sobrevivido a la masacre por parte de los humanos habían intentado dejar de comer carne humana para hacerles creer que ya no quedaba ninguno, sin embargo, este tritón no tenía problemas con ser descubierto como lo que era, pues cuando la persona sabía lo que era ya era demasiado tarde.

Su estomago rugió exigiendo comida y el hombre pez simplemente alzó la mirada viendo la cantidad y variedad de peces que nadaban sobre él, pero eso no era lo que él quería comer, ya que comer peces significaba tener que atrapar a más de uno, en lugar de eso enfocó su mirada en una criatura marina más grande.

Nadó un poco más rápido, lo suficiente para simular ser la sombra de aquel imponente tiburón blanco, por el tamaño de este se podía saber que era hembra, el tritón sonrió dejando ver sus afilados dientes mientras sus pupilas se dilataban, de un rápido movimiento de cola avanzó atacando sin previo aviso a la hembra preñada.

La hilera de dientes se clavó en el vientre del escualo haciendo que este nadara con desesperación buscando que dejara de desgarrar su gruesa piel pero el tritón no tenía intenciones de detenerse, con una de sus manos se aferró al costado del enorme tiburón enterrando sus dedos por la fuerza que ejercía mientras con la otra mano rasguñaba donde antes estaban sus dientes, dando tomando así un ritmo de rasguñar y morder para abrirse paso por las capas de musculo de su victima, hasta que por fin alcanzó donde se encontraban sus crías.

SirenaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora