La Gran Batalla.

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No paraba de llover aquel día, solo había tranquilidad parecía que el gran ejercito de humanos se había retirado. pero no seria así, sin duda esta era la calma que precedía a la gran tormenta que se aproximaba.

La princesa Amberle estaba aun sentada en el trono que había pertenecido a su padre tanto tiempo, no descansó en toda la noche. Su postura era la misma, estaba sentada con la espada de su padre entre las piernas y apoyada en ella. Pero ya había llegado el momento planificar la batalla con sus nuevos caballeros.

En aquella sala del trono destacaban importantes caballeros de los distintos reinos y el mago, aparte de un representante de los enanos. Los elfos odiaban a los enanos pero debían derrotar a los vagabundos juntos.

Se decidió que los enanos saldrían con el grupo que defendería la muralla, junto co Eretria que se comprometió a ayudarles.

-Eretria, no puedo permitir que luches en esta batalla, ya es suficiente para ti todo lo que has pasado. No hay más que hablar, dijo la princesa Amberle con dureza.

La Vagabunda parecía no asimilar lo que le estaba diciendo pero por una extraña razón se quedó callada y asintió con la cabeza.

-A los demás, ¿os queda claro cada uno de vuestros objetivos? Pues luchemos.
Los caballeros junto con Amberle, que no se separaba de la espada de su padre salieron al patio de armas. Sin antes ordenar la princesa la vigilancia a Eretria.

Dos caballeros saldrían al campo de batalla y Amberle junto con otro caballero protegerían desde dentro. Mientras que los enanos no solo estarían fuera, también irían a las murallas junto con los arqueros y barriles.

-Derrotemos a estos vagabundos que solo saben reclamar lo que no es suyo, dijo la princesa alzando su espada al cielo y montada en su cabello.

Una piedra de catapulta impactó en aquel entonces en la torre de los presos. Aquella en la que empezó esta historia entre la Princesa y la Vagabunda.

Todos comprendieron que era el momento de atacar. Derrotar a esos humanos y acabar con esa guerra que ellos empezaron.

Las piedras, e incluso incendiarías no paraban de caer sobre el palacio. Amberle dio la ordenes a los arqueros y fue entonces cuando una lluvia de flechas incendiarias se dirigió hacia el ejército enemigo. Los enanos soltaron las riendas que sujetaban los barriles llenos de aceites y una gran explosión mezclada con gritos de caídos en las batallas se oyó hasta en el otro mundo.

Mientras en el salón del trono seguía Eretria, intentando convencer a los guardas que Amberle le había puesto de dejarla ir a la batalla, sin mucho éxito.

El sonido de un cuerno de guerra avisó de que era hora de que los jinetes salieran a batallar, las puertas se abrieron y todos se posicionaron justo delante de la línea que marcaba la separación de ambos ejércitos. Entonces el cuerno del otro ejercicio sonó dos veces y varios caballistas se dirigieron hacia la trampa.

La joven Eretria, ayudada por los enanos había bañado huecos con pinchos en la línea que delimita la separación de ambos ejercicios y miles de montaras se despeñaron hacia los pinchos. Pero esto solo haría que se ralentizara la batalla.

Miles de proyectiles incendiarios salieron de las grandes catapultas. E incluso penetraron en la sala de trono, en ese momento Eretria aprovechó para escapar.

No solo eso sino que también la puerta principal fue debilitada y destruida, ya no quedaba otra que el enfrentamiento a puerta abierta, en el terreno. Para sorpresa de los vagabundos un ejército aún mayor esperaba detrás de esas puertas.

Se oyó el cuerno desde las murallas restantes que quedaban, y una formación circular se acercó a los humanos.

-Estáis rodeados por nuestro ejército. No tenéis escapatoria. Rendíos ahora y os perdonaré la vida. Dijo con braveza la princesa.

A esto respondieron los humanos con risas.

-Querida princesa que ingenua sois, parece que aún no conoce el poder de los humanos. Ustedes se creen superiores a todo tipo de seres humanos, pero una vez más caéis en la misma trampa. Diciendo esto hizo que dos soldados se acercaran a él. Vestidos con ropas de soldados elfos.

Llevaban consigo a una mujer con la cabeza tapada. Al entregarla al hombre que parecía ser el rey de los humanos descubrió quien era y se trataba de otra Vagabunda, pero no de una cualquiera sino de Eretria. La joven había sido capturada en su intento de escapar.

Los elfos se estremecieron y Amberle no podía creerlo. Como había sido posible, después de las medidas de seguridad para que no escapara.

La princesa giró la cabeza y vio humo saliendo desde la torre central, el salón del tronos entonces lo comprendió todo.

-Parece que ahora los que estáis rodeados sois vosotros, rieron todos los humanos.

-No la lo vuelvo a repetir, rendíos. Desde el otro lado solo se oían risas.

-Juguemos un rato, voy a soltar a esta traidora para que corra por el bosque, y vamos a dispararle una flecha si le impacta en la cabeza ganaremos nosotros, si le impacta en el corazón tardaremos menos en ganar porque entrarás en ira y todos tus planes se irán al traste. ¿Qué te parece princesa?. No paraban de oírse las risas.

-Tú los has querido asqueroso vagabundo. Y Amberle levantó la espada en señal de ataque. Entonces ambos ejércitos se fundieron en la batalla.

Eretria intentaba escapar y casi lo logra de no ser porque una de las flechas que lanzaron al rey vagabundo impactó en corazón. Amberle que había observado la escena y ordenado que lanzaran las flechas vio como su corazón también había recibido la flecha y como pudo haber perdido a la mujer que le había devuelto a la vida.

Corrió hacia ella sin importarle nada, los humanos no paraban de reír. Amberle protegida por miles de escudo llegó a Eretria y la cogió en sus brazos.

-Gracias, mi princesa por enseñarme lo que es el amor, dijo la joven apretando la mano de su princesa.

-No te vayas todavía, te puedo salvar, por favor quédate conmigo. Te quiero.

Las lagrimas de Amberle aumentaron al igual que la intensidad de la lluvia, la mano de Eretria ya no tenía la fuerza necesaria para apretar la de Amberle y cayó. Junto con ella, junto con todas aquellas historias que habían comenzado en aquella torre de palacio donde decidieron fugarse para vivir en libertad.

Si no habría vuelta atrás la joven Vagabunda había muerto en manos de su princesa, en manos de la persona que le había hecho feliz.

A Amberle no le importaba ya la batalla había perdido lo que la mantenía con vida. Volvió a sentir como la lluvia caía sobre su rostro. Los humanos que quedaban habían huido, incluido el Rey. Pero aún oía las risas de esos vagabundos en sus oídos, y sentía a su amada muerta en su regazo.

Consiguió levantarse del suelo mojada y se fue andando hasta las ruinas de su palacio, hacia la torre donde todo empezó. Allí decidió posar el cuero de Eretria y poner flores a su alrededor.

Todos los soldados y caballeros a excepción de los caballeros se arrodillaron para rendirle honores a la joven.

-Aquí tenéis la naturaleza de estos seres que son capaces de matar a gente de su propia especie. Porque la flecha que tiene en su corazón es nuestra pero la culpa de su muerte es de ellos. Espero que esta muerte nos sirva para no cometer los mismos errores, y para dar caza a esos traidores.

Amberle se acercó al cuerpo y sellando el amor eterno que le había profesado a Eretria le besó los labios mientras cerraba sus ojos.

Varios jinetes elfos se acercaron con presos al lugar donde estaban todos, y si estaban entre ellos aquel Rey de los vagabundos que tanto le gustaba reír.

Sin mediar palabra, Amberle le disparó con una lanza atravesando su corazón igual que el había hecho que atravesaran el de su amada.

-Hacedles hablar, dijo Amberle y se sentó a velar al difundo cuerpo de Eretria.

Crónicas de Shannara - La Princesa y la Vagabunda (Fanfic) Donde viven las historias. Descúbrelo ahora