Dos: ¿Estás... Despreciándome?

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Todo el camino fue silencio incómodo.

Al llegar me cargó hasta la casa y la habitación, me bajó cuando ya estábamos dentro, desabrochó el velo quitándolo por completo de mi peinado, me aferró de la cintura acercándome a él y se inclinó para besarme, pero, se detuvo.

Me miró a los ojos y sonrió de lado, me soltó y salió sin decir ni una sola palabra. No sabía si esa era una sonrisa de burla, pero de lo que sí estaba segura era que me despreció al dejarme sola en la habitación.

Me tranquilizaba saber que a pesar de estar casados no dormiríamos juntos, mantendríamos las apariencias y viviríamos en la misma casa, pero no tenía que intimar con él, pero con un marido así... ¡Ay! ¿En qué estoy pensando?

Me cambié por una ropa más apropiada y me acosté. Pasó un rato y cuando al fin conciliaba el sueño alguien se acostó en la cama. Asustada, me levanté.

- ¿Qué te sucede? –preguntó con calma-.

- Tú... ¿Qué haces aquí? –le pregunté esta vez yo, viéndolo con incredulidad-.

- Estoy por dormir –dijo obvio-. Por si no lo has notado estamos casados, revisé la casa y esta es la única habitación con cama así que dormiré aquí. Si no te gusta, duerme en el sofá.

- Duerme tú en el sofá –reproché empujándolo-.

- No dormiré en el sofá, no mientras haya suficiente espacio aquí para los dos, no te preocupes, no te tocaré –él forcejeó conmigo por la sabana mientras hablaba-.

Después de que sus palabras ingresaron por mis oídos solté la tela y le quedé mirando, él casi se cae de la cama por la sorpresa de hacer fuerza sola.

- Estás... ¿Menos preciándome? –pregunté indignada-.

- ¡No! Por favor no pienses eso, es sólo que... mmm... simplemente no quiero acostarme contigo –el nerviosismo en su voz no me dejó más tranquila-.

- Está bien –acepté finalmente, quitándole la mayor parte de las sabanas-.

Me acosté dándole la espalda, pero era incómodo todavía, sabía que él tampoco dormía y eso me ponía nerviosa. Durmiendo con un perfecto desconocido, encerrada con un extraño... ¿Que podría salir peor?

Empecé a sentir calor y me destapé, me movía para aliviar el calor, pero era imposible.

- ¡Quédate quieta! –me pidió casi llorando y zapateando como un niño pequeño-.

- Lo siento, es que hace calor –le respondí riendo un poco por su reacción-.

- Lo sé –suspiró y se levantó, se quitó la camisa camino hasta el aire acondicionado y lo encendió, caminó de vuelta a la cama y cuando notó que lo miraba sonrió-. ¿Se te perdió algo? –preguntó coqueto alzando una ceja-.

- No... no, claro que no... gracias por encender el aire –dije atropellándome con mis palabras-.

- De nada, ahora duerme –dijo fingiendo amabilidad-.

De verdad no sabía que mi marido tenía tan buen físico, me sorprendí cuando lo vi, y no podía simplemente quedarme satisfecha con sólo verlo.

- ¿Tu nombre es ______, cierto? –interrumpió con su masculina voz-.

- Si –le afirmé-.

- De acuerdo ______, deja de mirarme, ya soy todo tuyo, no necesitas acosarme, me veras así seguido –sus palabras me desconcertaron tanto como me ruborizaron-.

No dije nada, eso fue vergonzoso. No sé cuándo logré dormirme, pero al despertar alguien me abrazaba de la cintura, algo sorprendida me levanté y vi a Min Seok con sus ojos cerrados y una expresión de paz.

- ¡Dios, esta niña! Ya te acostumbrarás –abrió los ojos y se levantó para encaminarse hasta el baño-.

No pude evitar mirarlo. Su caminar, su espalda, yo no estaba enterada de esto, sin duda debo controlarme, maldita guerra de hormonas.

- ¿Sabes cocinar? –preguntó desde lejos-.

- Si –le afirmé-.

- Entonces prepara el desayuno, anda –ordenó y yo no lo podía creer-.

De acuerdo, el primer día de casados y ya dándome ordenes, ¿Quién se cree? Sólo lo hice porque tenía hambre, no porque él me lo ordenara. Desayunamos tranquilos hasta que habló de la boda.

- Lamento incomodarte con el beso –confesó dejando el vaso en la mesa-.

- Está bien –atiné a decir-.

- A mí me gusto –confesó luego de ver mi desinterés-.

Me atraganté con el café, no me esperaba eso.

- ¿Por qué estabas enojado? -cambié de tema rápidamente-.

- Ignoraré que cambiaste de tema –dijo y maldición, era listo-. Estaba enojado porque no quería casarme, porque no te conocía, pero al levantar tu velo... –se detuvo por breves segundos-. No sabía si estaba enojado o feliz, tengo una esposa hermosa, la verdad, pero lo cierto es que aún estoy molesto, tenía una buena vida antes de conocerte.

- Lo lamento –me disculpé con sarcasmo-.

- Deja de lamentarte... esto es por tu bien -soltó de repente sorprendiéndome con sus palabras-

- ¿Por qué todos me dicen eso? –pregunté algo escandalizada-.

- Nada... ignóralo –dijo rápidamente, volviendo a comer-.

Un... Matrimonio? (Xiumin y tú)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora