Ha pasado una semana desde que Santiago estuvo aquella mañana sentado en la acera afuera de mi casa soportando el cruel frío matutino.
Ha pasado una semana desde que un sentimiento indescriptible se ha arraigado sobre mí, y se enciende con el simple hecho de ver, pensar, sentir a Santiago. El sigue siendo el mismo conmigo, no ha cambiado, sigue siendo el mismo Santiago divertido, juguetón, simpático... atractivo de siempre.
— ¡Hey guapa! — escucho que dicen detrás de mí y no puedo evitar dar un salto debido al susto — ¿A dónde vas?
Doy media vuelta y veo a Santiago riendo, seguramente por el susto que me dio.
— A casa — le digo cuando se detiene frente a mí.
— ¿A casa tan temprano? — dice con fingida indignación — ¡no! Eso no te lo permito, ven vamos a comer a algún lugar.
— ¿Qué? No, ahora no puedo — intento sonar decepcionada.
— ¿Por qué?
— Porque... tengo mucha tarea que hacer y...
— ¿tarea? — me interrumpe — acabamos de salir de clases y ya vas a hacer tarea ¿desde cuando eres tan aplicada?
— Desde ahora — respondo en tono de voz bajo, intentando inventar más mentiras.
— Bueno, pero comer algo no nos tomara más de una hora — dice con aire despreocupado.
— Si pero es que... — empiezo, en un intento de buscar otra excusa, y la encuentro en el momento en que Mariana se dirige en mi dirección a saludar.
— ¡Es que quede de ir a casa de Mariana! — digo llegando a ella, presionando su mano con la idea de que me siga la corriente.
Mariana me mira por un momento confundida pero entonces entiende.
— Ahh, si es cierto, invite a Fabiana a mi casa ahora — dice dirigiéndose a Santiago — ¿lo habías olvidado? — y esta vez se dirige a mí.
— Si, si — respondo, mirando a Mariana y después a Santiago — lo siento Santiago, había olvidado que ya había quedado con mi amiga.
— Claro — dice el, en un tono que me parece ¿triste?
— Oye, pero podemos ir a comer otro día — le digo, a manera de aliento.
— Si, si esta bien, lo que tú digas Fabiana.
— Bueno, vámonos — esta vez me dirijo a mi amiga, intentando hacerle entender que no quiero seguir con esta situación incómoda.
Estamos caminando rumbo a su casa y ya hemos dejado atrás a Santiago cuando ella dice.
— ¿Qué demonios acaba de pasar?
— No lo se — respondo en un suspiro.
— Ok, es obvio que algo está pasando — continúa con tono preocupado pero seguro — y creo saber que es, pero esto requerirá de muchas galletas oreo y helado de vainilla.
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Me enamoré de mi mejor amigo
Short StoryA veces el amor nos sorprende tanto que nos hace sentir mariposas por la persona menos pensada. Fabiana conoce a Santiago desde siempre, han crecido juntos, van al mismo colegio, literalmente conocen todo el uno del otro. Solo hay una cosa que ella...