Ocho.

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He intentado acercarme a Santiago pero siempre se presenta algo que lo impide, ha pasado una semana desde que hablamos por última vez, cuando íbamos de camino a comprar las entradas al cine, cada vez que lo busco no lo encuentro, siempre que suena el timbre de salida de clases salgo lo más rápido que puedo para encontrarlo y nunca esta.

El otro día le llame a su teléfono y me mando directo al buzón de voz, es como si el universo estuviera empeñado en que no volvamos a hablar, incluso lo he ido a buscar a su casa.

Esta semana ha sido de lo peor y sé perfectamente que es mi culpa, yo alejé en un principio a Santiago, lo evitaba y le decía que no me pasaba nada cuando en realidad me pasa mucho, todo por mis estúpidas inseguridades, pero ya no quiero tenerlas más, estoy resuelta a decírselo todo.

Creo que más que el hecho de que no me corresponda, me dolerá el perderlo como amigo. Pero no puedo seguir callándome más, tengo que hacerlo.

Estoy caminando a casa, ha sido un largo día y como todos los demás, busque a Santiago sin éxito. No sé en que momento llegue al parque, pero aquí estoy, mi mirada recorre toda la extensión del lugar y de repente me detengo en una silueta formada debajo del gran árbol, entonces lo reconozco, es él. Está ahí, de pie, observando el árbol.

Mis pies comienzan a caminar automáticamente hacia Santiago y no se qué cara poner después de una semana sin hablar ni vernos pero me detengo a pocos pasos de él, no se da cuenta de mi presencia hasta que se gira dispuesto a marcharse ya, entonces me ve. Su rostro denota sorpresa.

— ¿Fabiana? — dice casi en un susurro como si tratara de convencerse de que en verdad estoy aquí.

— Hola — respondo porque no se qué otra cosa decir.

— ¿Qué haces aquí? — su voz ahora es serena.

— Pasaba por aquí y te vi.

— Oh — exclama.

Hay un silencio, pero logro armarme de valor y digo:

— He intentado hablar contigo esta última semana pero nunca te encontré, incluso te llamé.

— Sí, mi teléfono murió, ahora tengo otro, pero claro que no te diste cuenta porque...

— Porque te estaba evitando — termino por él — pero escucha, precisamente te he estado buscando porque quiero decirte el porqué.

Por un momento espero su rechazo, espero que me diga que no tiene sentido hablar más, pero siento un gran alivio cuando dice:

— Sí, claro.

— ¿Nos sentamos? — él asiente, así que nos dirigimos a la banca, esa misma banca en la que estuvimos sentamos el otro día.

— Escucha, no soy capaz de darte una buena explicación del porqué o como paso — empiezo, mis voz es como un susurro ronco pero entendible — ni si quiera yo puedo explicármelo, simplemente ocurrió. Santiago, tu sabes que eres mi mejor amigo, te quiero tanto, nos conocemos desde pequeños y... — no se cómo continuar, siento un nudo formándose en mi garganta — no quiero perderte, tengo miedo de perderte y arruinar nuestra amistad — ¡Dios! ¿Cómo se supone que deba continuar si él me ve de esa manera? Luce confundido, asustado y a la vez me mira con una intensidad que me congela, luce impresionante... Santiago siempre ha sido impresionante, y nunca lo había notado. Por un momento creí que me acobardaría pero recuerdo las palabras que una vez dijo Mariana "amar no es un pecado, el pecado es nunca hacerlo", entonces sin más continuo — probablemente piense que soy una estúpida porque... me enamoré de mi mejor amigo.

Me armo de valor y alzo la vista, quiero ver su reacción, quiero ver como se aparta de mí, pero no hace nada, y esta vez no soy capaz de descifrar su mirada.

— Creo que lo imaginaba— dice después de un momento — es decir, un día le conté a Robert de todas tus aptitudes conmigo, la manera en la que me evitabas y al principio creí que yo había hecho algo malo, pero él me dijo que, quizá, tu estuvieras enamorada. No estaba seguro porque no creía que tú te enamorarías porque nos conocemos desde siempre y yo te quiero muchísimo y no quiero perderte pero... tengo algo que decirte — siento mi corazón detenerse — yo también he querido hablar contigo, incluso iba hacia tu casa antes de que me detuviera aquí, en nuestro árbol ¿lo recuerdas?

— ¿Cómo no recordarlo? — respondo con una sonrisa — ¿pero qué es lo que quieres decirme? — pregunto al ver que él no continua.

— Fabiana, yo.... — su manzana de Adam sube y baja y noto como esquiva mi mirada — estoy con Alicia.

— ¿Q-Que? — susurro.

— Si, Alicia es mi novia.

No sé que decir, me siento tan estúpida, esperaba cualquier cosa, que me rechazara, que creyera que soy una tonta por enamorarme de él, no lo sé, cualquier otra cosa, menos que me dijera que Alicia y él son novios. Soy tan patética porque una parte de mi tenía la esperanza de que tal vez, tan solo tal vez, Santiago me correspondería. Ahora me doy cuenta que eso no pasara.

— ¿Cómo paso? — digo, con la mejor cara que soy capaz de poner.

— Bueno, fue ella quien lo sugirió, yo te busque porque tú sabes que siempre que yo quería estar con una chica, tú eras la primera a quien se lo contaba, quería saber que opinabas, pero nunca pude hablar contigo.

— Santiago yo te dije lo que siento porque quería hacerlo, creía que tenías que saberlo — me sorprende lo segura que parezco, aunque en el fondo este destrozada — siempre te querré y para mi siempre serás mi mejor amigo y... espero que seas feliz con ella — sonrió forzadamente y me levanto.

No quiero seguir más allí, no puedo tragarme por más tiempo el nudo que se ha formado en mi garganta. Duele. Y aún más al notar que Santiago no dice nada al ver que me voy, solo se limita a quedarse ahí, sentado.

Me enamoré de mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora