Doce.

1.9K 95 1
                                    

El día siguiente de la fiesta no salí de casa excepto por la mañana para ir a ver a Mariana, como era de esperarse tenía una resaca horrible. Me encargue de hacerla sentir mejor antes de regresar a mi casa. Por la noche hablé con ella y decía que ya no se sentía tan mal, lo cual hizo que me aliviara.

Es lunes, falta una clase para salir de la escuela y no he visto a Santiago, tampoco le he escrito aunque estuve a punto de hacerlo pero me contuve ya que él tampoco lo ha hecho.

— En serio lamento haber arruinado tu momento — dice Mariana, le he contado todo, su exceso de copas, el baile, Santiago diciéndome que había dejado a Alicia, su mirada intensa, el casi beso...

— Tranquila, no fue tu culpa — le digo porque creo que es cierto.

— Claro que sí, si yo no hubiera bebido tanto Paulina no habría llegado a interrumpir por mi malestar — noto la tristeza en sus facciones.

— Mariana, en serio, no lo lamentes, después tuvimos otra oportunidad y tampoco se dio — respondo recordando lo del auto y mamá saliendo a llamarme — quizá, simplemente no era el momento para que algo así pasara entre nosotros.

— Bueno, en todo caso lo hubieras ido a ver el día siguiente — dice un poco más aliviada.

— Estuve a punto de hacerlo pero decidí esperar hasta ahora, tenía la esperanza de verlo pero creo que no se podrá. Escuchó de pronto escucho la campana sonar, es la hora de salida.

Me dirijo a casa y el resto de la tarde la paso en mi habitación, esperando el mensaje de Santiago que nunca llego. El día siguiente es lo mismo, no pasa ningún hecho extraordinario digno de mención, siempre es la misma rutina y lo peor es que tampoco he visto a Santiago.

Han pasado cuatro días y no hay ningún rastro de él, me dí cuenta de que tampoco ha ido a clases así que este día estoy decidida a ir a su casa a ver qué pasa.

— ¿No has sabido nada de él? — La voz de Mariana me trae de vuelta a la realidad.

— No, aun no.

— ¿Quieres ir a mi casa a ver películas? — Pregunta, estamos saliendo de la escuela.

— No, estoy bien, pero quiero llegar a mi casa temprano.

— Bueno, pero si cambias de opinión avísame. — Dice con una sonrisa.

— Ten por seguro que lo haré — le respondo devolviéndole el gesto.

No sé porque no le dije que iré a casa de Santiago, quizá es por el hecho de que no estoy segura de hacerlo.

Camino lentamente por la acera y me tardo un poco más de lo usual en llegar al parque que esta de camino a casa. No sé en qué momento mis pies empezaron a caminar en dirección al árbol, a ese gran árbol, pero de un momento a otro me encuentro aquí, mirando el esplendor de sus grandes ramas.

— Es hermoso ¿no es así? — la voz que dice eso hace que de un salto en mi lugar pero no es porque me haya asustado, sino porque se quien lo ha dicho. Me giro sobre mi eje y lo veo... luce una playera azul marino con unos vaqueros negros que le van ajustados, su cabello esta sin peinar y sus labios están tan rosados.

— ¿S-Santiago? — logro decir, quizá intentado asegurarme de que no es una mala jugada de mi cabeza.

— Hola — dice él con una pequeña sonrisa.

— Hola — respondo casi en un susurro.

— Al parecer este árbol es como un imán para nosotros, siempre nos atrae — su mirada ahora está en el inmenso árbol que esta frente a nosotros.

— Tiene mucha historia — digo mirando también el árbol

— Si, ¿recuerdas el día que competimos por ver quien subía más rápido?

— Una rama se quebró cuando iba a mitad de camino. — sonrío, recordando.

— Entonces caíste al suelo, te golpeaste tan fuerte que te quebraste el pie derecho.

— Lloré tanto y me cargaste en tu espalda hasta llegar a casa.

— Estaba muy preocupado, no podía separarme de ti, quería cuidarte.

— ¿Cuántos años íbamos a cumplir? ¿yo 12 y tú 13? O ¿tú 14 y yo 13?

— Tú 12 y yo 13 — afirma — me sentía mal porque no quería que pasaras tu cumpleaños con un yeso.

— Al principio yo también pensé que la iba a pasar mal pero fue lo contrario, recibí muchos regalos y atenciones.

— Recuerdo que Eduardo no se separaba de ti y bueno... ¿recuerdas que tú me contaste que él te gustaba?

— Si — respondo.

— Bueno... yo después le pregunte a él si tú también le gustabas.

— Y ¿qué paso? — pregunto curiosa.

— Pues resulto que si le gustabas.

— ¡¿Qué?! ¡Santiago! — espeto golpeándolo en el hombro — ¿Por qué nunca me dijiste? Tú sabias que a mí me gustaba mucho.

— Si, lo sabía pero... creía tener miedo. Miedo de que me dejaras por él, miedo de que me cambiaras.

— ¡Por favor, Santiago! — digo rodando los ojos al cielo — sabes que eso es imposible.

— Yo creía tener miedo — continua, concentrado en lo que dirá — trataba de convencerme que era eso, pero me dí cuenta que estaba equivocado. No era miedo de que me cambiaras, Fabiana — su mirada profunda cala en mi — era miedo de que nunca sintieras por mi lo que sentías por él. Y nunca lo acepté, hasta ahora.

No sé que cara poner, que decir o que hacer, lo único que sé es que estoy a punto de explotar de la emoción.

— ¿E-estas queriendo decir que...? — tartamudeo.

— Que me gustas, y estoy enamorado de ti — dice terminando lo que iba a decir. Ni en mis sueños más locos estaba que Santiago sintiera lo que yo siento, creía imposible que pasara algo así. Pero la vida es una ruleta, da vueltas y vueltas y nunca sabes que pasara.

— Fabiana — dice — ¿tú aún sientes algo por mí? — soy capaz de ver el pánico arraigándose en sus facciones, así que sin más respondo.

— Si, Santiago, nada de lo que siento ha cambiado — entonces el acorta la poca distancia que nos separa y siento como una de sus manos toma mi rostro.

— Me alegra tanto saber eso — sonríe, poso mi vista en sus labios y sus ojos brillan cuando notan mi acción. De pronto no siento nada, ya no soy consciente de lo que pasa alrededor, lo único que puedo percibir es el contacto de sus labios contra los míos.

Entonces, tal vez tu primer amor, tal vez el amor de tu vida, talvez tu alma gemela o tu media naranja, tal vez esa persona por la que estas dispuesta a hacer de todo, a quererlo de la forma correcta y que te corresponda de la misma manera, esta tan cerca de ti y ni siquiera te has dado cuenta.

Enamorarse de tu mejor amigo no es ningún crimen y en el menor de los caso las cosas pueden terminar bien.

Me enamoré de mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora