Once.

1.8K 83 5
                                    


Han pasado alrededor de 45 minutos y en todo ese tiempo no he hecho más que comer y beber, varios amigos me han invitado a salir a bailar pero no estoy de ánimos. Me limito a estar sentada observando como los demás bailan frenéticamente, hay parejas que se besan como si no existiera mañana y otras que bailan de manera muy sugerente.

Recorro con la mirada toda la estancia y me siento patética porque sé que lo estoy buscando pero no hay rastro de él... ni de ella.

- ¡Fabiana, no puedes quedarte sentada toda la fiesta! - grita Mariana intentando hacerse escuchar.

- ¡Claro que si puedo! - grito de vuelta.

- ¡Vamos! - responde llegando a donde estoy y tirando de mí. De un momento a otro estoy en medio de la pista, alrededor de cuerpos sudorosos con mi amiga en frente.

- ¡por Dios! ¡esa canción nos encanta! - dice al escuchar sonar una nueva canción. Mariana baila, salta y grita como loca, es entonces cuando me doy cuenta que se ha pasado de copas.

- ¿Cuánto has bebido? - le pregunto al oído.

- ¡No lo sé! ¡deje de contar después de la quinta copa! - responde, riendo sin razón.

De repente el DJ cambia el género de la música y pone una canción lenta, notó como solo las parejas se quedan y los solteros salen de la pista quejándose, soy una de esas personas, dirigiendo a Mariana a una silla cuando de pronto escucho a alguien detrás de mí.

- Fabiana ¿bailas conmigo? - reconozco esa voz, áspera, segura.

Doy media vuelta y lo veo. Es Santiago, luce tan elegante de traje, atractivo... y siento como se me revuelve el estómago.

- Perdón, no puedo - digo mirando a Mariana.

- Tranquila, yo la llevo a sentarse - dice Paulina, tomando a mi amiga - ve con él.

Dudo unos instantes, pero acepto. Siento como sus dedos calientes se posan en mi espalda fría, entonces comenzamos a balancearnos al ritmo de la música.

- Te ves hermosa - dice Santiago rompiendo el silencio.

- Gracias, tú también te ves muy bien.

- ¿Cómo ha estado? - pregunta.

- Muy bien y ¿tu?

- Tan bien como se puede estar.

- ¿Tu novia no se molestara contigo por bailar conmigo? - pregunto arqueando una ceja.

- Si tuviera una novia seguramente se molestaría.

- ¿Q-Que? - notó como una sonrisa se dibuja en la comisura de sus labios.

- Termine con Alicia - dice al fin.

- ¿Por qué? - ahora si no oculto mi cara de asombro.

- No se puede estar con una persona que no te hace sentir nada cuando hay otra que te hace sentir todo - la profundidad de su mirada me hace temblar en mi lugar.

- Oh... lamento que no haya funcionado - es lo único que logro decir.

- Yo no lo lamento - responde alzando los hombros.

Nos quedamos en silencio bailando el resto de la canción y no paso por alto el hecho de que Santiago me aferra más a él. De pronto estoy recostada sobre su pecho mientras él me sujeta por la cintura, balanceándonos suavemente.

Entonces levanto mi rostro para verlo y esta tan cerca que no puedo evitar detener mi vista en sus labios. Él se da cuenta y sin más se acerca lentamente, siento nuestros labios rozándose y sé que está a punto de hacer presión cuando escucho mi nombre.

- ¡Fabiana! - es Paulina - tienes que llevar a Mariana ahora mismo a casa, la resaca que tendrá mañana será horrible y es mejor que vaya a dormir.

- C-claro - tartamudeo sin poder reaccionar aún por lo que iba a suceder - la llevaré a casa. Perdón tengo que irme - digo esta vez dirigiéndome a Santiago.

- Las llevo - se apresura a contestar.

- No, no es necesario.

- Claro que sí, si te vas ya no tengo nada que hacer aquí, además en que se irán.

Entonces recuerdo. Se suponía que le llamaría a mamá para que nos recogiera cuando estuviéramos listas para irnos, pero no puedo dejar que mamá vea a Mariana así.

- Vamos Fabiana, yo vine en auto y no tengo ningún problema en dejar a Mariana en su casa y después irte a dejar, al fin y al cabo vivimos en la misma calle.

- Ok - asiento.

Estoy en la parte trasera del auto, Santiago va manejando y yo voy junto a Mariana asegurándome que no vaya a vomitar en el asiento.

- ¡Por Dios! ¡Brenda se lució con esa fiesta! - grita mi amiga - oye Fabiana, ¿Por qué hay dos de ti?

- Tranquila, mañana lo entenderás. - respondo.

- Creo que voy a vomitar - dice de pronto encendiendo la alarma en Santiago.

- ¡No, por favor no! ¡en mi auto no!

- Ni siquiera es tu auto - digo riendo por la cara de horror de Santiago - es el auto de tu madre.

- Lo que es aún peor, si ensucio el auto me castigara de por vida.

Esta vez rio en serio.

- ¡Hey, no te rías! - dice él.

- Lo siento, es que es inevitable - respondo sin parar de reír.

Después de cinco minutos más de trayecto, intentando que Mariana no vomitara, llegamos a casa. Santiago me ayuda a bajarla del carro, abro la puerta de la casa con las llaves de Mariana y la encamino a su cuarto, por suerte sus padres ya están dormidos y cuando la coloco sobre su cama Mariana cae profundamente dormida. Me aseguro de acomodarla antes de salir.

Afuera Santiago esta recostado sobre el auto, cuando me ve abre la puerta del copiloto en señal de que entre. En todo el camino no dice nada, lo cual hace que me sienta mal. Hace menos de 30 minutos estaba a punto de besarme y ahora no dice nada. No lo entiendo.

- Gracias por ayudarme con Mariana - digo cuando llegamos a casa.

- No tienes nada que agradecer, haría cualquier cosa por ayudarte. - me mira fijamente. Esta pasando de nuevo, me he perdido en los ojos de Santiago y esta vez es él quien posa su vista en mis labios. No puedo evitar hacer lo mismo, entonces se acerca, esta tan cerca que puedo sentir su aliento sobre mi boca y esta punto de pasar, está a punto de ocurrir...

- Fabiana, ¿eres tú? - grita mi madre desde el umbral de la puerta.

Santiago y yo no podemos evitar saltar en nuestros lugares debido al susto.

- ¿Fabiana? - ruedo los ojos al cielo cuando vuelvo a escuchar la voz de mamá.

- Si mamá, soy yo - respondo saliendo del auto - Buenas noches, Santiago - me despido a través de la ventana.

- Buenas noches, Fabiana.

Me enamoré de mi mejor amigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora