VI

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En el silencio fingido de una ciudad ruidosa se puede observar las primeras pinceladas azules con tonos rosados y naranjas que comienzan a pintar el cielo, las cuales se ven cortadas entre sí por aquellas tremendas oleadas de nubes completamente blancas. El murmullo de las calles se hace cada vez más prominente; el sonido de las ojas ocres al moverse y resbalarse por el suelo de concreto gris, como el viento las hace bailar suavemente una con la otra, el sutil susurro de uno que otra bicicleta o vehículo, una que otra persona caminando a pasos lentos y apreciando el cielo. Todo es, al parecer, tranquilidad y paz en el mundo sumido en la espesa neblina de la madrugada.

Son las 6 de la mañana, o las 5, o quizás algo intermedio, algo más o algo menos...no hay un reloj que lo determine. Un cuerpo desnudo posa sobre la cama. La luz entra por su ventana, en mágico resplandor la piel morena se vuelve más brillante al contacto con el sol, las sábanas gris frío lo cubren de manera suelta sin embargo precisa, como si de una figura griega se estuviera hablando, se puede apreciar aquellos hombros anchos, y contorneados brazos, su espalda arqueada y sus piernas relajadas. Aquellos cabellos castaños  por ahí y por allá, aquel rosto soñoliento y cansado encima de las almohadas. Es una imagen bella, como miel para el alma, o tal vez armonía para la misma, o algo perecido.

Louis suspira mientras que ve a su acompañante, aquel envuelto en las sábanas grises ¿Cuál era su nombre? ¿Thomas? ¿Patrick? ¿Sébastien?...¿Jorge?. Vuelve a suspirar otra vez decidiendo que no le importa, le importaría si fuera a verlo otra vez (cosa que no planea hacer). Ve su chaqueta que, en el desenfreno de la noche, quedó en un rincón de la habitación. La recoge y al instante va por su celular, mira los mensajes y manda unos cuantos, es entonces cuando su mano se dirige al otro bolsillo y se da cuenta del papel, en ese momento manda otro mensaje. Vuelve a mirar a su compañero y le da ganas de quedarse, contemplarlo en su sueños por un momento más, aunque sea solo uno.

Pero no puede.

Agarra un papel que está por ahí y (por suerte) un lapicero, le escribe algo (pues tampoco es tan desalmado) y se retira de la habitación tal como llegó.

En otra parte de la ciudad en donde los carros están recién arrancando el aire que se respira es distinto, donde los edificios se alzan altos como si nunca dejarán de crecer, hay un departamento grande. Aquel lugar es espacioso, con una gran vista a la parte más bonita y nostálgica de la ciudad. En aquel departamento de grandes y caros accesorios hay una habitación blanca, algunos muebles grises, algunas decoraciones negras, unas cuantas plantas y, al igual que la habitación, las sábanas enredadas casi tocando el piso gris son del mismo color, blanco. Todo estéticamente placentero a la vista. La habitación tiene una mezcla interesante, un olor casi adictivo, parecía ser como una miel para atrapar a las personas, placentero, estimulante. Huele a vainilla, a un sutil toque de canela, vino y sexo.

La luz que pasa por la gran ventana no es mucha, sin embargo da una sensación muy pacífica. La habitación, aunque blanca, esta sumergida en colores medios grises a la vista humana. O así lo persive el moreno cuando mira alrededor de la habitación detalladamente, lo que la siente ser la primera vez desde que llegó ahí. Sin embargo su inspección no le dura mucho ya que su vista se dirige hacia la, perfecta, compañera que tiene al lado, la cual ha comenzado a moverse.

Todo es tranquilidad y un arrullador silencio.

-¡AH! - grita el rubio ofuscado. - ¡Maldita sea ya para! ¡ya me desperté!

Con los ojos borrosos trata de desactivar el alarma, suelta un suspiro cuando, por fin, lo logra.

Mira la hora y oh por todo lo que es sagrado, es muy temprano como para si quiera pensar en respirar. Gruñe a la nada como si esta tuviera la culpa y comienza a frotarse los ojos, de sus labios escapa otro suspiro y rendido tira sus manos a los costados. Se queda contemplando el techo de su habitación, mira el contraste de las luces y sombras, mira uno que otra mancha, los colores, las formas, mira todo, pero a la vez nada...o al menos lo siente así, porque esta viendo todo el paronama pero su cerebro está en blanco. Quiere cerrar los ojos por completo, acurrucarse otra vez entre la sábana y su almohada, la cuáles son la única fuente de calor en ese momento. Lo desea fervientemente; sin embargo, sabe que no es posible.

MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora