XI

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Los días pasaban para Niall como quien no quiere la cosa, se atrapó en la misma monotonía de siempre que de alguna manera le daba la estabilidad necesaria para seguir con su vida. A su lado estaba Liam; siempre él, con las palabras de aliento, cuando quería hablar con alguien o cuando simplemente quería debatir la razón del universo a las 3 de la mañana tirado en el piso de su departamento. Una monotonía que lo conforta, que le gusta.

Hace un tiempo que dejó de dibujar, no ha tomado el lápiz o el pincel en unas buenas semanas. Su nuevo scketchbook sigue intacto dentro de su mochila roja, ni siquiera le ha quitado la etiqueta. Lo cual es muy irónico, considerando que acaba de conseguir un nuevo trabajo en una tienda de arte, más irónico aún, porque la tienda parecía estar llena todo el día, en ningún momento se quedaba sólo (o bueno, tal vez en la tarde, cuando el sol se escondía y el amarillo se mezclaba con el azul). Siempre habían cosas que hacer, como ordenar las pinturas por colores, separar los sketchbooks por especialidad y, en especial, deprimirse viendo qué tan caro está todo.

Su cabello ya no tiene ni los vestigios de las mechas rubias que al menos antes conservaba. De todas maneras las tuvo que cortar cuando su cabello creció a un punto que ya no le gustaba.

Su nuevo trabajo demanda un uniforme, si se le puede llamar así. Viste unos pantalones pegados negros y un polo suelto blanco, le da risa, pues encima de estos utiliza un mandil verde oscuro. Le recuerda mucho a los que usan en Starbucks, solo que sin el logo. Este mandil no tiene ningún logo...no como el último que usaste.

En ese pequeño comentario intruso en su mente Niall recuerda la mirada marrón que hace sus mejillas teñirse. Mierda, tan ocupado ha estado que ni siquiera ha tenido tiempo de pensar otra vez en aquel hombre (no se atreve a decir su nombre pues decirlo sólo lo hace más...real). Una pequeña sonrisa se planta en sus labios, cuando nota su existencia decide dejarla ahí. Él es tan extraño, parece ser lo único que Niall puede pensar de él, misterioso, también, atractivo... mierda, Niall, para. Suelta una risita traviesa al recordar su última conversación con él, la forma en que sus miradas se encontraron, como sus respiraciones se mezclaron, las palabras que acariciaron sus orejas como si fueran hechas de seda. Se siente derretir.

¿Para qué querrá mi nombre?

Pierde su vista por un momento en la apresurada ciudad frente a él, el amarillo se mezcla con el azul.

Para quitarse el recuerdo de esa mirada tan intensa comienza a sacar los marcadores que han llegado a la tienda de sus cajas. Acomoda las que son a base de alcohol en la repisa y deja los que son a base de agua en la caja. En ese momento escucha la campana de la puerta sonar. No se voltea, ni se inmuta, pues está seguro que, en la larga y espaciosa tienda, la persona podría encontrar lo que ella quisiera o que la dueña de la tienda los atendería, como normalmente hace. Escucha los pasos ir de aquí para allá y de aquí para allá, pero no puede ver nada por el gran anaquel frente a él. Agarra los pinceles que estan al costado para ponerlos en la mesa de muestra. Ignora los pasos hasta que, por supuesto, se detienen atrás de él.

Escucha como alguien se aclara la garganta, probablemente, para captar su atención. Suspira y voltea a ayudar al cliente.

Al ver a la persona frente a él su cuerpo se tensa, sus ojos forman planetas y, en un impulso, lleva la mano con los pinceles a su pecho, como si estos actuaran como un escudo.

-¡¿Tú?! - exclama.

Frente a él el azabache se tensa también. ¡Por el amor a lo sagrado! Ni lo había reconocido de espaldas, solo necesitaba pintura amarilla, no encontrarse con la persona que pensó nunca volver a ver. Tonto, se siente muy tonto, porque ha estado viendo a las personas con la esperanza de ver mechas rubias cuando el cabello ahora es totalmente marrón. El azabache absorbe la vista frente a él, mierda, se había olvidado que tan...¿hermoso? ¿tierno? Lo que sea es el rubio, bueno, ya no es rubio. Seguía teniendo esas manzanas rojas en vez de mejillas, esos ojos que te invitan a sumergirte en el más precioso azul de la existencia, esos labios delicados y apetitosos. Mierda, no es como si la gente cambiara de un día para otro, solo han pasado...¿dos, tres semanas?, no estaba seguro, en su mente, se sintió una eternidad.

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⏰ Última actualización: Jun 30, 2018 ⏰

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