VIII

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El hombre frente a él le es familiar, no sabe qué, si es su rostro o su manera de pararse, o su cabello desordenado o su nariz perfecta. Pero hay algo. Así que decide acercarse con cautela de no ser notado, lo cual es estúpido ya que él es un cliente, Niall. Cuando decide que su comportamiento es irracional se aclara la garganta, porque el rubio puede andar por todo el mundo y si así lo desea nadie sabría nada, pues sus pasos nunca son fuertes y hasta podrían pasar como indetectables. El hombre frente a él, por lo que puede ver, es de su tamaño, más o menos, se digna a verlo a los ojos. Aquellos le recuerdan al mar cuando combate la inmensidad del viento, cubierto por una densa pincelada de niebla...le hubiera parecido aún más hipnotizante si el semblante del portador no estuviera cubierta en un desinterés total.

Niall decide que no le gusta. Sin embargo le da una de las sonrisas más (menos) falsas que puede manejar.

-¿Puedo ayudarle en algo? - pregunta con voz arrulladora.

-Quiero flores. - espeta sin cuidado su acompañante.

Si bien el rubio había escuchado una respuesta casi igual esta mañana, la siente diferente. Totalmente diferente. El extraño de está mañana parecía decidido y al mismo tiempo perdido cuando mencionó esas palabras, y el rubio no podía pensar menos en que tan tierno era verlo de esa manera y que raramente dulces sonaban esas palabras. Pero el castaño frente a él es más cortante al hablarle, tiene un aire petulante que a Niall no le agrada ni un poquito. Sin embargo recupera su compostura ,como si nunca la hubiera perdido en realidad, y con los ojos suaves y con calma le pregunta:

-¿Qué clase de fl-

-Cualquiera, no me importa. - Le interrumpe, claramente perdiendo la paciencia. - Sólo asegúrate que sean bonitas.

Niall quería argumentar y decirles que todas las flores son bonitas, en especial las que están en esta florería. Quería argumentar y decirle que no tenia derecho a perder la paciencia cuando no ha pasado más de cinco minutos en la tienda, y si alguien en serio merecía perder la paciencia era él, que tenía que aguantar la grosería de los clientes (o al menos de este). Esa y más cosas, por alguna razón quería gritarle que se vaya y no volviera pues claramente no aprecia la belleza de sus flores (o las flores del dueño de la florería, a este punto no le importaba, él estaba en turno en este momento y por ende estás son sus flores, y nadie podía decir lo contrario).

Sin embargo se contiene y asiente suavemente. Se va en busca de unas flores en la parte de atrás, porque esta más que seguro que si se quedaba en la misma habitación que el castaño no dudaría en romperle su perfecta nariz, y es que el hombre se había presentado tan antipático y mal educado que Niall no podía hacer menos que mirarlo con malos ojos. Es decir ¿Quién se cree que es? No puede tratar a las personas así. Rueda los ojos (de una manera tan exagerada que ni él creía ser posible) y se concentra en hacer otro ramo. Tan ocupado está haciéndolo que casi no se percata del sonido de la campanita arriba de la puerta, aquella que suena cada vez que alguien entra o sale de la tienda. Escucha un murmullo afuera de la habitación, así que supone que es un nuevo cliente, eso significa que te apures.

En menos de lo que esperaba, tiene el ramo casi terminado, a excepción de un detalle, no sabe si poner margaritas o azucenas (y sería una terrible idea poner las dos juntas, casi como una blasfemia). Piensa un rato más en que al hombre en la otra habitación no le importa absolutamente nada con respecto al ramo y que sería completamente estúpido ir y preguntarle por su opinión. No obstante, aún sabiendo esto se encuentra dando pasos a la habitación principal, mientras se secaba las manos en su mandil, con su mirada dirigida a ellas.

-Disculpe pero tengo una consulta. - dice sin dejar de limpiar sus manos (tal vez por nerviosismo, tal vez no).

Y no sabe que oye primero, si la exagerada toma de aire de un sujeto o la respuesta cortante de su cliente.

-Ya te dije que solo las quiero bonitas, no me importa como lo hagas.

Ante esto Niall se enfurece, deja caer sus manos a los costados y los cierra en un puño, frunce el ceño y levanta la cabeza para enfrentar al castaño. Sin embargo se queda sin aire al ver al costado.

Siente sus mejillas tornarse rosa, y su corazón parece haber salido corriendo en una maratón. No sabe qué sentir, avergonzado sería algo muy cerca a lo que está sintiendo en ese momento.

Ve al moreno y este lo mira a él. Zayn ve sus ojos azules aún más brillantes con la luz natural que ingresa por las grandes ventanas del local, se pierde en la estructura de su rostro, aquellas mejillas más rosadas que las rosas a su costado, aquellos labios tan...invitantes, casi...pecaminosos. La tez blanca reluce con los rayos del sol, la hace parecer hecha de cristal, y Zayn se pregunta si podría romperla, cómo se vería si la matizara con un toque de rojo velvet o un púrpura y azul y oh, todos los bonitos colores que le podría sacar; se pregunta cómo se verían esos colores alrededor de su cuello. Maldita sea, deja de pensar. Sin embargo hace lo contrario y se embriaga con el escenario frente a él, ahora no lo bebe por pedazos, ahora lo devora por completa.

Cuando lo ve con aquellas mejillas teñidas como algodón de azúcar (al azabache le da ganas de morderlas, solo para probar si en realidad son tan dulces como parecen ser), y lo ve rodeado con todas las flores, le recuerda a las pinturas clásicas del renacimiento; el escenario perfecto con la musa en el medio. Solo que él es un hombre...¿Niall, verdad?. Entonces no sería una musa, no, sería un Numen.

MusaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora