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Al día siguiente hablaron. No mucho, pero lo hicieron.

Cuando Halley entró en el vagón, se lo entregó.

—Ayer te lo dejaste.

—Sí, gracias.

Cogió el paraguas.

No, no se lo había dejado, pero eso era algo que ya ambos sabían y que no hacía falta decir.

En el último vagón del metro de las siete y cuarto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora