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11 de marzo de 2004 a las 7:15.

Halley se sienta junto a Connor.

Connor no sonríe, la observa con intensidad.

Un tembleque en los labios de ella.

—Halley.

—Connor.

Una carcajada compartida.

La mano de Connor buscando la de Halley y entrelazándola con la suya.

La mano de Halley temblando.

Connor pensando que es realmente frágil.

—Hacía mucho que quería hacer esto.

—Sí, lo sé.

—¿Tienes novio?

Una risa.

—No. ¿Tienes novia?

Una sonrisa.

—No.

—¿Estudias?

—Nunca ha sido lo mío.

Charlas calmadas agarrados de la mano.

Deseos internos de nunca llegar al destino, de quedarse por siempre en ese instante, congelados en el último vagón del metro.

¿Sería un beso mucho pedir?

Miradas perdidas en los labios del otro.

Caricias en sus brazos sin dejar de hablar.

Y entonces, un beso.

Halley sonrojada y Connor acariciando su pelo.

—Me gustas mucho.

—Y tú a mí.

Dos sonrisas.

Un túnel.

Un fuerte temblor.

Una explosión.

Un apagón.

—¿Connor?

Sin respuesta.

Una mano que encuentra otra.

—¿Estás bien, Connor?

Silencio.

—Me gustas, Halley.

—Lo sé, Connor.

—Mucho.

—Tú también me gustas mucho.

Gritos.

Halley y Connor en el suelo del pasillo que tantas veces les ha separado. Eso creen, al menos. No ven nada.

Un abrazo.

Halley acurrucada entre los brazos de Connor.

Un líquido pegajoso y caliente embadurnándolos a ambos.

Dolor.

Esperanza.

—Ojalá te hubiese hablado antes.

—Está bien.

Un último suspiro.

—¿Connor?

Silencio de nuevo.

—No más silencio, por favor.

Sin respuesta.

Una lágrima.

Dos.

Tres.

Un segundo último suspiro.

La nada.

En el último vagón del metro de las siete y cuarto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora