Mi escritora favorita «Gochi»

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Sacar a Milk de su casa no fue sencillo.

Se ocultó bajo sus sábanas por un tiempo intentando asimilar que Goku, su Son Goku, el chico con el que había hecho amistad al otro lado del mundo desde la red del maravilloso internet, se encontraba ahí, con ella.

En cierta parte era reconfortante, en otra, se sentía aterrada. Miles de noticias aparecian a diario sobre personas extorsionadas o engañadas por el mismo medio. Sus sábanas eran más cómodas.

El rubio jaló de su pie durante un largo rato hasta que logró convencerla a salir. Ella accedió y después de sacarlo de su habitación se cambió con ropa cómoda para el clima frío y salieron por la parte trasera, no querían que Vegeta ni los otros fueran "mal tercio".

Y ahí estaban, caminando bajo el agua nieve con un paraguas. No habían hablado casi para nada, pero el hecho de tenerla cerca, para Son era increíble.

—Así que... desde Japón ¿Eh? —Inquirió Milk para romper el silencio y ser algo equitativa, él había hecho bastante con sólo ir a buscarla.

—Sip —Asintió— Vivo con mi primo y fue demasiado fácil venir.

La pelinegra se sonrojó. ¿Cómo para él era tan sencillo tomar un avión y cruzar el planeta? Hablar le resultaba bastante complicado, todo lo que pensaba le hacía recordar sus problemas y tampoco quería afectarlo con su empatía ni que se arrepintiera de ir a verla.

—Vegeta dijo que tenías problemas... ¿Quieres hablar de eso? —Le preguntó mientras acomodaba un mechón de su cabello detrás de su oreja.

Las lágrimas se acumularon en sus ojos. Lazuli y Vegeta siempre hacían lo que podían y se preocupaban por ella, tal vez demasiado. Pero hablar con alguien que se preocupaba sin siquiera conocerla lo suficiente era demasiado tierno y agradable. En un acto casi inconsciente se arrojó a los brazos de Goku en un abrazo que él con ansias correspondió.

Hablar con alguien así, que quizá se iría tiempo después y la olvidaría era lo que necesitaba. Abrirse ante un desconocido que la apreciaba.

Pero, esas no eran las intenciones del ojiverde, y creo que más que nadie, lo sabemos.