Capítulo 15

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Hacía ya una semana del experimento con el remise y los dos habían sobrevivido. Ahora Sara podía volver a andar en auto, Max se encargaba de llevarla al trabajo cada día y luego irla a buscar.

-¿Sara? ¿Qué hora es?- preguntó Alex desde la puerta. Lucía medio dormido y con el pelo revuelto.

–Las dos.

- ¿De la mañana? – preguntó él asombrado- ¿Qué haces despierta?

- Galletas de chocolate.-respondió ella mientras él se acercaba.

-¿Galletas? ¿Un antojo? Debiste despertarme, yo te hubiese ido acomprar.

–No quería compradas, sino caseras. Las que hace mi madre, por suerte tenemos todos los ingredientes, así que no hay problema.

-¿Te ayudo?

-Mejo rve a dormir, no podrás trabajar mañana.

–Está bien, ya me desvelé.

–Lo siento...

-No hay problema, si mi hijo quiere galletas eso haremos. Además ya me tentaste a mí.

A Sara ya no le resultaba raro que Max se refiera al bebé de esa forma, ya era natural pensar en él como el padre de su hijo. De hecho verlo allí a medianoche ayudando a hacer galletas le despertaba sentimientos confusos. Confusos por intensos, porque eran algo que no creía que podía sentir. Era algo parecido a la felicidad.

-¿Las pongo a hornear? – preguntó Max y ella asintió.

–Bien, en media hora estarán. ¿Te preparo un café? – preguntó ella.

–Leche caliente mejor, sabe mejor con galletas de chocolate y me imagino que es lo que tú vas a beber. –contestó él mientras introducía la bandeja de galletas en el horno.

– Dos ordenes de leche caliente entonces

.Una media hora después estaban saboreando galletas de chocolate con grandes tazas de leche caliente.

–Muy ricas – dijo él mientras le limpiaba unas migajas de la boca a ella. Aquel breve gesto hizo que una corriente eléctrica corriera por el cuerpo de Sara, durante el tiempo que habían vivido juntos ella había tratado de no pensar en cómo habían llegado a aquella situación. Pero allí estaba de nuevo, la atracción era innegable y un amínima caricia sin intención de aquel hombre le causaba un terremoto. Él pareció notar su incomodidad porque empezó a hablar de cosas triviales para distraerla.

Locura de amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora