Capítulo 9

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Los dos norteamericanos salieron de la habitación de donde estábamos y mi amiga y yo los seguimos por atrás.

- ¿Te encuentras bien? - Me preguntó Pamela.

- Sí, sí. - Contesté.

- ¿Segura?
 
- Sí, estaré bien. - Le dediqué una media sonrisa.

Llegamos al primer piso y cuando íbamos a salir alguien nos interrumpió.

- La chica se vendrá conmigo. - Oímos decirlo en inglés.

Esa voz, tenía que ser él. Los cuatro dirigimos nuestras miradas hacia esa persona.

Era un hombre alto, delgado y con un rostro medio deforme, vistiendo una túnica morada que le cubría todo el cuerpo. Esta túnica tenía un estampado de rombos con la insignia de los iluminados en el pecho, un cinturón y una capa.

Llevaba consigo un cetro muy peculiar, con una especie de insecto en la punta, según el archivo debe ser La Plaga, con la que controla a los demás habitantes o portadores del parásito.

- ¿Quién eres tú? - Preguntó Leon.

- Si te empeñas, mi nombre es Osmund Saddler, el maestro de esta... comunidad religiosa. - Respondió él.

- ¿Qué es lo que quieres? - Cuestionó Leon a la defensiva, poniendo a Ashley detrás suyo.

- Demostrar al mundo entero nuestro increíble poder por supuesto. Los Estados Unidos dejará de patrullar el mundo de una vez por todas. Y por eso hemos secuestrado a la hija del Presidente, para compartir con ella nuestro don y luego... enviarla de vuelta a casa.

- No. - Murmuró Ashley y yo la miré intrigada. - Leon... Creo que me inyectaron algo en el cuello.

- ¿Qué es lo que la hiciste? - Interrogó el agente muy enojado.

- Solo la hemos inoculado un pequeño regalito. ¡Oh!, desde luego, cuando regrese a los brazos de su padre será una fiesta de mil demonios. - Explicó Saddler y soltó una risa maligna. - Pero antes de que eso ocurra, negociaré con el Presidente para sacarle algún... donativo. Lo creas o no, requiere una gran cantidad de dinero para mantener esta iglesia en pie. - Dijo mirando el símbolo de su secta.

Yo estaba muy preocupada por lo que acababa de oír, Leon lucía muy furioso.

- La fe y el dinero no te conducirán a ninguna parte, Saddler. - Comentó el agente.

- Oh, creo que olvidé decirte que te dimos el mismo regalo a ti y a esa chica. - Dijo lo último apuntándome con su dedo.

Ambos nos miramos mutuamente, estábamos un poco confundidos, pero él captó algo.

- Cuando estábamos inconscientes. - Murmuró.

- Maldito pendejo español. - Susurré, pensando que él podría estar trabajando con ellos.

- Oh, deseo de corazón que apreciéis nuestro pequeño pero especial obsequio. Cuando los huevos eclosionen, os convertiréis en mis marionetas. Haréis lo que yo diga, sin poder oponeros. Tendré un control total sobre vuestras mentes. ¿No creéis que esta es una manera revolucionaria de propagar mi fe? - Continuó Saddler.

- Suena más como una invasión alienígena. Creo yo. - Contestó Leon.

De pronto dos hombres con ballestas ingresaron a la iglesia desde la puerta principal y nos apuntaron con sus armas. Los cuatro nos giramos a verlos.

- Estamos fritos. - Susurré.

Leon miró a un costado y rápidamente tomó de la mano a Ashley para estirarla y huir. Los dos monjes dispararon sus ballestas contra ellos, pero lograron esquivar y saltaron rompiendo un ventanal.

Pamela y yo nos quedamos dentro de la iglesia, ambas quitamos rápidamente nuestras pistolas y disparamos contra los dos iluminados.

- ¡Vamos! ¡Corre! - Grité mientras huía y junto a mi amiga saltamos del ventanal donde los dos norteamericanos habían saltado. - Carajo. - Murmuré.

Los cristales rotos me hicieron un pequeño corte superficial en el brazo. Por suerte la caída no me afectó mucho la pierna.

Vi que el agente ayudó a la chillona a ponerse de pie y luego Pamela, muy enojada, se acercó a él empujándolo. Yo me puse de pie para ver que ocurría, Ashley se asustó.

- ¿Qué mierda es tu problema imbécil? - Preguntó Pamela. - Casi hiciste que nos mataran ahí adentro.

Kennedy solo se mantenía en silencio, teniendo en cuenta que mi amiga era de la misma estatura que Leon, ella lo miraba directo a los ojos, cara a cara. Era aterrador ver a mi amiga con toda su furia. La confrontación de miradas duró unos pocos segundos porque Pamela decidió alejarse de él y se acercó a mí.

- ¿Estás bien? - Me preguntó y yo me limité a asentir con la cabeza.
Al salir de la iglesia, nos encontramos con casi todos los aldeanos parados mirando a nuestra dirección, tenían antorchas y cargaban consigo diferentes clases de herramientas como armas.

El agente se percató de una carreta lleno de barriles, le disparó unos cuántos balazos y esta explotó, dejándonos un camino libre de los habitantes.

Nos pusimos a correr para huir del sitio y llegar lo más rápido posible al punto de extracción.

Luego de unas cuantas confrontaciones contra los aldeanos que encontrábamos en el camino, íbamos a cruzar un puente, Leon recibió una videollamada y no se lo notaba muy feliz por aquello.

- ¡Maldición! - Susurró luego de haber terminado de hablar.

- ¿Qué pasa? - Interrumpí.

- Malas noticias. - Contestó. - Perdieron contacto con el helicóptero. Algo debió derribarlo.

- Rayos. - Murmuré.

- Enviarán otro, mientras tanto tenemos que ir al punto de extracción. - Explicó.

- Bueno. - Dije un poco desanimada y luego se lo expliqué a Pamela.

Habíamos pasado el puente hasta que nos fijamos que había una cabaña y dos enormes puertas de accesos por unos costados.

Fue cuando comenzaron a llegar un grupo de aldeanos con antorchas y “armas”, ingresaban por las puertas y cruzaban del otro lado del puente. Nos estaban acorralando.

- ¡Agárrenlo! - Gritaban.
- ¡No dejen que se escapen!
- ¿Qué vamos a hacer, Leon? - Preguntó Ashley asustada.

- Odio decirlo, pero estamos bien atrapados. ¡Rápido, en esa cabaña! - Dijo él señalando la cabaña.

Corrimos para adentrarnos en aquel lugar y el hombre cerró la puerta apoyándose sobre ella.

- Leon. - Dijo alguien llamando la atención de todos.

Era el español, lanzó un palo de madera al agente para poder trancar la puerta.

- Qué pequeño es el mundo ¿eh? - Comentó Luis. - Bueno, veo que el Presidente ha equipado a su hija con... buenos misiles.

Yo lo miré muy enojada, era un pervertido total ese pendejo.

- ¡Qué grosero! Y no creo que haya nada relevante con mi figura o mi posición social. ¿Quién eres? - Interrogó Ashley a la defensiva, esta vez no me reí porque el español se pasó los límites.

- Jo Jo, perdóneme su alteza. ¿Quizás la señorita debería presentarse antes de preguntarle a alguien su nombre? - Dijo Sera con un tono arrogante.

- Ashley Graham, la hija del Presidente. - Contestó ella tratando de sonar ruda.

- ¿Ella está...? Bien, ya sabes. - Preguntó mientras miraba al agente.

- No te preocupes, ella está bien. - Contestó Leon mientras se aseguraba que el sitio estuviera resguardado.

- Ehh, no importa, de todas formas, uno presenta ciertos síntomas antes de convertirse en uno de ellos. - Comentó el español caminando y miró a Pamela de pies a cabeza. - y ¿tú quién eres princesa hermosa?
Seguidamente decidí empujarlo contra la pared y tomarlo de su camisa.

- Cierra tu pico pendejo. - Se lo dije en español entre dientes y con una mirada amenazadora. - ¿Cómo sabes eso? ¿Qué haces aquí?

- Oh, tranquila cariño, ¿qué opinas si te invito una cena y te explico todo? - Preguntó guiñándome un ojo.

- No estoy de humor. - Dije y quité mi pistola para apuntarlo a la cabeza. - Habla ¡ya!

- Laura, ¿Por qué estás...? - Leon intentaba tranquilizarme, pero lo interrumpí.

- ¡Cállate rubia! - Exclamé. - Mira, ¿cómo se supone que él sabe sobre los síntomas o que Ashley está infectada?

- Leon y tú también, excepto esa chica. - Interrumpió el español.

- ¡Cállate! Será mejor que digas algo en tu defensa o te culparé por todo. ¿Sabes qué es La Plaga? - Cuestioné furiosa.

Pude ver en el rostro de aquel español una expresión de sorpresa, sé que lo sabe.

- Chicos, ¡miren! - Interrumpió la chillona.

Nos fijamos que los aldeanos estaban rodeando la cabaña.

- Laura, déjalo. - Ordenó Leon.

Yo me giré a verlo, ¿quién se cree?. Luego miré a Pamela, estaba bastante confundida, entonces suspiré y dejé de apuntarlo con la pistola.

- Luego te explico todo. - Dije a mi amiga. - Ahora vamos a tener que pelear.

- Ya me di cuenta. - Ella quitó su pistola.
- Ashley ¡Arriba! - Ordenó el agente y la chica rubia asintió para luego subir por las escaleras.
- Okay. Es hora de jugar. - Comentó el español sujetando su pistola acercándose a una ventana junto al rubio norteamericano.

Mi amiga y yo decidimos cubrir la otra ventana y comenzamos a disparar.

- Pamela, dispárales en la cabeza. - Le dije y ella asintió.

A Kennedy se le ocurrió la brillante idea de empujar unos muebles para cubrir las ventanas para mantenernos a salvo, así que decidí ayudarlo. Aunque no sirvieron de mucho porque los aldeanos con sus hachas los rompieron.

Antes de que entraran, Luis Sera los disparó varias veces. Algunos comenzaron a entrar desde las otras ventanas, eran demasiados. No podíamos con todos.

Uno de ellos, con su hacha, casi cortó a Pamela, pero ella afortunadamente logró esquivar y agarró el objeto para clavárselo en la cabeza de aquel infectado.

Pude ver que a mi amiga le dió asco ver la sangre que despidió el cuerpo de aquel hombre, pero se vió obligada a concentrarse y seguir disparando porque cada vez entraban más infectados.

Yo continué disparando contra los pueblerinos, pero una mujer me agarró por atrás cubriéndome la boca y presionando mi cuello, ella tenía tanta fuerza que me levantó unos centímetros al aire.

Con mi pistola la disparé varias veces y me dejó libre, le atiné otra bala en la cabeza y esta le estalló. Era una de esos infectados especiales.

Me asusté al ver que sus afilados tentáculos iban a clavarme, así que me deslicé sobre una mesa que había allí y caí al suelo. La infectada rompió el mueble.

Recargué mi pistola y cuando vi que esta iba a atacar a Leon, la disparé varias veces, aunque eso no impidió que uno de sus tentáculos golpeara al agente, justo antes de morir.
No me dió tiempo de checar el estado del norteamericano porque de pronto oímos cristales rotos, seguramente estaban intentando entrar por el segundo piso.

- Leon, ¡Arriba! - Avisó Luis y el rubio subió.

Mientras disparábamos oímos la voz de Kennedy parecía que estaba peleando mano a mano con uno de ellos.

- ¡Ve a ayudarlo! Pamela y yo cubriremos aquí. - Avisé al español.

- Así que Pamela es su nombre. - Dijo él mientras recargaba su pistola y guiñó un ojo a mi amiga.

- Maldito. - Mi amiga susurró.

- ¡Vete! - Le ordené y Luis Sera subió al segundo piso para ayudar a Leon.

Continuamos con la masacre hasta que me quedé sin municiones. Justo en ese momento un aldeano saltó sobre mí y caímos al suelo. Pamela llegó y lo disparó en su cabeza, suspiré aliviada y eché el cuerpo a un lado.

Mi amiga me dió una mano para ponerme de pie. Recargué la pistola y continuamos disparando.

Luego de varios minutos de tiroteos, los pueblerinos comenzaron a alejarse como si nada hubiera pasado.

Había rastros de pólvora y sangre por todas partes, la cabaña había quedado un completo desastre.

Comencé a toser y seguidamente bajaron los tres del segundo piso.

- Parece que están retirándose. - Dijo Leon bajando su arma.

Fue allí que pude ver un corte en su brazo derecho.

- Leon, tu brazo... - Señalé.
Todos fijaron su mirada en el brazo del agente, que en el momento estaba perdiendo sangre.

- Oh mi Dios. - Comentó la hija del Presidente cubriéndose su boca.

- Tranquilas, es solo un corte, he pasado peores cosas. - Dijo Kennedy sin darle mucha importancia.

- Venga, dame eso acá. - Dije guardando mi arma y le pedí la mochila para quitar el kit de primeros auxilios y curarlo.

Al terminar de limpiar la herida le puse un spray para que esta sanara o por lo menos dejara de sangrar. Procedí a guardar el kit en la mochila y decidí cargarla conmigo.

- ¿Entonces, qué hacemos ahora? - Cuestionó el español mientras giraba su pistola y caminaba.

- No podemos utilizar el puente por el que vinimos, así que supongo que no tenemos otra opción que seguir avanzando. - Contestó el norteamericano mientras movía su brazo.

- He olvidado algo, seguid vosotros. - Comentó Sera guardando su arma para luego salir de la cabaña.

- Luis. - Lo llamó Leon sosteniéndose por el marco de la puerta pero el español lo ignoró.

- Ese hijo de perra. - Murmuré para intentar salir pero el agente me detuvo.

Me desistí, porque nuestra prioridad era salir de aquí vivos. Aunque aún tenía asuntos que resolver con ese pendejo.

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